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Análisis

Emilio Tapia, el corrupto con corona / Análisis

Tapia parece seguir ganándole la partida a la Colombia que realmente cree en eso de que la justicia es para todos.

Emilio Tapia.

Emilio Tapia. Foto: Andrea Moreno. Archivo EL TIEMPO

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Con pasmosa rapidez, que contrasta con las semanas y meses que suele demorarse la orden de salida de prisión de cualquier fulano en nuestro país, las puertas de la cárcel se abrieron de nuevo para Emilio Tapia, el hombre que bien puede ser considerado como el mayor referente de la corrupción en contratación en Colombia. Un juez de ejecución de penas de Barranquilla le dio la libertad por el cumplimiento de las tres quintas partes de su última condena, la del escándalo de Centros Poblados. Ese fue el robo de 70.000 millones de pesos que debían haber ido a garantizar el a internet de los niños de las regiones más pobres del país y que, dos gobiernos y dos fiscalías después, siguen embolatados mientras los saqueadores disfrutan de la laxitud de nuestro sistema judicial.
Tapia fue capturado y condenado en el 2014 por el billonario robo a Bogotá con el ‘cartel de la contratación’. Aunque una de las condenas que recibió por ese escándalo era de 17 años, ya para 2021 andaba por la calle. Y, como lo vinimos a descubrir, lejos de resocializarse y de cumplir el compromiso de no volver a delinquir, estaba ya para ese momento planeando otro robo a la plata de todos los colombianos.
Aunque en su momento la fiscalía de Eduardo Montealegre denunció que supuestamente estaba buscando darles apariencia de legalidad a bienes producto de la corrupción, logró todas las rebajas y consideraciones a las que puede aspirar un condenado ejemplar en el sistema penitenciario colombiano. Eso, a pesar de las investigaciones por salidas no autorizadas de la cárcel de El Bosque, en Barranquilla, y de otros escándalos, que en todos estos años si algo dejaron en claro es que Emilio Tapia era un corrupto con corona.
Intentos de darle guarniciones militares por cárcel y un rosario de tutelas generosamente falladas a su favor por jueces del Caribe lo blindaron de conocer la realidad que se vive en las cárceles colombianas. Y en todo este tiempo, a pesar de las condenas en su contra y de las evidencias de sus negocios chuecos con la plata de todos los colombianos, Tapia siguió teniendo entrada e interlocución en los más exclusivos círculos del ‘jet set’ de la costa Atlántica.
Se dirá, por supuesto, que el delincuente negoció con la justicia de acuerdo con las reglas de juego vigentes. Aceptó cargos, ofreció delatar a socios de robo y entregó algunas propiedades para tratar de compensar su parte en el saqueo. El caso de Centros Poblados, sin embargo, es muestra del fracaso de nuestra justicia para prevenir que los corruptos de siempre vuelvan a saco la contratación oficial. Y a pesar de todos los antecedentes del ‘carrusel’ de la contratación, el mismo caso por el que el exalcalde de Bogotá Samuel Moreno murió en prisión, son muchos los que consideran que Emilio Tapia logró una ventajosa negociación en el caso de los computadores que nunca llegaron a los niños y del que él mismo se declaró como “cerebro”. El cumplimiento de la entrega de bienes por casi 20.000 millones de pesos que le valió la leve condena de seis años y cuatro meses de prisión al corrupto reincidente debe ser una prioridad. La indignación que hay en el país por la buena estrella del avivato de cuello blanco es más que justificada. A hoy, con dos condenas y miles de millones de pesos saqueados del erario encima, Emilio Tapia parece seguir ganándole la partida a la Colombia que realmente cree en eso de que la justicia es para todos.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En X: @JhonTorresET

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