Luego de estar estancados el año pasado, en medio del peor momento económico de la pandemia, este 2021 los precios de la canasta familiar se aceleraron y suben a un ritmo que es el triple del que llevaban al cierre del 2020.
El año pasado, la inflación terminó en 1,61 por ciento, el dato más bajo en la historia estadística del país en un año calendario, debido a la parálisis económica por el covid-19, que deprimió la demanda. Pero nueve meses después, la variación año corrido va en 4,33 por ciento y la anual, en 4,51 por ciento, por encima del rango meta fijado por el Banco de la República (situado entre 2 y 4 por ciento).
Los precios se están acelerando en la medida en que la economía se ha ido reactivando, con un crecimiento de 17,6 por ciento del producto interno bruto (PIB) en el segundo trimestre, y sin desconocer el empujón a los precios dado por los bloqueos a la producción durante el paro nacional.
La preocupación actual es que la inflación se mantenga al alza, erosionando el poder de compra de los consumidores, aún tocados por la pandemia. De momento, según las expectativas de la última encuesta del Citi, se espera que al cierre de este año la inflación llegue al 4,78 por ciento.
Las alzas afectan la capacidad de compra, lo que podría dificultar la lucha contra la pobreza. Sin embargo, choca con una fuerza contraria: la recuperación del empleo
De acuerdo con Sergio Olarte, economista principal de Scotiabank Colpatria, “una inflación alta afecta el ingreso disponible y la capacidad de consumo. La pregunta es si este aumento está afectando demasiado a las familias de bajos ingresos que no pueden protegerse, que no pueden invertir en activos. Es muy importante mantenerla bajo control”.
Como es obvio, las alzas afectan la capacidad de compra, lo que podría dificultar la lucha contra la pobreza. Sin embargo, mientras la actual inflación es una fuerza que presiona el empobrecimiento, choca con una contraria: la recuperación del empleo, que estaría sacando de la pobreza a muchos de los que cayeron el año pasado en esa condición.
Durante el 2020, según el Dane, el desempleo que se disparó por los confinamientos hasta el 21,4 por ciento también elevó la pobreza a un nivel de 42,5 por ciento de la población en promedio, durante el año.
No obstante, la recuperación del mercado laboral, que en agosto del 2021 registró una tasa de desempleo de 12,3 por ciento, debe estar aliviando la pobreza.
Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo, estima que solo en tres meses, por los confinamientos que dispararon el desempleo el año pasado, la pobreza subió 21 puntos porcentuales, de febrero a mayo. Pero luego, con las reaperturas, “la recuperación siguió la senda del mercado laboral: en agosto (del 2020) se recuperó la mitad de la crisis observada … La recuperación continuó hasta diciembre: comparado con 2019 solo estábamos 3 puntos por encima” en materia de pobreza.
Pues bien, desde diciembre hasta el pasado mes de agosto se recuperó otro millón de puestos de trabajo, lo que debe seguir impactando en el nivel de pobreza.
Sencillamente, incluso con mayor inflación, estas personas pasaron a tener algún ingreso luego de cerrar el 2020 recibiendo cero.
Así, probablemente, la inflación no alcance a parar el alivio en la pobreza, pero sí puede estar impidiendo un mayor aumento del consumo de los hogares. Este viene con crecimientos sostenidos y, de acuerdo con la firma Raddar, en agosto fue 6,6 por ciento superior, en términos reales, al de un año atrás.
Los hogares están accediendo a más bienes y servicios, incluso con la aceleración de los precios y con el hecho de que un número significativo de empresas no subió salarios este año, en el marco de la crisis del covid-19.
Se trata del 18 por ciento de empresas, de acuerdo con una encuesta de Elempleo.com. Hasta el momento, los trabajadores de estas compañías han perdido un 4,33 por ciento de poder de compra, cuando aún faltan 3 meses para terminar el año.
Otro 21 por ciento de las compañías aumentaron el salario de sus trabajadores entre 0,5 y 3,49 por ciento. Estos empleados no solo perdieron ya todo ese ajuste salarial, sino que su poder de compra se redujo entre 0,8 y 3,7 por ciento.
