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Estrés y presión: las amenazas a la salud mental de los entrenadores

Por la exigencia de ganar siempre, los DT aguantan críticas e insultos. Expertos opinan.

Josep Guardiola y Jürgen Klopp

Josep Guardiola y Jürgen Klopp Foto: AFP y Efe

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El entrenador de fútbol es ese sujeto al lado de la cancha que grita, que zapatea, que agita los brazos, ese que se hala los pelos, si los tiene, que vocifera, si le queda voz, o es ese que simplemente medita: “¿Si pierdo me sacan hoy, mañana, la otra semana? ¿Me darán otra oportunidad? ¿Si ganamos me seguirán insultando los de la tribuna? Carajo, otro gol, ¿y ahora qué hago? ¿A quién meto? ¡Caliente el 9! ¡Afuera el 8! ¡Se acaba el tiempo! ¿Qué me irá a preguntar ahorita la prensa, que si ya me voy? ¿Qué les digo a los directivos? ¿Renunció? ¡No, sigo! Mañana hay que entrenar. El otro partido lo ganamos, seguro...”.
El entrenador no tiene tiempo para pensar en otra cosa que en fútbol. Su cotidianidad transcurre en las canchas, en los tableros tácticos y en los videos de partidos. Ese es su oficio. Y parece divertido, pero no lo es siempre. El entrenador carga mucha responsabilidad. Si el goleador no hace goles, es culpa del técnico; si el defensor hace un autogol, igual. Si gana le piden que gane más. Si pierde, le alistan la maleta. No hay espera. La afición es exigente e impaciente. Lo normal es que el entrenador, muy poco querido, sea el centro de la ira colectiva.
Los entrenadores que pierden se levantan con la soga al cuello y se acuestan con la soga apretando. Si las cosas no salen, su cargo penderá de un hilo. No tienen tiempo de encariñarse con el equipo porque en cualquier momento van para afuera. Bien dijo el escritor mexicano Juan Villoro: “El puesto de entrenador existe para tener un culpable certificado”. Los que ganan no se liberan de la tensión. Algunos, simplemente, se cansan. Jürgen Klopp, el exitoso DT del Liverpool, dijo hace poco que se va del club al finalizar la temporada. “Es que me estoy quedando, cómo decirlo, sin energía”.
La crisis del DT pasa hasta en las mejores familias. El holandés Ronald Koeman fue certero al explicar su paso por el banquillo del Barcelona: “Ser entrenador del Barça es un ataque a la salud mental... Sufrí la presión y el estrés”.
Ronald Koeman

Ronald Koeman Foto:EFE

La salud mental de los entrenadores no es un tema recurrente. Al hincha no le interesa saber lo que piensa, ni sus dramas ni sus batallas personales ni sus líos familiares ni si duerme o si se desvela. Si está ahí, en la raya, es para que el equipo gane como sea. El prestigioso psicólogo deportivo argentino Marcelo Roffé prendió la alarma. En un mensaje en su cuenta de X manifestó: “La profesión de entrenador es muy estresante. El 70 por ciento está divorciado. Muchos padecen enfermedades. Se investiga poco sobre la salud mental de los entrenadores de fútbol. Y debería hacerse. Es una labor bastante ingrata. El ambiente de fútbol es muy cruel y hay mucha presión”.
El entrenador vive con temor al despido. Temor al fracaso. Temor, a veces, a ser entrenador.

Momentos de estrés

–Profe, ¿a usted qué lo estresa?
–Las 2 horas previas al partido... parezco un loco enjaulado... me parecen interminables... se me llena la cabeza de situaciones adversas... no veo la hora que empiece el juego... me tranquilizo cuando empieza el partido...
El que responde es Luis Fernando Suárez, experimentado entrenador colombiano, mundialista, que ha padecido el estrés de su profesión. Suárez ha vivido las victorias y las derrotas. Sabe que ese oficio puede llegar a ser agobiante, pero es lo que eligió. Así que lo acepta. “Si uno se metió en esto, debe ser consciente de que existe la presión, de que hay una exigencia mayor. Uno es entrenador y tiene que acostumbrarse a que te pidan más. O que habrá situaciones de ansiedad. Yo lo manejo pensando en que nadie me pidió ser entrenador y tengo que aceptar la presión. Sí me afecta emocionalmente, soy persona, uno se va a afectar cuando lo están tratando con mucha injusticia, eso me ha generado estrés, es normal; a veces uno se levanta o se va a acostar y anda con sus preocupaciones, afortunadamente no he sentido depresión o pensar que me estoy enfermando, manejo estrés emocional normal. Lo que sí siento a veces es tristeza. Uno está en un gremio donde a veces siente que la labor no es bien mirada, se mira más lo malo. Ahora hay un hilo delgado entre la presión y la amenaza, eso es grave”.
Luis Fernando Suárez disputará su tercer mundial como técnico, ahora al frente de Costa Rica.

