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Las razones del dominio brasileño en la Copa Libertadores
Palmeiras y Santos juegan este sábado la final, en el Maracaná.
Palmeiras celebra el paso a la semifinal. Foto: AFP
No fueron ni River Plate ni Boca Juniors, que iban embalados y se estrellaron contra una pared. No fue ningún colombiano, en un torneo de puras decepciones. No llegaron a la final ni uruguayos, ni ecuatorianos ni paraguayos... Los finalistas de la Copa Libertadores que se jugará mañana son brasileños, Santos y Palmeiras, en la clara demostración, o continuación, o ratificación, del dominio continental del jogo bonito, que ya no es tan bonito, pero que igual domina.
Jugarán, además, en el estadio Maracaná, ese emblemático coliseo del fútbol que es tan universal pero tan brasileño. Así que la fiesta está montada, y será completa para ellos, como si la Copa de este año, o del pasado, porque fue prolongada por la pandemia, hubiera sido organizada con samba de fondo, ni un tanguito, ni una cumbia, nada más aceptado.
Son brasileños, están hechos para jugar finales. Los brasileños no solo compiten, ganan. Es su estirpe. En la eliminatoria, la selección ya acapara el dominio en solo cuatro jornadas. Y los clubes ratifican su supremacía en la Copa más importante del continente, porque la Suramericana, disputada entre argentinos, está un escalón abajo, o dos.
Que el torneo tenga 47 equipos y sean ellos los que coronen la final, marca una tendencia. Pero no es algo nuevo. También lo hicieron en el 2005, con Athletico Paranaense y Sao Paulo, y en 2006, cuando el Internacional venció al Sao Paulo.
Ahora les toca a Palmeiras y Santos, dos equipos paulistas que llegan a la final en un choque de aparentes fuerzas parejas. Fueron los mejores de la fase de grupos, los que más puntos hicieron, 16 cada uno. Han sido dos equipos sólidos, tremendamente goleadores, sobre todo Palmeiras, que lleva 32 festejos, una máquina de hacer goles. Santos lleva 20, una cifra nada despreciable.
Flaquearon en la semifinal, porque en la cancha se evidenció que no eran muy superiores a los argentinos. Palmeiras agarró mal parado a River, en su peor noche, y lo goleó 3-0. En la vuelta, River fue más, pudo pasar de largo, hacer 3, 4 o 5, pero hizo dos. Se quedó afuera el equipo que de la mano de Marcelo Gallardo pintaba como favorito.
Santos fue más eficaz que Boca, empataron en la ida 0-0 y en la vuelta se encontró con un xeneize de papel, y lo goleó 3-0. Así se derrumbó el castillo argentino que aspiraba a repetir la final del 2018, la que se jugó en el Santiago Bernabéu.
Por eso los brasileños están en su fiesta, y aumentan así el dominio que tienen, con una copa más que tendrán en sus vitrinas. Al menos la última década ha sido de autoridad para ellos, desde el 2010, los brasileños ganaron la Copa seis veces. Está será la séptima. Argentina apenas logró hacerse con tres. Colombia, unita, la de Atlético Nacional en 2016. El último campeón también es brasileño, el poderoso Flamengo, que superó a River.
Los jugadores de Santos celebran el gol de Soteldo. Foto:EFE
El fútbol brasileño demuestra la ventaja que les lleva a los demás en el continente, incluso a los argentinos, y todo pasa por la organización de sus campeonatos locales, por el nivel de sus futbolistas, que salen como de debajo de las piedras, y por su capacidad económica. Aunque en ese ítem las fuerzas están más equilibradas con los argentinos. Palmeiras tiene un valor en el mercado de 95,5 millones de euros. River, 93,5, según Transfermarkt.
Santos es el simbólico club de Pelé. Campeón de la Copa en 1962 y 1963, y en el 2011, cuando lo lideraba Neymar. Busca convertirse en el primer tetracampeón brasileño. Palmeiras disputará por quinta vez en su historia la final, y con mucha sed, pues solo pudo conquistarla en 1999, al superar al Cali.
El presente de ambos a nivel local no es el mejor. Hasta en eso se parecen. No han ganado en sus últimas tres salidas en el Brasileirao. Santos perdió todos, aunque en dos juegos con la suplencia, y Palmeiras cayó en dos partidos y empató el otro, también usando nóminas alternas.
Es lo normal para dos equipos que están concentrados en la verdadera fiesta, en esa que se baila a ritmo de samba.