La historia de Graham Cooley resume a su manera un año en el que, supuestamente, la pandemia empezaría a quedar atrás en buena parte del mundo. A mediados de mayo de 2020, este empresario irlandés decidió adquirir en internet el nombre zoomsanta.ie, con la idea que consideraba poco factible de que uno que otro niño quisiera ver de manera virtual al inquilino del Polo Norte, ante la imposibilidad de ir a un centro comercial.
Pocos meses después la iniciativa resultó ser un éxito por cuenta de temores y confinamientos, pero con la llegada de las vacunas hace doce meses creyó que su experiencia en el ciberespacio había terminado. Ahora, con 14 actores entrenados y disfrazados de Papá Noel, escasamente dio abasto en esta temporada para atender citas virtuales desde todos los rincones del planeta.
El motivo es evidente. La presencia de la variante ómicron volvió a disparar las alarmas en los cinco continentes, ante lo cual las restricciones están de regreso. Hechos recientes como la suspensión de los musicales de Broadway en Nueva York, la cancelación de miles de vuelos o la cuarentena obligatoria en Xi’an, una ciudad china de 13 millones de habitantes, confirman que la emergencia continúa.
La presencia de la variante ómicron volvió a disparar las alarmas en los cinco continentes, ante lo cual las restricciones están de regreso
Si bien los reportes conocidos sugieren que el impacto sobre la salud –en lo que Europa describe como “la sexta ola”– es menor que en picos anteriores, el miedo es que la capacidad de los hospitales se vea sobrepasada, sobre todo en aquellos países que han roto las marcas de contagio anteriores. Además, los analistas vuelven a interrogarse con respecto al efecto de la parálisis sobre una economía que estaba en proceso de plena recuperación.
En Gran Bretaña, para citar un ejemplo concreto, los expertos ya rebajaron un punto porcentual las perspectivas de crecimiento. Para incontables negocios vinculados al turismo, como aerolíneas y restaurantes, la esperanza de salir definitivamente de la crisis queda pospuesta en forma indefinida.
Como si ese temor no fuera suficiente, está la posibilidad de que China restrinja las operaciones en sus puertos, lo cual se sumaría a los trastornos de antes, que aún se sienten sobre las cadenas logísticas. El alza en los fletes y los despachos atrasados persistirían, actuando como un lastre sobre el sector productivo.
Igual y distinto
Lo anterior no desconoce que en 2021 hubo avances innegables. El más destacable es el de la vacunación, cuya velocidad supera los pronósticos más optimistas.
Al ritmo que van las cosas, antes del 31 de diciembre se habrán istrado 9.000 millones de dosis en el mundo entero. Según el portal Our World in Data, actualmente se están inoculando más de 36 millones de personas cada 24 horas.
Mayores niveles de inmunización permiten que, así sea con limitaciones, múltiples actividades puedan desarrollarse. No es el momento de cantar victoria, pero la consabida frase de “convivir con el virus” tiene una expresión práctica que comienza por una letalidad sustancialmente menor que la de año y medio atrás.
Debido a ello, los mercados entregan un parte positivo, en medio de una volatilidad que se mueve al ritmo de las noticias diarias. El índice S&P 500, que mide la evolución de las acciones que se transan en la bolsa de Nueva York, rompió su récord esta semana, con una valoración superior al 27 por ciento en el año.
Implícitamente, dicho comportamiento no solo evidencia la mejoría de la economía estadounidense, sino la de prácticamente la totalidad de las naciones del globo. El Fondo Monetario Internacional habla de una expansión cercana al 6 por ciento en 2021, que borra la contracción del 3 por ciento observada el año pasado.
De la mano de una dinámica impulsada por el consumo, decenas de millones de personas que habían perdido su trabajo regresaron a estar ocupadas. Incluso en algunos lugares conseguir mano de obra se ha convertido en un dolor de cabeza, por la reticencia de la gente a aceptar cualquier labor.
