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Los sueños del colombiano que se inventó el banco más valioso de A. Latina
Lo que planteó hace ocho años David Vélez es la punta del iceberg de un cambio profundo. Análisis.
Vélez posee más del 20 por ciento de las acciones de Nubank. Foto: Justin Lane. EFE
Posiblemente, si David Vélez no hubiera tenido tantos problemas para abrir una cuenta bancaria cuando se fue a vivir a Brasil a mediados de 2012, la historia nunca habría sucedido. Pero lo cierto es que este empresario nacido en Medellín hace cuatro décadas hizo uso de la que fue una experiencia frustrante para identificar una oportunidad e iniciar una revolución que todavía está en sus albores.
Que esto apenas comienza puede sonar discordante una vez que Nubank –la financiera digital que Vélez y otros dos socios fundaron ocho años atrás– logró colocar acciones por 2.600 millones de dólares en las bolsas de Nueva York y São Paulo. De un día para otro, la empresa se convirtió en el banco más valioso de la región, desplazando a Itaú Bradesco, que encabezaba dicha clasificación desde hace tiempo.
Y el primer lugar quedó confirmado el jueves, después de que los títulos subieron cerca de 25 por ciento en la primera jornada de negociación. No importa que los más de 50.000 millones de dólares a los que asciende la capitalización de mercado de la firma conocida por su logo púrpura superen en más de medio centenar de veces los ingresos anuales y que, además, genere pérdidas.
Lo que vale la pena aquí es la velocidad de crecimiento, que es vertiginosa. Con 48 millones de clientes que acceden a los servicios que ofrece Nubank a través de su aplicación para teléfonos móviles, la intención no solo es ampliar el portafolio de opciones a más productos financieros, sino replicar el modelo en diferentes puntos de la geografía latinoamericana, comenzando por México y Colombia en donde ya hace presencia.
Este comienza con menores comisiones y márgenes, pero realmente se apoya en cuatro pilares: tecnología, diseño, experiencia del y ciencia de datos. La idea es que los elementos mencionados le permitan al nuevo gran jugador del sector mantenerse un paso adelante de una competencia que no se ha quedado con los brazos cruzados.
Como lo puede atestiguar cualquier persona que tenga una cuenta de ahorros o corriente, hoy es más fácil que nunca consultar información, hacer y recibir pagos o solicitar un préstamo sin pisar una oficina. Una de las consecuencias inesperadas de la pandemia es que muchas más personas aprendieron a la fuerza que la presencialidad no era necesaria para manejar el dinero y menos cuando el ciberespacio se volvió más ágil y amigable.
Número creciente
Pero más allá de cuál sea el desenlace de la lucha planteada entre los recién llegados y los que estaban antes en el negocio financiero, lo ocurrido con Nubank pone de presente que la llamada ‘nueva economía’ también hace presencia en América Latina. Sin desconocer altibajos y contradicciones, la región se ha convertido en un destino de primer orden para fondos de capital de riesgo.
Las cifras hablan por sí solas. De acuerdo con la Asociación Global de Capital Privado, citada por el diario Financial Times, en 2020 llegaron 4.100 millones de dólares a esta parte del mundo, que se invirtieron en emprendimientos relacionados con tecnología. Dicha suma no solo es mayor que la registrada en el sudeste asiático, sino que superó a la de África, Medio Oriente y Europa oriental y central en conjunto.
Además, todo apunta a que en 2021 se pulverizarán las marcas previas. La misma entidad sostiene que en el primer semestre del año el total ingresado ascendió a 6.500 millones de dólares, no muy lejos de los 8.500 millones de India que, con su enorme población y reconocida abundancia de ingenieros y programadores, es el imán más grande del mundo emergente para este tipo de fondos.
