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El expediente Merlano: los palos de ciego de la justicia / Opinión

Lo que tiene poca presentación es que la Fiscalía no haya apelado las libertades.

En esta foto se ve el parecido de Aida Merlano con su hija, Aida Merlano Manzaneda.

En esta foto se ve el parecido de Aida Merlano con su hija, Aida Merlano Manzaneda. Foto: Archivo Particular

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A dos semanas de la fuga de la excongresista Aída Merlano, y aún sin pistas concretas sobre su paradero, el caso sigue acumulando capítulos amargos para la justicia colombiana.
Primero fue la impresentable combinación de ineficiencia y corrupción en el sistema carcelario, que creó el escenario perfecto para la huida –vía cuerda y moto– de una procesada que días antes había posado ante cámaras en estado casi agónico, durante su juicio en la Corte Suprema. Y la semana pasada vino la libertad de la hija y el odontólogo de Merlano, capturados en sonados operativos como supuestos cómplices de la escandalosa evasión.
Que un fiscal no consiga convencer al juez de garantías de que el capturado debe seguir privado de la libertad es normal, incluso deseable en cualquier sistema de justicia. Más en países como el nuestro, donde una orden de captura, como decían los antiguos jueces de instrucción criminal, no se le niega a nadie.
La nación enfrenta por esta causa demandas que superan los 23 billones de pesos, y por eso no se puede bajar la guardia en la tarea de garantizar que las detenciones no solo sean ajustadas a la ley y necesarias, sino que no se prolonguen indefinidamente mientras hay una decisión de fondo.
Lo que tiene poca presentación es que la Fiscalía –que inicialmente tomó la decisión de capturar y que en la audiencia aseguró que los dos hicieron parte del plan criminal– no haya defendido su posición y no haya apelado las libertades, e incluso esté pensando en el relevo de los encargados de la investigación.
O bien desde el principio no había razones para las detenciones, y sin embargo se hicieron –de por sí, falla grave–; o la Fiscalía simplemente optó por no arriesgarse a un nuevo regaño judicial transmitido en vivo y en directo, aún estando convencida de sus argumentos.
Casos como el de Aida Merlano, en los que la corrupción carcelaria es palmaria, golpean profundamente la credibilidad de los ciudadanos en su sistema de justicia y fortalecen la percepción de que, con la plata suficiente, no hay cárcel que aguante. Por lo mismo, la acción de la justicia para enfrentarlos no puede transmitirle al país la sensación, equivocada o no, de que se están dando palos de ciego.
La hija de Merlano y el odontólogo siguen vinculados al proceso y tendrán que dar nuevas explicaciones ante los jueces, pues su actuación en el asunto sigue siendo, por lo menos, dudosa.
Aunque eventualmente pueden terminar condenados, la caída de sus capturas ya les dio una primera victoria en el estrado de la opinión pública y ha dado pie para el anuncio de posibles demandas, que serían lo único que le faltaba a esta historia de absurdos de la justicia.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En Twitter: @JhonTorresET

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