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Los 40 de menos de 40: Paola Neira, la fuerza de la juventud emprendedora
Su empresa suscitó la más alta inversión presemilla en América Latina para un nuevo negocio.
Paola Neira (31 años) es fundadora de Latú Seguros. Su empresa tiene el récord de haber propiciado la más alta inversión presemilla en América Latina para un nuevo negocio. Foto: Archivo Paola Neira
Alrededor de 33 millones de colombianos tienen menos de 40 años. Son mayoría en el país, que aunque se ha envejecido, tiene una juventud vigorosa, disímil, socialmente fragmentada, pero soñadora y pujante. Saber qué piensan, qué están construyendo, en qué proyectos andan metidos, cuáles son sus miedos y aspiraciones colectivas, es entender la nueva Colombia y constituye un apasionante reto que intentaremos asumir cada semana, conversando con 40 colombianos de menos de 40 años, de distintos perfiles, ocupaciones, orígenes e historias de vida.
Cuando Paola Neira se dio cuenta de que no bastaba con ser economista de la Universidad de los Andes para entender el mundo actual, decidió invertir los ahorros que había acumulado en su temprana vida laboral en volver a estudiar. Esta vez aprendería todo sobre ingeniería de software. Necesitaba saber programar, diseñar algoritmos, emprender procesos tecnológicos. Su experiencia en ciudades como París, Oklahoma, Londres y Dubái le habían demostrado que el futuro solo se podía consolidar dominando estos temas. Hoy tiene 31 años y un récord que no le han podido quitar: su empresa, Latú Seguros, suscitó la más alta inversión presemilla en América Latina para un nuevo negocio; el que ella se inventó hace unos meses y por el que distintos inversionistas pusieron sobre la mesa 6,5 millones de dólares.
¿En qué momento decide que lo que le gusta es emprender? ¿Uno tiene conciencia de eso o simplemente pasa?
Paola Neira (31 años) es fundadora de Latú Seguros. Su empresa tiene el récord de haber propiciado la más alta inversión presemilla en América Latina para un nuevo negocio. Foto:Archivo Paola Neira
Va a sonar supercliché, pero desde bien chiquita siempre dije que iba a montar mi propio negocio. Lo que pasa es que uno no tiene ni idea si el negocio va a ser una firma de contadores, una panadería o una empresa de tecnología. Estando en el colegio traía celulares para vender en Colombia. Yo era la que recogía plata para la fiesta de graduación y eso resultó en un fondo mucho más grande que hoy sigue vivo. En fin, creo que desde siempre tuve claro que era por ahí.
¿Y cuál fue la primera experiencia importante en el mundo de los negocios?
Estando en la universidad hice una práctica en una banca de inversión. Me tocó la venta de Isagén, que fue un hito muy importante para el país y fue muy bonito haber hecho parte de eso.
Estuvo en Rappi. ¿Qué aprendió de su paso por ahí?
Estamos hablando de una empresa fascinante. Yo creo que la gente se imagina que es facilísimo conectar a quien quiere pedir una hamburguesa con quien la quiere entregar y es la cosa más complicada del mundo. Todo es en tiempo real, todo tiene que ser muy rápido. No hay predicción de oferta y demanda. Me tocó construir todo el equipo y la tecnología que hace la operación. Imagínate: un montón de algoritmos bien complicados, simuladores para entender cuáles serían las rutas óptimas y los algoritmos antifraude. Construir un sistema escalable es intelectualmente retador y complejo.
¡Uf!, recuerdo que había algo de miedo, pero tenía que dar el paso hacia una empresa propia. Es difícil dejar la comodidad de un buen empleo para saltar a lo propio, pero si lo haces es porque sabes que vas a dedicar los próximos 20 años de tu vida a una apuesta más grande que la que tienes, de más valor, y eso hice con Latú.
¿Y qué es eso tan bueno que se inventó entonces?
Nuestra misión en Latú es aumentar la resiliencia de la región, de América Latina. Esto es realmente ayudar a que las empresas puedan sobrepasar momentos de incertidumbre que acontecen a todos. Los ayudamos a entender, a mitigar y a transferir riesgos contra los líderes, trabajadores y data de las empresas. A eso nos dedicamos.
La pura verdad: ¿valió la pena? ¿Cómo van?
Vamos superbién. Estamos superenfocados en Brasil y en riesgos cibernéticos. Hemos asegurado cerca de 100 millones de dólares en menos de 18 meses y tenemos alianzas con aseguradoras y reaseguradoras de las más grandes del mundo. Tenemos una gente muy buena aquí que, como yo, dejó sus carreras exitosas en otros lados para venir a apostarle a este negocio, así que ¡obvio que ha valido la pena!
¿Cuál diría que es el promedio de edad de la gente que trabaja con usted?
De 35 años, aunque hay alguna persona de 47 y otra de 56.
¡Muy jóvenes!, pero hablemos de la parte menos rosa de esta historia: ¿cuáles son los obstáculos reales que gente como usted se encuentra cuando quiere emprender?
Paola Neira, fundadora de Latú Foto:Cortesía Latú
Cometemos, con frecuencia, el error de que queremos ampliar la visión, cuando uno tiene que empezar pensando en un nicho determinado y ser muy específico
El más importante, sin duda, es el síndrome del impostor, es decir que no nos la creemos. Pensamos que las grandes cosas se hacen en Estados Unidos, que las mejores marcas son las de allá y que la gente buena es toda de Estados Unidos. Y sí, hay gente buenísima, pero en América Latina también somos unos berracos. No confiamos en nosotros y eso es grave.
