El año pasado, según datos de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado, la Nación fue objeto de nuevas demandas por unos 22 billones de pesos. Así, de los $ 426 billones que estaban en pleito en el 2020 en casi 370.000 procesos que cursan en tribunales nacionales y externos se pasó a $ 448 billones.
La suma que pretenden los demandantes es superior en casi 100 billones al total del Presupuesto General de la Nación para el 2022 (350,4 billones)
Para que uno se haga una idea de la plata de todos los colombianos que está en juego en las arenas judiciales basta con mirar estos dos datos: la suma que pretenden los demandantes es superior en casi 100 billones al total del Presupuesto General de la Nación para el 2022 (350,4 billones), y unas 30 veces el costo estimado del megaproyecto del metro de Bogotá ($ 15 billones).
La tasa de éxito de la Nación en los procesos judiciales no es nada destacable: apenas llega al 52 por ciento de los casos. Pero cuando interviene la Agencia de Defensa Jurídica se dispara por encima del 80 por ciento, y cuando hay condenas, el monto promedio no alcanza el 20 por ciento de la pretensión inicial de los demandantes. Y desde el 2018, la labor coordinada por la Agencia le evitó a la Nación condenas por más de 60 billones de pesos, entre ellas las pretendidas en dos demandas altamente complejas en tribunales de arbitramento internacional: la de la liquidación de Electricaribe y la que interpuso América Móvil por la reversión de la infraestructura de los primeros contratos de la telefonía celular en el país.
Lo que muestran las cifras es que, a pesar del complejo panorama, el Estado colombiano se está defendiendo mejor en los estrados judiciales. Tras décadas de desidia –en ese campo, era una verdad de a puño decir que la Nación se defendía mal de las demandas en su contra, si es que se defendía–, la creación de la Agencia de Defensa en el 2011 marcó un giro radical que, como país, nos ha ahorrado billones. El blindaje de esa institución de los apetitos políticos ha permitido los resultados que les han dado un respiro a las necesitadas cuentas del país, más en tiempos de pandemia.
Pero aún no es suficiente. Hoy tenemos un panorama de las demandas contra el nivel central y una estrategia coordinada de defensa, pero nadie sabe a ciencia cierta cuántas son y a cuánto ascienden las demandas contra las entidades del orden territorial y municipal. Esa es una vena rota que aún desangra el presupuesto público, porque muchos municipios y algunos departamentos –por falta de recursos, de voluntad política, mala gestión y, también, por corrupción de algunos funcionarios– siguen dando pie a millonarios reclamos o permitiendo que prosperen muchos otros totalmente injustos porque simplemente no hubo una defensa judicial eficiente.
En materia de defensa jurídica, como en todo, tenemos un reto: que las políticas que han sido exitosas se sientan también en las regiones. Un asunto que allí es todavía más urgente, pues cada peso que se pierde por demandas (y por los intereses de condenas no pagadas a tiempo) se resta de las posibilidades de progreso de los municipios y departamentos más pobres del país.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO