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El secuestro dejó heridas que la verdad y el diálogo ayudar a sanar

La vida directa de las víctimas, sus familias y el país tuvieron afectaciones por este fenómeno.

Marcha No Más. Bogotá, febrero del 2008

Marcha No Más. Bogotá, febrero del 2008 Foto: Milton Díaz

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Los feligreses,como todos los domingos, llegaron a la misa del padre Jorge Humberto Cadavid, oficiada regularmente en el sur de Cali. En medio de esa mañana soleada, justo unos segundos antes de que el sacerdote hiciera el rito de la elevación, dos camiones y varios hombres bloquearon la entrada de la capilla construida en guadua.
Uno de ellos, vestido con uniforme militar, se acercó al altar y le susurró
unas palabras al padre. Amenaza de bomba, escuchó el sacerdote. Poco a poco, los
asistentes salieron de la iglesia y, entre disparos al aire, fueron obligados a subir a
los camiones. Entre ellos, sin distinción, había niños, mujeres y ancianos.
“El secuestro es más que retener a una persona, es someter a tratos crueles e inhumanos a las víctimas y a sus familias, atentando contra la dignidad humana que nos duele a toda la sociedad(humillación, soledad, incertidumbre, ser mercancía de
intercambio)”, explican en la Comisión de la Verdad.
El secuestro a 194 personas en la iglesia La María, ocurrido en mayo de 1999,
terminaría convirtiéndose en uno de los más emblemáticos de los últimos años y
hace parte de la historia de un conflicto que dejó en Colombia 37.257 secuestros
(registro hecho entre 1980 y 2020 con bases de datos del DAS, la Policía, el Gaula,
Fondelibertad y el Ministerio de Defensa).
A pesar de que en los últimos años, entre otras razones por la firma del acuerdo
de paz, el secuestro en Colombia ha disminuido en un 90 por ciento en relación
con sus picos históricos (que se dieron en el año 2000, con 3.652 casos), varias de las heridas de este flagelo siguen abiertas y hacen parte de la intimidad de los
relatos de las víctimas.
Ómar López con su mamá y esposa tras secuestro en
la iglesia La María, en Cali (septiembre de 1999)

Ómar López con su mamá y esposa tras secuestro en la iglesia La María, en Cali (septiembre de 1999) Foto:Archivo EL TIEMPO

Luego de haber entrevistado a 748 personas, entre víctimas y responsables, y de
recibir 12 informes sobre el secuestro provenientes de diferentes entidades, la Comisión de la Verdad sabe que para sanar esas heridas, además de escuchar los testimonios y de reparar materialmente a las víctimas, es una necesidad que los responsables hagan un reconocimiento de estos hechos ante los afectados directos y la sociedad.
El secuestro es más que retener a una persona, es someter a tratos crueles e inhumanos a las víctimas y a sus familias

La soledad de Lilia

Historias como la de Lilia Fernández, hoy con 75 años, madre de un policía, médico de profesión, que fue secuestrado en 1997 y que nunca regresó a su hogar luego de ser visto por última vez en Guamal, Meta, seguirán siendo un desafío para lograr una reparación integral de las víctimas del país.
“De lunes a viernes, a las 5 de la mañana, le mando un mensaje por la radio.¿Adónde? No sé. En cualquier rinconcito de este mundo. Le digo que me hace muchísima falta, que él es el eje de esta familia y que su silla no la ha ocupado nadie. Yo creo que él está vivo,pero algunos guerrilleros dijeron que lo habían matado. Yo no creo, hasta que no vea sus restos, ahí sí creo. Si al menos uno supiera con certeza dónde está, así sea en
una cárcel. Pero así no. Que digan la verdad, que es lo único que necesito”, dice
doña Lilia con la voz entrecortada.
El caso de Carlos Fernández (hijo de doña Lilia), según el Centro de Memoria
Histórica, hace parte de los 1.255 secuestros de integrantes de la Fuerza Pública de
los que se tiene registro hasta hoy. 
Lilia Hernández y Germán Hernández, familiares de Carlos Alberto Hernández, médico de la Policía secuestrado por las Farc (noviembre de 1997).

Lilia Hernández y Germán Hernández, familiares de Carlos Alberto Hernández, médico de la Policía secuestrado por las Farc (noviembre de 1997). Foto:Archivo EL TIEMPO

Ambos hechos, el de la iglesia La María y el del policía Carlos Fernández, coinciden con uno de los picos históricos del secuestro en el país, que dejaron miles de
relatos semejantes en 936 municipios afectados en Colombia.
Entre los años 2000 y 2003, los altos niveles de secuestros en el país se explican en el mayor uso de los secuestros masivos por parte de las guerrillas, como forma de equilibrar la pérdida de control territorial en los lugares en los que solían realizar secuestros individuales.
Ahí, en ese mismo periodo, en el que ocurrió la toma de Mitú, el secuestro del avión de Avianca y de los 12 diputados del Valle, también creció la retención forzada por
parte de la delincuencia común.
Según información de Fondelibertad, la mayoría de los secuestros, al menos
un 53 por ciento,tenían una finalidad económica, mientras que apenas el 7  por ciento eran realizados con un motivo político.
Un dato preocupante es que todavía existe un número alto de casos, el 40 por ciento, en los que no se ha podido establecer cuál fue el verdadero motivo del secuestro.
Cabo del Ejército, uno de los liberados en la operación
Jaque en la zona del Guaviare.

Cabo del Ejército, uno de los liberados en la operación Jaque en la zona del Guaviare. Foto:Archivo EL TIEMPO

*Una alianza de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO y la Comisión de la Verdad, con el apoyo de la Unión Europea en Colombia. #EuropaCreeEnColombia

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