El célebre escritor japonés Haruki Muramaki ganó este miércoles el Premio Princesa de Asturias de las Letras, según informó la fundación española del mismo nombre que otorga los galardones.
En su acta, el jurado "ha considerado la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo. Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas. Haruki Murakami es un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea".
Como lo recordaba en la revista 'Bocas' el periodista Xavi Ayén, "los japoneses esperan cada año, con milenaria paciencia, dos hechos largo tiempo anunciados: la llegada de ‘the big one’, el gran terremoto de magnitud 8 que arrasaría Tokio y buena parte de la isla en un plisplás, y la concesión del Nobel de Literatura a su compatriota Haruki Murakami (Kioto, 1949)".
Este año se rompió la tradición. Pues el autor japonés de novelas ‘Tokio Blues’ o ‘1Q84′ alcanzó el que se podría considerar el segundo premio más prestigioso de las letras en español, luego del Nobel.
Murakami es el escritor japonés más vendido del mundo, traducido a cincuenta idiomas, con una singular mezcla de pop, surrealismo, sensibilidad y crudeza que ya ha dado a luz catorce novelas, cinco libros de cuentos, cinco ensayos y un aluvión de productos de merchandising más propios de una rockstar que de un autor literario: camisetas, pegatinas, pañuelos, bolsas, imanes, pósters, libretas, tazas, origamis, fundas de móvil, gorras, cuadros, alfombrillas para el mouse, recuerda Ayén.
Se fomró en literatura y teatro griego en la Universidad de Waseda, en los años setenta, mientras trabajaba como camarero en un restaurante italiano que cerraba de madrugada y, más tarde, en una tienda de discos.
"Conoció a su –aún– esposa, Yoko, en la facultad, y ambos montaron, en 1974, un bar de jazz en Tokio, el Peter Cat, con actuaciones en vivo, dando un disgusto enorme a los padres de Haruki, unos profesores de literatura que aspiraban a que su hijo se convirtiera en empleado de Mitsubishi. Murakami escogió otra cosa: le gustaba preparar los cocteles tras la barra (agitados, no revueltos), y se encargaba de acompañar a los borrachos a la puerta. Los primeros años fueron duros, y le persiguieron las deudas. En 1981, cerró para dedicarse exclusivamente a la literatura. Haruki y Yoko siguen juntos en el 2022 y dicen que no han tenido hijos porque no confían en que el mundo vaya a mejorar", anota Ayén, en una entrevista que le hizo a la revista 'Bocas' de este diario.