Si el crecimiento económico es la mejor noticia que deja el calendario que está a punto de acabarse, la más preocupante –al menos en este campo– es el aumento de la inflación. Los mayores precios no solo causan insatisfacción entre la ciudadanía, sino que obligan a las autoridades a actuar, por lo cual comienzan a verse restricciones a la liquidez y mayores tasas de interés en los dos hemisferios.
Si el crecimiento económico es la mejor noticia que deja el calendario que está a punto de acabarse, la más preocupante –al menos en este campo– es el aumento de la inflación
Como siempre sucede, las alzas dejan ganadores y perdedores. En el primer grupo están los exportadores de bienes primarios como petróleo, gas, carbón, cobre, café o soya, que han podido avanzar con más rapidez gracias a una bonanza inesperada.
Buena parte de América Latina pertenece a ese club. Lamentablemente, si bien la región también experimentó una buena recuperación, esta no le alcanzó para cerrar el bache de 2020, el peor, al menos desde el arranque del siglo pasado.
Los datos muestran que el desempeño heterogéneo es la norma en esta parte del mundo. Los grandes, Brasil y México, van por el carril lento, mientras que Chile y Perú andan por el rápido. A estos dos últimos, sin embargo, les apareció un interrogante mayúsculo por cuenta de la política. La elección de Gabriel Boric y Pedro Castillo, respectivamente, representa un fuerte giro hacia un destino incierto, lo cual inquieta claramente a los inversionistas locales y extranjeros.
El balance local
Guardadas las proporciones, en Colombia también se registraron movimientos similares en lo que atañe a la economía, aunque en algunos casos con mayor intensidad. Ese fue el caso del producto interno bruto, cuyo ímpetu sorprendió incluso a los más optimistas.
Hoy por hoy, son pocos los especialistas que se alejan de una proyección de crecimiento cercana al 10 por ciento. Gracias al auge de la demanda interna, el país alcanzó en septiembre el nivel de PIB que tenía antes de la pandemia, algo que en promedio para América Latina ocurrirá solo a final de 2022.
Tal desempeño es todavía más notable, por cuenta de los trastornos que trajo el paro que comenzó en abril. Convocado para protestar por el proyecto de reforma tributaria radicado en el Congreso poco antes, la protesta –respaldada originalmente por la opinión y mayoritariamente pacífica al comienzo– degeneró en bloqueos y vandalismo, que se sintieron con particular dureza en el Valle del Cauca.
A pesar de ello, durante el segundo semestre, el viento a favor sopló con mucha fuerza. La confianza de comerciantes e industriales repuntó, una impresión confirmada por las estadísticas que mostraron incrementos de doble dígito en las ventas.
Que los estragos causados por la pandemia no afectaron a todos por igual, es algo que quedó en evidencia en el mercado de la vivienda nueva, en donde las adquisiciones de casas y apartamentos superaron con creces la marca de las 200.000 unidades. Con razón el crédito hipotecario salió de su letargo, junto con el de consumo, entre otras categorías.
El entorno internacional puso también de su parte. Las remesas de los colombianos que viven en el exterior seguramente estarán por encima de los 8.000 millones de dólares este año, lo cual se expresa en el poder de compra de más de medio millón de familias. De manera paralela, el precio de la carga de café superó los dos millones de pesos, que directamente se reflejó en la calidad de vida en las zonas productoras del grano.
Los elementos señalados hacen pensar en un buen cierre de 2021. Diferentes reportes muestran que las cosas van bien y que la temporada turística será muy intensa, pues a diferencia de otras latitudes, aquí los contagios siguen en niveles moderados.
Irónicamente, las alertas de color intenso en múltiples países llevaron a más de uno a reprogramar planes de viaje y optar por el territorio nacional en lugar de subirse a un avión.
Un parte positivo, en todo caso, no impide desconocer los sobresaltos. En el frente cambiario, el valor del dólar cierra por encima de las expectativas de los expertos. La pérdida del grado de inversión en la calificación de los títulos de deuda encareció el costo de endeudamiento y se sintió sobre el margen de riesgo de los bonos emitidos en Colombia.
