La hamaca grande, de Adolfo Pacheco Anillo, nació de su preocupación al ver los pasos de gigante que daba el vallenato, tras la creación del festival, apoderándose de un protagonismo inusitado. Se habían definido los cuatro aires y Andrés Landero, juglar sabanero, había ido a concursar al Festival Vallenato y no obtenía el título.
Las músicas de la sabana, que se tocaban también con acordeón, empezaron a relegarse y la canción, del compositor de Sanjacinto, Bolívar, quien se precia –como todos los músicos de su región– de interpretar todos los aires, los sabaneros y los vallenatos, puso su inquietud por el valor de su herencia en la letra.
Por eso, cuando habla de la serenata “con música de acordeón”, explicaba alguna vez, era para resaltar que el vallenato era apenas una parte de esta. Las cartas de presentación de Pacheco son precisamente La hamaca grande y El mochuelo. También compuso El viejo Miguel, dedicada a su padre.
Pacheco siente que su misión en el folclor, además de la composición, está en sembrar en el público, ojalá en el más joven, algo de pedagogía con respecto a lo que una vez llamó “la torre de Babel de estos ritmos”. Una de sus preocupaciones es la confusión entre el vallenato y la música de acordeón y la falta de información que permita distinguir entre ritmos.
Él es una voz autorizada a la hora de hablar de los orígenes y transformaciones de las músicas de la Costa. Por ejemplo, de la forma como el bolero que venía de Cuba influenció en Bolívar hasta llegar a ser tipificado en acordeón por músicos locales. “Ya no era bolero –explica– y, como hubo crítica, se lo llamó pasebol”.
El autor ha defendido la riqueza de los sonidos de la sabana (incluida la cumbia) que fueron opacados por el boom vallenato.
Pacheco está invitado este viernes a Casa de Citas, en Bogotá, a conversar de este y otros temas con Alberto Salcedo Ramos y el poeta Juan Manuel Roca, y para la música lo acompañará el acordeonero Carmelo Torres.
Por supuesto, se espera que dé cuenta sobre sus canciones más famosas, como El mochuelo, de la que ha contado que se la hizo a una muchacha a la que le regaló un mochuelo. Era de color amarillo, tenía el pico blanco y las paticas blanquitas, pero a medida que se va envejeciendo se va poniendo con el pico amarillo como un grano de maíz, y la piel negra le brilla. Por eso le hice la metáfora: ‘Como mi amor por ti, entre más viejo más fino’ ”, comentó el compositor.
Por su parte, el acordeonero Carmelo Torres nació en Plato, Magdalena, en 1951 y a los cinco años descubrió el acordeón. Es hijo de agricultores y sembradores de tabaco. Su padre también fue músico e interpretó la gaita corta.
Dónde y cuándo
Este viernes, 8 p. m., Casa de Citas. Carrera 3 n.° 12B-35, La Candelaria, Bogotá. Teléfonos 286 6944 y 315 2125733. Aporte cultural: 30.000 pesos.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO