La invasión de Rusia a Ucrania sacó más a flote las astronómicas cifras que manejan los magnates y oligarcas rusos más acaudalados, a quienes los países de occidente, liderados por Estados Unidos, comenzaron a bloquearles el a sus fortunas y bienes, como por ejemplo los lujosos yates en el Mediterráneo, o generando la puesta en venta de sus activos, como anunció recientemente Roman Abramovich, dueño del equipo de fútbol Chelsea, asediado por las autoridades británticas.
Pero, ¿cómo llegaron los oligarcas rucos a tener el enorme poder económico y político que hoy ostentan?
Según indicó un artículo de Forbes, los primeros oligarcas de Rusia hicieron sus fortunas en la década de 1990 luego del declive de la Unión Soviética, cuando los activos del estado se entregaron a postores privados, muchas veces en tratos corruptos.
En ese periodo, empresarios acomodados, ex funcionarios y otros empresarios adquirieron grandes participaciones en empresas rusas de petróleo y gas, metales y minería, ferrocarriles y transporte, productos agrícolas y otras industrias centrales.
La publicación señala además que un nuevo grupo de oligarcas se hizo rico a través de sus vínculos con Vládimir Putin, quien lleva ya 22 años gobernando Rusia de una forma u otra. Putin alternativamente ha enriquecido y castigado a los oligarcas, tratando a los magnates y sus negocios como peones en sus partidas de ajedrez político.
Esas semillas de la oligarquía rusa se sembraron entre 1992 y 1994, cuando la recién independizada Federación Rusa llevó a cabo un esfuerzo de privatización mediante vales. Bajo el programa, las acciones de unas 15.000 empresas estatales se pusieron a disposición de compradores privados.
Se buscó permitir que los rusos comunes compraran acciones. En cambio, los empresarios bien conectados adquirieron bloques de cupones, lo que les otorgó participaciones grandes o de control en las empresas. Así, dos tercios de todas las acciones privatizadas pasaron a manos de personas con información privilegiada de la empresa, según un estudio del Fondo Monetario Internacional de 1999.
Arma de doble filo
En 1995, el esquema de préstamo por acciones del entonces presidente Boris Yeltsin acuñó a algunos de los oligarcas más ricos de Rusia.
A cambio de prestar dinero al gobierno, que cargaba un déficit y ayudar a financiar la campaña de reelección de Yeltsin, algunos empresarios adinerados recibieron acciones de 12 empresas estatales de energía y minería en forma de “arrendamientos”. Los arrendamientos se convertirían en propiedad, dependiendo de si ganaba Yelstin.
De acuerdo con Forbes, después de que Yeltsin prevaleciera, Vladimir Potanin, uno de los arquitectos del acuerdo, adquirió una participación mayoritaria en Norilsk Nickel, el mayor productor mundial de níquel refinado. Otros beneficiarios incluyeron a Khodorkovsky y Roman Abramovich, quienes adquirieron intereses en expansión en petróleo y gas.
Incluso, de acuerdo con este medio experto, crisis financiera de Rusia de 1998 fue un revés temporal para los oligarcas, ya que el aumento vertiginoso de los precios de las materias primas y la creciente integración económica de Rusia en Occidente en la década de 2000 generaron docenas de nuevos magnates.
Forbes reseña que, en 2001, Rusia tenía ocho multimillonarios con un valor colectivo de 12.400 millones de dólares, pero 10 años después, había 101 multimillonarios con un valor de 432.700 millones de dólares, según datos de esta publicación.
Y precisa que los oligarcas pronto se dieron cuenta de que su riqueza estaba condicionada a la obediencia a Putin. No podían mirar más allá del ejemplo de Mikhail Khodorkovsky, otrora el hombre más rico de Rusia, quien pasó diez años en prisión por apoyar al rival político de Putin, arrestado por delitos fiscales.
Además, otro oligarca, Boris Berezovsky, que prosperó bajo Yeltsin y criticó a Putin, vendió sus participaciones en los medios rusos y se exilió.