Acabo de terminar una maratón auditiva por la música del Kanka, ese irreverente poeta andaluz que se ha convertido en un oasis en medio del desierto para los que aspiramos a escuchar música honesta. Durante dos horas estuve conectado a su discografía, gracias al algoritmo de Spotify, que me fue llevando por unas quince o veinte canciones de sus distintas épocas y formatos.
En ninguna de ellas pude ocultar la sonrisa que siempre me producen sus historias, cantadas con un acompañamiento muy práctico y teatral. Pero al llegar al tema Me alegra la vista, no pude evitar la carcajada que me produjo su intento de entrar en el mundo reguetonero.
En sus letras el Kanka nos habla de romances reales, no les pinta pajaritos de oro a sus musas ni acude a ninguno de los lugares comunes que se repiten hasta la saciedad el 99 % de las canciones románticas existentes. Su estética no se enmarca en el molde de belleza occidental, los defectos se vuelven virtudes en sus canciones y consigue la solidaridad del oyente haciéndolo desear que el cantante triunfe en sus aventuras amorosas. Retrata las escenas de amor con un realismo tal que uno alcanza a decidir el color de las cortinas del cuarto donde ocurrieron los hechos. Lo cotidiano se vuelve glorioso y las cosas simples de la vida se vuelven logros monumentales.
Con su desparpajada manera de rimar consigue unas métricas tan complejas que desafían la rítmica, como si el mismísimo Thelonious Monk fuera el letrista. En varias de sus canciones comete la infracción más penalizada por los profesores de canto, que consiste en respirar en la mitad de una palabra, y lo hace con una gracia que desarma al más conservador de los guardianes del buen gusto. El Kanka también da consejos prácticos para sobrellevar la dura realidad y habla con frecuencia del desprendimiento de todo lo material como herramienta para vencer la angustia.
Bauticé esta columna ‘Sinceridad’ porque la sinceridad hace rato desapareció de la música cantada en español, ahora muchos creadores de tonadas se dedican a calcar milimétricamente los mismos versos con letras que ya no transmiten sorpresa, solo aburrimiento.
En la nueva generación de cantautores hispanoamericanos, muy pocos logran construir a partir del legado de Mercedes Sosa, Juan Manuel Serrat o Caetano Veloso, la excepción a esta falta de iniciativa son Residente o Drexler. Por el lado de las nuevas voces femeninas latinoamericanas, muchas se han dedicado a cantar tonadas simples susurradas con un hilito de voz, aunque algunas pocas logran salirse de la camisa de fuerza de la canción protesta, del folclorismo postizo o de la canción de cuna, pero lo hacen con mucha timidez. Por eso quedé encantado después de este periplo auditivo, es decir, quedé Enkankado.
ÓSCAR ACEVEDO
Músico y crítico musical