Luis Fernando Suárez disputará su tercer mundial como técnico, ahora al frente de Costa Rica. Foto:Alberto Estévez. Efe

Los entrenadores viven con esa presión, la aceptaron el día que decidieron ser lo que son. Y hay casos extremos, casos cuando los hinchas atacan con violencia. Recientemente en la liga colombiana un fanático irrumpió en la sala de prensa para hostigar al DT de Nacional, Jhon Bodmer. El técnico, con sus aciertos y errores, aguanta, se resiste a renunciar, confía en sus capacidades, en que todo mejorará en el siguiente partido.
Fernando Rivera es psicólogo deportivo, actualmente trabaja con InderValle. Es testigo del drama que viven los entrenadores. “Cuando hablamos de salud mental del entrenador se tiene en cuenta que las habilidades de ellos desde lo psicológico son parecidas a las de los atletas: tienen que tener buen control emocional, control cognitivo, buena toma de decisiones, excelente manejo del estrés. Hay que entender que el entrenador tiene una vida laboral, un trabajo como el de un alto ejecutivo, y va a sufrir enfermedades que tienen que ver con el desempeño. Máxime cuando el trabajo está dependiendo del resultado de otros, lo que hacen los otros va a definir su continuidad en el equipo”, explica.
La presión del resultado parece ser el tema de fondo, el que atormenta a muchos entrenadores, pero hay más. “Los estudios muestran que el resultado, desde el enfoque laboral y la presión de ganar, siempre es complejo. A algunos entrenadores con mucha experiencia les preocupan más la dinámica del equipo, la buena relación con los atletas y entender el funcionamiento del equipo, eso genera mucho estrés. En los entrenadores más novatos está la necesidad de sobresalir, de ganar, eso pesa mucho. El tema es cómo aprendo a manejar ese resultado. No por tener más experiencia se maneja el estrés. Uno ve profesores de mucha experiencia muy estresados”, dice.

La presión por ganar

–Profe, ¿y a usted qué le genera estrés o angustia?
–No he llegado a esos niveles, pero algunos me generan preocupación...
Ahora habla Alexis García, entrenador de La Equidad, un club de poca hinchada que, sin embargo, genera otra forma de presión. “La presión que enfrentamos los entrenadores es permanente, cada partido dejó de ser una oportunidad y se ha convertido en una amenaza. Somos juzgados por personas que quizás han logrado en nuestro medio mucho menos que nosotros. La preparación es permanente y al final tu puesto depende única y exclusivamente de tus jugadores, además de tu capacidad para la estrategia y en tu preparación como líder, para gestionar no solo tus emociones sino la de toda tu plantilla. Algunos dicen que en la Equidad no hay presión, están muy equivocados, hay tanta como en otros equipos, lo que pasa es que es más interna que externa, pero el puesto está en riesgo como todos”, dice.
Alexis García, técnico del Deportivo Pasto.

Alexis García, técnico del Deportivo Pasto. Foto:Néstor Gómez / EL TIEMPO

Hoy en día los equipos suelen tener expertos en la psicología deportiva, que son los que trabajan con los jugadores y entrenadores. Uno de ellos es Edwin López, de Millonarios, quien habla desde su experiencia con diferentes técnicos: “Me lo decía Miguel Ángel Ruso (extécnico de Millonarios), ‘me pagan por tomar decisiones como líder del grupo’, y ellos muchas veces toman decisiones solo para responderles a un presidente, al periodismo, a la hinchada. Estos entrenadores muchas veces terminan aislados porque toman decisiones, pero no las pueden compartir porque manejan información sensible y se quedan como en ostracismo para decidir y aguantar la presión, porque si se muestran frágiles ante el grupo, el grupo va a sentir que no está bien liderado. Ellos tienen familia, vida paralela, con responsabilidades y expectativas. Siento que están muy solos y cada vez soportan más presión, lo que afecta su salud mental. En cualquier momento les pueden pedir la renuncia, así que no pueden generar arraigo o cariño con la institución porque la mayor parte del tiempo sienten que tienen un pie afuera. Esa incertidumbre genera malestar emocional con el que tienen que lidiar a diario”.
El entrenador sigue al lado de la cancha, es ese que no deja de gritar, que corre en su parcela como si fuera a entrar a arreglar el partido, es ese que si no explota es porque medita: “¿Será que empatamos? ¿Si empatamos me salvo? Quizá ganamos. ¿Si ganamos convenzo? ¿Me dejan de atacar? ¿Y si pierdo, me voy? No, no me voy. Aún no...”.
Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET

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