Hace 15 años estaba comenzando en Estados Unidos la llamada crisis subprime, que luego evolucionaría a la Gran Recesión de ese país, con un efecto dominó en todo el mundo.
Ayer se anunciaron los ganadores del Premio Nobel de Economía, y uno de ellos es uno de los personajes que debieron lidiar con ese momento crítico para el mundo, en el que se llegó a hablar, incluso, en palabras del entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, de una “refundación del capitalismo”.
El Nobel de Economía de este año fue ganado por los estadounidenses Ben Bernanke, Douglas Diamond y Philip Dybvig, por “haber mejorado significativamente nuestra comprensión del papel de los bancos en la economía, en particular durante las crisis financieras. Un hallazgo importante en su investigación es por qué es vital evitar colapsos bancarios”, de acuerdo con el anuncio de la Academia Sueca de Ciencias.
Bernanke, de 68 años, fue presidente del Sistema de la Reserva Federal (banca central de los Estados Unidos) y, actualmente, trabaja en la Brookings Institution, en Washington.
Diamond, también de 68 años, es profesor de la Universidad de Chicago, y Dybvig, de 67 años, es profesor de la Universidad Washington, en San Luis.
“Bernanke hizo sus investigaciones sobre el tema a comienzos de los años 80, y en ellos buscaba explicaciones sobre la crisis de los años 30”, explica José Darío Uribe, quien por ese mismo periodo tenía el cargo equivalente al del nuevo Nobel, en el Banco de la República, banca central del país.
Luego, continúa Uribe, como presidente de la Fed, impulsó la aplicación de esos hallazgos en la crisis que comenzó a finales del 2007 y se extendió hasta el 2009, y que se conoció como la Gran Recesión.
Sus hallazgos permitieron aplicar nuevas herramientas de política monetaria ‘no convencionales’, señala Uribe, hoy presidente ejecutivo del Fondo Latinoamericano de Reservas (Flar).
En la crisis de los años 30, conocida como la Gran Depresión, se responsabilizó a la Fed de no haber hecho más por empujar la economía, pero en sus trabajos, dice Uribe, Bernanke encontró que eso solo era una parte de la historia. Además de la caída en la producción, la depresión involucraba también una crisis financiera y cambiaria.
Las herramientas convencionales son la tasa de interés de referencia del banco central y otras como las operaciones de mercado abierto, en las que el emisor sale a vender o recoger dinero ya emitido, o los encajes, en los que se decide qué tanto dinero del que captan los bancos deben mantener quieto y no prestarlo a los clientes.
Mecanismos no convencionales
Durante la crisis del 2007, esas herramientas convencionales se encontraron con un obstáculo que era que la principal de ellas, la tasa de interés, ya estaba muy cerca de cero, y al llegar a ese límite es difícil seguir bajando, pese a que en ocasiones sí se establecen tasas negativas, dice Uribe.
Es entonces cuando, por primera vez, se utilizaron de manera masiva las herramientas no convencionales, en momentos en que Bernanke encabezaba la Fed, y debió llevar sus hallazgos teóricos a la práctica.
Aquellos mecanismos no convencionales consistieron, especialmente, en la compra de activos como títulos respaldados por hipotecas o bonos del Tesoro. “Estas medidas tienen efectos en las tasas de largo plazo”, explica el actual presidente de la Flar.
Al final, sigue Uribe, la crisis de los 2000 terminó siendo de mucho menos duración que la Gran Depresión de los años 30.
En Colombia, dice el exgerente del Banco de la República, no fue necesario aplicar ese tipo de herramientas no convencionales. Aunque hubo efectos de la crisis, como en los precios del petróleo, no había una amenaza de crisis financiera, por lo cual, no era necesario llegar a esas medidas.
De Bernanke, Uribe recuerda las reuniones anuales de Jackson Hole, que organiza la Fed de Kansas en esa población del estado de Wyoming (Estados Unidos).
Asimismo, coincidían en Basilea (Suiza) en varias reuniones al año del capítulo de América del Banco de Pagos Internacionales. “Él conocía –dice Uribe– con mucho detalle los fenómenos de hiperinflación en América Latina y, también, las diferencias de Colombia, donde no hubo esa hiperinflación, con respecto a los otros países de la región. También conocía los esquemas de indexación y la inercia inflacionaria en nuestros países”.
Crisis inversionista
La crisis que arrancó en Estados Unidos en el 2007 se desencadenó luego de que años antes ese país crecía a buen ritmo, y el banco central venía subiendo sus tasas de interés desde junio del 2004 hasta el 2006.
Entonces, las tasas de interés variables de créditos hipotecarios de clientes subprime (con pobre historia crediticia) también subieron, y muchos de ellos ya no pudieron pagar sus préstamos.
Para el 2007, ya fue evidente que de manera masiva los clientes ya no estaban pagando sus deudas de vivienda y estaban perdiendo sus propiedades. Por lo tanto, no se podía responder por los bonos emitidos con el respaldo de esas hipotecas.
En consecuencia, luego de la quiebra de los deudores de vivienda vino la crisis para los inversionistas que habían comprado papeles respaldados por hipotecas subprime, que, curiosamente, eran bien calificados por las agencias calificadores de deuda.
Dentro de esas inversiones estaba parte del patrimonio de numerosos bancos, tanto en Estados Unidos como en Europa, y varias entidades financieras históricas como Lehman Brothers o Bear Stearns desaparecieron.
Para el 2009, la crisis había dejado de ser financiera, y el mundo en su conjunto padeció una recesión.
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