“Es imposible saber cuántas buenas ideas murieron hace un tiempo porque se quedaron sin nadie que les pusiera plata para salir adelante”, comenta un profesional del sector. “Y aunque convencer a inversionistas nunca será fácil, ese cuello de botella es mucho menos estrecho ahora porque hay conciencia de que las herramientas tecnológicas se pueden traducir a negocios viables y escalables que resuelven los problemas de millones”, agrega.
Foto:EFE
Sin ir más lejos, SoftBank –cuya chequera ha estado detrás de algunos de los casos de emprendimiento más notables del mundo– viene aumentando su apuesta. Hace unas semanas, el boliviano Marcelo Claure, quien es una de las cabezas visibles de la entidad de origen japonés, anunció que sus inversiones en compañías tecnológicas de la región se aumentarían en 3.000 millones de dólares, después de los 5.000 millones comprometidos en 2019.
Irónicamente, las dificultades que experimentan los latinoamericanos en la vida diaria llevan a que el ingenio de los emprendedores, sumado a la revolución digital, se traduzca en soluciones útiles. Lo anterior se combina con una alta penetración de teléfonos inteligentes y una población que habita primordialmente en centros urbanos.
Adicionalmente, una vez el ensayo es exitoso en un lugar, se vuelve fácilmente replicable en naciones vecinas que comparten cultura e idioma. Pasar así de cientos de miles a millones de clientes en cuestión de meses o pocos años no es en absoluto descabellado.
Es imposible saber cuántas buenas ideas murieron hace un tiempo porque se quedaron sin nadie que les pusiera plata para salir adelante
Un ejemplo de ello es Rappi, que hoy opera en nueve países del área y cuya evolución muestra que va mucho más allá de ser un proveedor de despachos a tiempo. Así ese sea su foco principal, no se trata tan solo de entregar el pedido de un restaurante, sino de ofrecer desde viajes hasta servicios financieros.
Dicha concepción fue clave para que la sociedad fundada a mediados de la década pasada se convirtiera en el primer unicornio colombiano, término que se refiere a una valoración superior a mil millones de dólares. De hecho, en su más reciente ronda de financiación anunciada en julio –en la que atrajo a grandes jugadores mundiales en el segmento del capital de riesgo–, ese número se ubicó en 5.200 millones de dólares, lo que eclipsa a la gran mayoría de firmas de origen nacional.
La lista de casos destacables crece de manera continua desde el sur del río Grande hasta la Patagonia. En México, los creadores de Kavak encontraron un nicho en el mercado de vehículos usados, mientras que los chilenos de NotCo desarrollaron combinaciones de plantas para imitar sabores de leche, mayonesa o helado.
A su vez, los brasileños de Quinto Andar hicieron más fácil alquilar o devolver un apartamento. Tan solo en este último país hay una docena de unicornios y nadie pone en duda que el número será mayor.
“Estoy convencida de que esto es tan solo el comienzo, pues América Latina tiene las bases y el talento para que despeguen tecnología que vienen –como el blockchain y la Web3– que ayudarán, entre otras cosas, a que se acelere la inclusión financiera en la región”, sostiene la colombiana Laura Gaviria Halaby, de SoftBank.
De otra forma
Pero ese no es el único cambio. De regreso a David Vélez, no han faltado las notas de prensa que destaquen que al poseer más del 20 por ciento de las acciones de Nubank, ya es oficialmente uno de los integrantes del llamado ‘club de los billonarios’, pues su patrimonio superaría los 10.000 millones de dólares.
Estar en los lugares de privilegio dentro de las grandes fortunas de la región realmente no parece interesarle mucho a este antioqueño de origen, quien a los nueve años emigró con su familia a Costa Rica (de donde también tiene la nacionalidad). Educado en la prestigiosa Universidad de Stanford, en Estados Unidos, y casado con una peruana con la que tiene tres hijos nacidos en Brasil, ha dicho en entrevistas que se siente de muchas partes.
