En este negocio, Google es el rey. Más de mil millones de personas utilizan la aplicación Google Maps en sus teléfonos móviles cada día, y gracias a sus rutas sugeridas, son capaces de determinar la manera más corta o la más rápida de llegar al punto deseado en función del tráfico u otras circunstancias de la vía.
Su Street View aporta imágenes reales de las calles y comercios, útiles para precisar la localización del destino.
Sin embargo, este negocio de guiar a los automóviles a sus objetivos crecerá exponencialmente gracias al vehículo autónomo.
Los autos sin conductor necesitarán información fiable y precisa para llevar a sus ocupantes a la dirección seleccionada de manera segura y eficaz.
Los bancos de inversión Goldman Sachs y Morgan Stanley han estimado, según recogía The Economist en un artículo reciente, que el valor de este mercado se multiplicará por más de once en 30 años.
Pasará de mover unos 2.200 millones de dólares en el 2020 –momento en el que se estima que empiecen a funcionar los vehículos autónomos por las carreteras de EE. UU., China o Europa– a más de 24.500 millones en el 2050, cuando sean la realidad de todos los días.
Se calcula que ese mercado pasará de mover unos 2.200 millones de dólares en el 2020 a más de 24.500 millones en el 2050, cuando los autos sean la realidad de todos los días
Sin embargo, la clave del futuro no está en el mapa en sí, como para los piratas.
“Los mapas están al alcance de todo el mundo. Son prácticamente una commodity. Desarrollarlos no es el negocio”, comenta Ricardo Conesa, director del programa de Automóvil y E-Business del Instituto de Empresa (IE).
“La decisión en un vehículo autónomo sobre qué camino seguir no la va a tomar un GPS o un mapa estático. La elección se va a tomar en función de lo que digan los sensores que el automóvil llevará instalados y que captarán la información del entorno”, explica Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información del IE Business School.
Un escudo de decenas de cámaras de video, escáneres láser y radares protege a los vehículos autónomos, creando diferentes capas de seguridad y captando datos que servirán para que el software del vehículo tome las decisiones de movimiento. La precisión de estos dispositivos es tan clave que Tesla rompió con su proveedor, Mobileye, después del primer accidente mortal que sufrió uno de sus vehículos autopilotados hace un año.
“Cuanto más precisa sea la captación de datos y más dispositivos haya emitiendo, más segura y precisa será la conducción”, ite Dans.
En este sentido, Conesa entiende que hay dos fases de digitalización en la cartografía.
A corto y medio plazo, “el modelo con más sentido es el de Waze”, una aplicación que Google compró y que enriquece la información del tráfico con la experiencia de los s que la están utilizando en ese momento.
De este modo, es capaz de ofrecer todo tipo de alertas (desde policía, accidentes u obras en la calzada), así como de calcular con precisión cuánto tiempo durará el atasco y buscar vías alternativas para esquivarlo.
La segunda vía de desarrollo será la “comunicación de los sensores de los vehículos con las infraestructuras y otros vehículos”, destaca Conesa, un aspecto en el que “ya trabajan automovilísticas como Audi”, señala Dans.
Audi lidera, junto con Porsche, el proyecto de conducción autónoma para el conjunto del grupo alemán Volkswagen.
La alemana adquirió en el 2015 la aplicación de mapas de Nokia, Here, por 2.800 millones de euros junto con BMW y Daimler, la última gran operación, según Dans, en el terreno puro de la cartografía.
“A partir de aquí, todo es un baile de alianzas entre fabricantes, tecnológicas y proveedores para tener los mejores sensores y el software que lea los datos”, asegura.
NOEMI NAVAS
Ediciones EL PAÍS, SL 2017.