Pero el otro gran obstáculo es que no tenemos suficiente talento técnico. A mí no me dolió la barriga cuando dije ‘voy a volver a estudiar’ porque aunque tenía una carrera muy parada faltaban cosas por saber de este nuevo mundo. Nos toca prepararnos más en lo técnico.
Se volvió costumbre decirle emprendimiento a todo: desde el negocio de empanadas hasta los casos de éxito que luego ustedes llaman ‘unicornios’, pero ¿cómo saber que una idea de negocio, en realidad, va a ser viable?
Lo más importante desde el minuto uno es resolver un problema, un dolor, suficientemente significativo para un grupo de personas de manera que ese grupo quiera volver a ti, todos y todo el tiempo. Cometemos, con frecuencia, el error de que queremos ampliar la visión, cuando uno tiene que empezar pensando en un nicho determinado y ser muy específico.
Se aplica igual para todos los negocios. A un grupo de personas le gustaron tanto tus empanadas que quieren volver todos los domingos a comprártelas. Ahí entiendes que la cosa funciona.
Hay dos elementos que observo de esta generación. El primero es que los jóvenes parecieran quererlo todo ya y tienen muy baja tolerancia a la frustración o al fracaso y se desesperan. ¿Lo ve también así?
Yo creo que sí. Nos encanta ir detrás de lo “brillante”, pero también hay un contexto que hay que entender y es que a nuestra generación –que es la tuya también– nos tocó un mundo que pareciera que se hubiera transformado de la noche a la mañana, 180 grados. De repente no había nada y de repente todo el mundo fue a la luna y había vuelos comerciales que no costaban tanto como antes.
Nos tocó un cambio tan rápido que siempre vamos detrás de lo nuevo. El punto es que se nos olvida que aunque todo lo tenemos ya, detrás de esos procesos hay 25, 30 o 50 años de cosas haciéndose y es bueno que, de vez en cuando, nos lo recuerden. Las cosas buenas toman tiempo y casi nunca son fáciles.
Y el otro rollo que veo es el de una generación altísimamente volátil; que se amaña en donde no está, que salta de un trabajo a otro sin darse la oportunidad de la estabilidad…
Eso tiene una parte buena y otra mala. La mala es que se nos olvida que las cosas se logran solo con trabajo duro y persistencia y eso requiere tiempo y consistencia, pero la otra parte, que es buena, es que no nos conformamos. ¿Qué más puedo hacer? ¿Dónde puedo aprender más? ¿De qué me estoy perdiendo? Y en esa búsqueda obvio que hay mucho movimiento.
El reto es encontrar el balance entre seguir siendo persistente, pero nunca quedarse tan cómodo.
En este punto alguien que esté leyendo esta entrevista dirá: “muy bueno todo lo que cuenta Paola, ¿pero entonces por qué no lo hizo aquí en Colombia, sino en Brasil?
La pregunta es buena. Nosotros rápidamente queremos expandirnos a Colombia, pero hay que ser francos: Brasil es un país que realmente concentra el 50 por ciento de la economía latinoamericana y donde el regulador está proactivamente llamando a empresas en el sector financiero a innovar, y se generaron unas licencias e incentivos para que las fintech pudieran encontrar un espacio seguro y amable para hacerse y crecer.
Si fuera presidenta de Colombia, ¿qué haría para mejorar ese ambiente para los nuevos negocios? ¿Qué cambiaría o haría distinto?
¡Miércoles! Cosa complicada (risas). El otro día oí a un inversionista que dice que el mayor enemigo de la innovación es la barrera regulatoria. Lo que hay que buscar desde el lado público es cómo generamos esos espacios sin que se permitan los fraudes, y con unos ciertos controles, pero que disminuyamos esas barreras para que otros jugadores puedan entrar y esos otros puedan innovar, mejorar los productos y mejorar los precios. Eso haría.
Voy cerrando: ¿a quién ira?
Otra difícil. Una de las personas más interesantes para mí es Warren Buffett, y la razón es que él es exactamente esa combinación entre la persistencia, la consistencia y el trabajo duro, siempre mirando para adelante. Si tú lees las cartas de él cada año, es una persona que dice: “Yo me hice rico porque invertí muchísimos años en las empresas en las que nadie lo hacía porque no eran las más sólidas”. Eso es fascinante.
Y en Colombia, iro muchísimo a los fundadores de Rappi. Ellos me devolvieron la esperanza de creer que aquí podemos mostrarle al mundo que se hacen cosas grandes.
Tiene 31 años. ¿En dónde se ve en dos décadas?
Esta empresa que creamos va a durar centenares de años. Mira, Múnich Re, una de las reaseguradoras más grandes del mundo, ha sobrevivido dos guerras y ahí sigue intacta. Yo me veo, Dios quiera, liderando mi empresa y generando tejido de resiliencia. Ojalá con muchos perros y con un par de hijos.
Un consejo final para alguien que, como usted, tiene menos de 40 años y está pensando en abrir un negocio o en consolidarlo.
Que se llene de confianza. Hay momentos duros, hay otros buenos, pero lo importante es tener conciencia de que uno está dejando un legado detrás. Por favor, no paren de aprender. La humildad de entender que no sabemos nada y que estamos acá para aprender todos los días, incluso y sobre todo de los errores, es quizá lo más importante para uno no rendirse.