Tal vez por ello sabe que cuenta con la posibilidad de influir positivamente en la vida de los demás. En una declaración que le dio al Financial Times dijo que alcanzar un nivel de riqueza como el señalado lo llevó a hacerse muchas preguntas.
“¿Voy a dejarles todo este dinero a mis hijos, a mis primos, a mis nietos, a la cuarta generación? ¿O voy a usarlo para mejorar la vida de la gente de América Latina hoy?”, se interrogó. La contestación fue: “Es muy obvio para mí que la respuesta correcta es: tengo que usar este dinero hoy para resolver los problemas y el dolor que existen hoy”.
No se trata de una declaración retórica. En agosto pasado, el matrimonio colombo-peruano suscribió el compromiso de donar la mayoría de su fortuna a un esquema filantrópico ideado por Bill Gates y Warren Buffett, que se traducirá en una plataforma que tendrá impacto regional.
Foto:EFE
Aunque las magnitudes pueden ser distintas, quienes se relacionan con los empresarios vinculados a la nueva economía señalan que uno de sus motores es el impacto sobre la sociedad. Temas como pobreza, falta de oportunidades o sostenibilidad ambiental forman parte de la agenda de quienes consideran que la tecnología es una fuerza de cambio positiva y desean compartir su prosperidad.
“Tener éxito en los negocios no es un fin en sí mismo para la mayoría”, sostiene el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo Luis Alberto Moreno. “Por supuesto que les interesa que su idea funcione y que progrese, pero aun si les va bien, eso les sirve es para continuar al siguiente proyecto, siempre con la idea de que lo que se recibe hay que devolverlo”, añade.
Semejante actitud es una luz de esperanza para una de las regiones más desiguales del mundo. Pensar que la cuarta revolución industrial –que comprende innovaciones como inteligencia artificial, algoritmos o minería de datos– puede llevar a un mejor mañana para millones no parece tan solo una quimera.
Tengo que usar este dinero hoy para resolver los problemas y el dolor que existen hoy
A fin de cuentas, si los unicornios de hoy evolucionan hacia las multinacionales de mañana, ello serviría para equilibrar las cargas en un mundo en donde todavía domina el hemisferio norte. Que eso se logre a punta de desarrollar y promover el talento local, daría lugar a círculos virtuosos en materia de empleo, formalidad, emprendimiento y generación de riqueza.
Pero aun si llegar a semejante escenario se demora, no es despreciable que la tecnología esté haciendo lo que le corresponde para mejorarle la vida diaria a tanta gente en esta parte del planeta. Solucionar fallas de información, mejorar un trámite o introducirle competencia a mercados en los que abundan prácticas oligopólicas puede convertirse en un avance crucial para muchos.
Y aunque nunca nada pasa de la noche a la mañana, es indebatible que en el mundo digital todo puede suceder más rápido. Quien lo dude solo debería recordar que hace escasamente siete años, desde una casa alquilada en São Paulo –que en la parte de arriba alojaba a uno de sus fundadores–, Nubank comenzó a emitir sus primeras tarjetas de crédito.
48 millones de clientes más tarde, la realidad es muy distinta. Tal como ocurrió con Tesla, que eclipsó a los gigantes de la industria automotriz; con WeWork en el mercado de oficinas o Airbnb en la hotelería, cada vez son más los ejemplos de ramos aparentemente inexpugnables en donde sopla un huracán de un momento a otro.
Todos esos vientos encuentran su origen en el cambio tecnológico. Ahora que se sienten con más fuerza las ráfagas en el sector financiero en Brasil y otros lugares, se han desempolvado las palabras que el propio David Vélez escribió en LinkedIn: “Primero te ignoran, después se ríen de ti, entonces te combaten y, al final, tú ganas”.
Habrá que esperar para dar un veredicto sobre quién triunfa. Pero si de lo que se trataba era de acabar con el statu quo en beneficio del consumidor, desde ya se puede decir quién se está llevando los dividendos. Y Wall Street está de acuerdo.