Entre tanto, un 61 por ciento de empresas aumentaron los salarios 3,5 por ciento o más.
De otro lado, están los trabajadores de salario mínimo, que recibieron un ajuste del 3,5 por ciento, a los que también se les diluyó el poder de compra con el que arrancaron el año.
Dos cosas explican que, con un menor poder de compra, los hogares estén consumiendo más: el uso de ahorros y el crédito. Y si las personas están sacando de sus reservas y tomando préstamos, es porque, al menos hasta el momento, las alzas no han hecho mella en la confianza.
Impacto de la inflación
De acuerdo con el Dane, en la actual coyuntura, el peor golpe no lo han recibido los pobres, sino la llamada población vulnerable, que son aquellos hogares que superan la pobreza pero aún no llegan a la clase media. Para este segmento de la población, los precios han subido 5,12 por ciento en los primeros nueve meses del 2021.
Luego siguen los pobres, para los que los precios han subido 4,97 por ciento. Después aparece el impacto que ha tenido la clase media, con alzas de 4,46 por ciento en los nueve meses. Y, finalmente, los hogares de ingresos altos son los que han tenido el menor impacto, pues las alzas son de 3,49 por ciento.
Por ciudades, en Popayán y Santa Marta es donde más se ha encarecido la canasta familiar en lo corrido del año. Ambas reportan un alza de 6,62 por ciento en los primeros nueve meses del año, es decir, 2,29 puntos porcentuales por encima del total nacional.
Precisamente, la capital del departamento del Cauca es una de las que más se vieron afectadas por el desabastecimiento de alimentos a consecuencia del paro nacional de mayo y junio.
Cali, otra de las ciudades afectadas, ya hizo buena parte del ajuste y sus precios han subido 4,65 por ciento en lo que va de año. Al contrario, Bogotá (3,65 por ciento) y Tunja (3,81 por ciento) son las que tienen hasta el momento una inflación más baja.
Alimentos, al alza
Gran parte de la presión en el encarecimiento de la canasta familiar este año viene por cuenta del rubro de los alimentos y bebidas no alcohólicas, que va en un aumento de 12,21 por ciento en los primeros nueve meses. En este, las mayores alzas se han presentado en las papas (54,32 por ciento), en los aceites comestibles (39,15 por ciento), la zanahoria (33,44 por ciento) y la carne de res (24,7 por ciento).
De acuerdo con Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), estas alzas se deben a la combinación de una mayor demanda debido a la reactivación del empleo y una oferta que se está ajustando.
“La inflación de alimentos el año pasado fue cercano a 0 y todo el 2020 tuvimos muchos meses negativo. Ahora se están viendo ajustes en la oferta de los productos, y, adicional a ello, se tuvo el paro, que impactó al sector agropecuario”, explicó Bedoya.
Para el caso de la carne de res, de acuerdo con un análisis de Fedegán, el gremio de los ganaderos, estos aumentos se deben a factores como la mayor demanda de carne debido a la recuperación económica, al alza de los insumos de producción y al traslado del buen precio del novillo gordo a los consumidores por parte de los intermediarios.
Adicional a ello, hay que tener en cuenta que durante el paro y los bloqueos que se dieron en gran parte del territorio nacional, el sector ganadero fue uno de los más afectados y, por ejemplo, solo en mayo se registró la tercera parte del incremento del precio de la carne de res de todo este año.
“Durante el quinto mes del año, la variación fue superior al 8 por ciento por cuenta de los bloqueos y el vandalismo producto del paro nacional”, aseguró el presidente del gremio, José Félix Lafaurie.
En los próximos meses, según María Paula Castañeda, economista de BBVA Research para Colombia, los alimentos continuarán desacelerándose, pero todavía se seguirán manteniendo en niveles altos. Al mismo tiempo, indica que se seguirán viendo presiones en los rubros importados por un tipo de cambio que se mantiene alto.
REDACCIÓN ECONOMÍA Y NEGOCIOS