Fluminense la había visto pasar de largo varias veces. Perdió una final contra Liga de Quito. Vio festejar a su vecino, Flamengo, en tres ocasiones. Al final, sufriendo, en alargue y con un equipo como Boca Juniors, especialista en este torneo, se quedó con la Copa Libertadores: ganó 2-1 en el Maracaná, en tiempo extra.
En el papel, por determinación de la Conmebol, el local era Boca. En la práctica, por ser su estadio habitual, el dueño de casa era Fluminense. Y en las tribunas, la cosa estaba repartida, porque la invasión de los hinchas xeneizes fue enorme. Muchos se quedaron en las calles, sin boletas, buscando pantallas para ver el juego.
Fluminense agarró el peso del partido de entrada y Boca hizo lo que habitualmente hace en los partidos de Libertadores: jugó cerca de su arquero, cerró espacios y, si había la posibilidad, buscaba alguna opción para hacer daño.
Acciones de peligro, la verdad, hubo pocas, de lado y lado. Pero fue Fluminense el que pegó primero, en el minuto 38, luego de una pelota que recuperó Ganso. Ahí se juntaron en una pared Jhon Arias y Keno, que tiró un centro al área, el hábitat natural de nuestro conocido Germán Ezequiel Cano, con tiempo, espacio y talento para definir: 1-0 para los brasileños.
Ya en la segunda etapa, Boca mostró una cara poco conocida en la Libertadores, pero que demostró que era capaz de hacerlo: adelantar líneas, ir al frente y buscar el empate. Y Fluminense no la pasó bien en los primeros 20 minutos, especialmente, cuando perdió al duro Felipe Melo por lesión, a los 7 del complemento.
Fluminense tomó un poco de aire, comenzó a tocar la pelota cerca del área de Boca y el juego ya se parecía al del primer tiempo. Pero cuando todo parecía controlado, los argentinos encontraron el empate, gracias a un golazo del peruano Luis Advíncula, que encontró el hueco para rematar desde afuera del área luego de que los argentinos movieran de lado a lado la defensa brasileña, y ayudado también por toda la libertad que le dio el veterano Marcelo.
El técnico del Flu, Fernando Diniz, refrescó la nómina con cuatro cambios en los últimos 10 minutos del tiempo regular, mientras Boca fue llevando el partido al terreno en el que se siente cómodo, el de forzar un desempate desde el punto penalti. Los brasileños tuvieron una muy clara con Lima, que quedó mano a mano con Romero, pero calculó mal su remate y la tiró afuera.
Un alargue accidentado y con gol
Ya en el alargue, Fluminense encontró la ventaja que tanto había trabajado, con la participación directa de dos de los que habían llegado desde el banco: un pelotazo frontal de Diogo Barbosa, un balón que baja Keno al borde del área y un remate durísimo de John Kennedy, a los 9 del primer suplementario.
El jovencito de 21 años se emocionó, casi se mete a las tribunas del Maracaná a celebrar con los hinchas y como tenía amarilla, Wílmar Roldán lo expulsó.
Ahora, el que tenía que aguantar era Fluminense, con un jugador menos. Boca se fue a buscar todo o nada. Pero antes de terminar la primera mitad del alargue, Fabra devolvió el favor con una irresponsabilidad enorme: le dio un manotazo a Nino mientras Boca protestaba por un penalti que no fue y el VAR le avisó a Roldán: roja cantada.
Quedaban 15 minutos y el partido ya se jugaba en el área de Fluminense, que se replegó demasiado. Boca jugaba al ollazo y los brasileños le apostaban a algún contragolpe. Uno casi le sale, en un carrerón de Arias que acabó en un cambio de frente y un remate cruzado de Guga que pegó en el poste.
Medio Maracaná quedó expulsado apenas Roldán pitó el final. El otro medio aún festeja. Fluminense mostró fútbol durante toda la Copa para quedarse con el título. Merecido.
José Orlando Ascencio
Subeditor de Deportes
@josasc
Más noticias de Deportes