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Las vidas y las muertes de Chavela Vargas
Catherine Gund, directora del documental 'Chavela', habla de cómo fue narrar la vida de la artista.
El documental 'Chavela', que revela el lado más íntimo de la mítica cantante, se verá en noviembre en las salas de cine del país. Foto: Cortesía Cine Colombia.
O dejaba de beber o se moría. A los setenta años, no había más opciones para Chavela. Tenía el hígado hinchado como una fruta madura y por dentro una rabia tan grande que ya nadie la visitaba. Estaba vieja, pobre y sola. Su nombre era un olvido colectivo, y si por casualidad alguien la mencionaba, era para lamentar su muerte. Y así a la leyenda de su pasado (de borracheras y de mujeres lindas que no se le resistieron, de noches de mariachis y bohemia) se sumó la de su ausencia.
Entonces, Chavela tomó una decisión: un último tequila, ni uno más. Y cumplió.
Era el inicio de la década del noventa.
La misma época en la que la estadounidense Catherine Gund visitó México para huir de la tristeza de la muerte. Su necesidad de distancia la llevó hasta Chavela Vargas, que, como tantas veces en su vida, hizo lo que se le vino en gana: ganarle a la muerte en vida y renacer una vez más (su primera muerte y su primera resurrección fueron cuando dejó su natal Costa Rica para ir a México y dejó de ser Isabel Vargas Lizano, la hija rara que sus padres jamás pudieron querer). Catherine grabó los encuentros con la cantante sin nada en mente. Su cámara de video era el diario de sus días. Y la gente quería que guardara esos momentos con Chavela porque pensaban que se iba a morir muy pronto. Pero no. Chavela vivió veinte años más y sumó otra leyenda: la de la celebridad que se codeaba con Pedro Almodóvar o Miguel Bosé, la de chamana que cantó en escenarios importantes del mundo. Y sobre esa vida de muertes y resurrecciones Catherine Gund, junto a Daresha Kyi, su codirectora, creó el documental Chavela.
Usted conoció a Chavela en los años noventa. ¿Cómo fue este encuentro? ¿Por qué decidió grabar sus conversaciones con ella?
En esa época no todos tenían una cámara de video. Yo sí, y la llevaba a todos lados conmigo porque luchaba contra la discriminación que recibían las personas con sida. Filmaba a mi comunidad, a mis amigos. Y entonces mi mejor amigo murió. Para alejarme de la pena, viajé a México. Llevé mi cámara. Allí unos amigos me llevaron a un recital de Chavela. Su música, ¡wow!, va directamente al centro de tu cuerpo, hasta tu corazón. Mientras cantaba, sentí que me conocía y que comprendía mi dolor. La conocí en el backstage y le pregunté si podía hacerle unas preguntas y filmarla. Ella me respondió “ven a casa mañana y allí terminas de hacer tu grabación”. Al día siguiente fui y estaban todas estas mujeres mexicanas, jóvenes y lesbianas, que me pidieron que grabara todo. Hace dos años volví a ver el material y decidí, junto a Daresha Kyi, que ahí había una historia por contar. Había que buscar los momentos importantes y otros entrevistados. No fue difícil.
¿Cómo contar la vida de Chavela, un mito del que la gente dice tantas cosas?
Todos creamos mitos sobre nuestros ídolos. Contamos historias sobre ellos, así no sepamos si son verdad o no. Y ella, Chavela, hizo un mito de sí misma. Le gustaba contar cosas y era una gran mentirosa. Decía cosas imposibles: “Una sirena se sentó en mi ventana anoche”, por ejemplo. Otras veces cambiaba las versiones de sus historias. Un día decía que había vivido un año con Frida Kahlo y Diego Rivera. Después te decía que fueron cinco. Si otro día le preguntabas, respondía que nada más dos meses. Y si querías saber cuál era la verdad, te respondía “¿quieres saber la verdad o qué fue lo que yo sentí?” Así que para contar su vida, no hice un ejercicio periodístico. No intenté descubrir qué era verdad o mentira. La mostré tal como era, sin desbaratar el mito. ¿Durmió con Ava Gardner? No lo sé. Pudo haberlo hecho, tenía ese poder sobre la gente. Pero eso es parte del mito.
Catherine Gund grabó en México su encuentro con Chavela Vargas en 1991. Luego, en compañía de Daresha Kyi, produjo el documental que narra su vida y obra. Foto:Cortesía: Aubin Pictures.
Chavela sigue siendo una figura viva en Latinoamérica. Las generaciones más jóvenes la iran y escuchan su música. ¿Por qué cree que es posible esta conexión con un público que no creció con ella?
No solo los jóvenes están enamorados de Chavela. Personas de todas las edades y de todas partes del mundo se siente atraídas por ella. Creo que si aún hay hombres y mujeres coreando su música es porque jamás tuvo miedo de ser ella misma. Chavela nunca se escondió. Algunos dicen “salió del clóset cuando ya era una anciana”. No estoy de acuerdo. Nunca se escondió. Jamás dijo “soy heterosexual”, ni se casó ni tuvo hijos. Fue sincera consigo misma. Y lo hizo a pesar de su sufrimiento, del rechazo de su familia, del alcoholismo que casi la postró. Quizá es esa sinceridad lo que hace que la gente la ire tanto. Porque hizo las cosas a su manera, sin pedirle permiso a nadie.
El documental no esconde nada de Chavela. Ni su inmenso talento ni su amor por la música, pero tampoco su alcoholismo ni su carácter tan difícil y a veces agresivo…
Chavela era muy honesta con su lado bueno y su lado malo. Estaba su talento, su música y su canto, que es lo bueno. Sin embargo, era también una mujer intimidante, poderosa, que podía generar miedo. Y si hubiésemos eliminado esa parte oscura de ella, que le daba toda la complejidad a su carácter, habríamos molestado al público que se habría sentido engañado. Ocultar su oscuridad no habría sido realista, ni con ella ni con su música. Hacerle justicia era mostrar lo problemática que había sido su vida.
Usted conoció a Chavela en su renacimiento, cuando muchos creían que ella estaba muerta. ¿Qué cambió en ella después de ese periodo?
Cuando la conocí estaba sobria y su novia la había dejado, así que estaba muy sensible, en o con sus emociones. Podías hablarle, sentarte a su lado, sentir que te conectabas con ella en su casa. Fue después, al poco tiempo, que Chavela se volvió una celebridad rodeada de gente, protegida, más cortés y muy poco accesible. Alguna vez estuve en un concierto suyo, pero ni siquiera intenté acercarme. En su vejez se transformó en una estrella. Sin embargo, la conocí frente a frente, cuando éramos un grupo de lesbianas jóvenes, oyéndola hablar de la vida y el amor y todas las cosas que la emocionaban. Me siento muy agradecida de haber podido estar cerca de la Chavela antes de la fama.