Hace 11 años, la familia Gilinski, protagonista hoy de las opas de Sura y Nutresa, anunciaron sin mayores detalles que habían llegado a un acuerdo con las directivas del Grupo Bancolombia.
Dicho acuerdo le ponía fin a más de una década de disputas judiciales en Colombia y Estados Unidos en torno a las condiciones en que se dio la compra del entonces Banco de Colombia, propiedad de los inversionistas vallecaucanos, por parte del llamado Sindicato Antioqueño, que en la actualidad se conoce como Grupo Empresarial Antioqueño (GEA).
Los ecos de esa vieja batalla judicial, que involucró a los dos poderosos grupos empresariales y más de una docena de prestigiosos abogados y exmagistrados, vuelven a escucharse por estos días en medio de una nueva disputa empresarial, que amenaza con cambiar la legendaria estructura accionaria del GEA, pero que gira entorno a una de las mayores joyas de este conglomerado, el Grupo Bancolombia.
Y a medida que avanza el interés de la familia Gilinski por tomar el control de otras grandes compañías del GEA - como los grupos Sura, Nutresa y, muy probablemente, Argos - en el mercado, cobra fuerza la idea de que el propósito de la familia vallecaucana, con su estrategia inversionista, tiene un objetivo claro: hacerse al control del preciado banco del GEA.
Pero, ¿de qué se trata es esa vieja disputa entre los dos poderosos grupos empresariales que muchos recuerdan, pero de la cual poco saben los nacidos en las últimas dos décadas? Aquí les contamos.
La pelea
La disputa se inició en 1999, luego de que la familia Gilinski le vendiera al Banco Industrial Colombiano (BIC), propiedad del llamado Sindicato Antioqueño, el antiguo Banco de Colombia. Los nuevos dueños decidieron fusionar ambas entidades para dar paso a lo que hoy se conoce como Bancolombia, uno de los establecimientos financieros más grande del país.
En su momento, los Gilinski se sintieron afectados por la fusión e iniciaron procesos jurídicos, que han tenido varios capítulos y en los que no sólo estuvieron involucrados los directivos de las entidades financieras, sino también las autoridades de control y el Banco de la República.
Las discusiones se realizaron tanto en los estrados, como en los medios de comunicación a través de anuncios publicitarios, en los que ambas partes expresaban su punto de vista.
Las pullas y las acusaciones iban de un lado a otro, pero los dos poderosos grupos (los Gilinski también tiene bancos y negocios en otros sectores económicos) pusieron fin a sus diferencias a mediados del 2010.
En 1997, los Gilinski tenían el 70 por ciento del Banco de Colombia y vendieron al BIC el 51 por ciento de su participación. El convenio que se firmó tenía en su momento un valor estimado en unos 420 millones de dólares, de la época.
Dos años después, el acuerdo comenzó a transitar un camino tortuoso de demandas y contrademandas en Colombia y Estados Unidos. Los Gilinski expresaron su inconformismo por la fusión, señalando que habían sido engañados. Las acusaciones iban desde autopréstamos, pasando por falsedad en documento hasta evasión de obligaciones.
Bancolombia, por su parte, argumentó que sus contendores iniciaron el pleito cuando la entidad financiera les reclamó reajustar el monto de las garantías reales que respaldaban la fusión, al tiempo que insistieron durante los 11 años del pleito que toda la transacción se hizo de forma legal.
EL TIEMPO