Igualmente, la impresión de que subirán las tasas de interés internacionales influyó sobre la cotización de las monedas de las economías emergentes. Cuando eso se combina con un déficit significativo en las cuentas externas colombianas, es fácil entender por qué el peso perdió más terreno que otros en la región frente a la divisa norteamericana.
Lo que no se ve
Una revisión al año que termina obliga a mirar el tema de los impuestos. Después del fracaso de la propuesta que condujo a la salida de Alberto Carrasquilla del Ministerio de Hacienda, su sucesor, José Manuel Restrepo, puso en práctica aquella máxima según la cual “la política es el arte de lo posible”.
En consecuencia, en lugar de una iniciativa concentrada en aumentar la carga tributaria general y mejorar la equidad del sistema, la opción viable en el Capitolio fue subir la tarifa que pagan las empresas y reducir descuentos. Para cuadrar la caja, en el entretanto, se concretó la venta de las acciones que la Nación poseía en ISA a Ecopetrol, una opción poco ortodoxa que no dejó de ocasionar polémicas.
Así volvió a quedar aplazada hasta nueva orden la consabida reforma estructural, algo que será del resorte del próximo gobierno si este decide meterse en un terreno muy espinoso. En el entretanto, vale la pena señalar que el panorama es algo menos angustioso de lo que se pensaba.
La semana pasada se informó que el déficit fiscal de 2021 será inferior al calculado hace unos meses, pues ascenderá al equivalente del 7,6 por ciento del PIB y no al 8,6 por ciento. De manera complementaria, la deuda pública, que a mediados de años se proyectaba en el 65,1 por ciento del PIB, estará tres puntos por debajo. Sin duda el buen comportamiento de la economía, que influye directamente sobre los recaudos de impuestos, es la causa principal de esa mejoría.
Muy probablemente el panorama sería aún mejor de no haber mediado los tres días sin IVA, que dispararon las ventas presenciales y virtuales en el último trimestre. Para el Gobierno, aliviar el bolsillo de los consumidores y darles una mano a los comerciantes genera un círculo virtuoso, mientras que un buen número de economistas opina que es un sacrificio de recursos enorme –cercano a los cinco billones de pesos– para darle la mano a un sector que en todo caso crece a un ritmo muy sano.
Parte del veredicto estará condicionado por el comportamiento del personal ocupado, que todavía no llega a los guarismos de 2019. Aunque millones de individuos volvieron a trabajar, la informalidad laboral aumentó más que los cargos formales, lo cual muestra que hay una tarea pendiente en lo que corresponde a la calidad del empleo.
Cerrar las brechas en ese terreno debería encabezar la agenda pública, en el corto y en el largo plazo. No obstante, el covid-19 traerá consecuencias negativas para cientos de miles de jóvenes cuyos conocimientos dieron marcha atrás debido a que el regreso a las aulas fue parcial, debido a la tozudez de Fecode y la falta de voluntad política para combatir una actitud que se traducirá en más desigualdad.
De manera más inmediata, sin embargo, las miradas estarán concentradas en la inflación –que a noviembre iba en 5,3 por ciento anual– y en las posibles ramificaciones de subir el salario mínimo de 2022 en 10 por ciento. El encomiable objetivo de mejorar el poder adquisitivo se encontrará con la realidad de la cuesta de enero, que apunta a ser bien empinada.
Pero eso forma parte de las cuentas de lo que viene, no de las del año que termina con un sabor agridulce. Más allá de la recuperación económica, las nubes oscuras no se han despejado del todo y muchas incógnitas siguen sin responderse.
Y eso es suficiente motivo para quejarse, ya sea ante el Niño Dios o Papá Noel. No hay que mandar ninguna carta. Puede ser a través de la página de zoomsanta.
RICARDO ÁVILA PINTO
Analista sénior
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @ravilapinto