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Comunidades: un ejemplo de superación y cuidado ambiental

Varias comunidades tomaron la decisión de sumar esfuerzos para frenar la la deforestación.

El monitoreo de recursos naturales, la restauración de bosque y la creación de empresas ecosostenibles se han vuelto populares entre quienes luchan por proteger los territorios.

El monitoreo de recursos naturales, la restauración de bosque y la creación de empresas ecosostenibles se han vuelto populares entre quienes luchan por proteger los territorios. Foto: iStock

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“La sostenibilidad ambiental implica el uso de métodos de producción e innovación que preservan los recursos para el futuro”. La sostenibilidad también “necesita capturar el lado social del sector, empoderando a las mujeres y los jóvenes y asegurando que la producción a lo largo de la cadena de valor respete las normas y estándares sociales”, explicó el director general de la FAO, QU Dongyu.
En ese sentido, de acuerdo con Luisa Ortiz Luna del Fondo Mundial de la Naturaleza, WWF, Huila, Putumayo y Caquetá son algunos de los territorios donde hay ejemplos de cómo proteger la naturaleza. En 2018, el bosque deforestado en Colombia sumó 197.159 hectáreas, una extensión incluso más grande que la de Bogotá. Esta magnitud demuestra que, a pesar de la disminución del 10 % respecto a la cifra del año anterior, resaltada por el Ideam, la problemática sigue siendo un desafío para el país.
El monitoreo de recursos naturales, la restauración de bosque y la creación de empresas ecosostenibles se han vuelto populares entre quienes luchan por proteger los territorios.
“La sostenibilidad ambiental implica el uso de métodos de producción e innovación que preservan los recursos para el futuro”. La sostenibilidad también “necesita capturar el lado social del sector, empoderando a las mujeres y los jóvenes y asegurando que la producción a lo largo de la cadena de valor respete las normas y estándares sociales”, explicó el director general de la FAO, QU Dongyu.

Asociación para el Futuro con Manos de Mujer – Asfumujer:

La Asociación para el Futuro con Manos de Mujer - Asfumujer nace a partir de la necesidad de un grupo de mujeres del Sur del Tolima de unirse frente a problemáticas que afrontan estos territorios y que afectan de manera directa las condiciones de las mujeres.
Asfumujer, es una organización de mujeres indígenas y campesinas y sus familias, que en el municipio de Natagaima, Tolima vienen adelantando un trabajo basado en la defensa y promoción de los derechos de las mujeres, la defensa del territorio y la cultura a través de la educación y capacitación en derechos, la consecución de la soberanía alimentaria, la gestión y la incidencia en lo público e institucional.
Se conforma un grupo de mujeres que a diario utilizan la unión para promover la defensa de los derechos de las mujeres y el cuidado del agua y el territorio. Esto les ha dado aliento para pensarse como parte de un territorio que se construye día a día.
“Las siembras de monocultivos de arroz, sorgo, algodón, cachaco para hojas de tamal, plátano entre otros, y el uso de los venenos y las semillas transgénicas, el arriendo de la tierra, el robo del agua por unos pocos actores del territorio; son prácticas que bajo el nombre del desarrollo; generan degradación de los territorios y la muerte de quienes no pueden hablar como la naturaleza y las generaciones que no han nacido”, declaró Luz Alba Trujillo presidenta de Asfumujer.
En un largo camino heredado de sus abuelas y madres, han entendido que el agua es un recurso que se agota y por lo tanto hay que protegerla.
“El agua necesita de las manos de mujeres que la usen con sabiduría y que de manera organizada la defendamos de la minería, del monocultivo y la llevemos a la agricultura adaptada de nuestros ancestros unida a las semillas que mejor han evolucionado con ella. Para nosotras, las mujeres organizadas en Asfumujer, la cosecha del agua es ante todo la gestión del territorio desde el corazón mismo de las mujeres”, explicó Trujillo.
Es un proceso integral que va más allá de sacar el agua de un aljibe o de una quebrada. La cosecha del agua es la manera para construir organización, defender el territorio, recuperar semillas y soberanía alimentaria y crecer juntas.
En lo productivo y ambiental, la práctica de la agricultura pijao, la agroecología y la cosecha del agua les sirven para enfrentar el hambre, pero también para recuperar las heridas del territorio y para establecer diálogos y alianzas con otros que también se empiezan a preocupar por él.
Estas mujeres apuntan a vivir en este territorio, pero no de cualquier manera. Lo hacen, planteando propuestas de bienestar y buen vivir para sus familias y la región.

De cazadores a protectores del oso andino:

Cuando en 2004 las noticias locales publicaron que se había visto un oso andino, también conocido como oso de anteojos, en el pequeño pueblo El Pensil, en el departamento de Huila, algunos habitantes se llenaron de emoción al saber que esta impresionante especie estaba en su territorio. Incluso hay quienes recuerdan que un cazador que se encontró un oso frente a frente desistió de matarlo y prefirió aprovechar la oportunidad para contemplarlo. Desde entonces, según Ortiz, varias personas de la comunidad le apostaron a su conservación y al ecoturismo como alternativas para el desarrollo económico en la región.
Con ayuda de instituciones como el Sena, algunas personas se capacitaron en desarrollo sostenible. Uno de ellos fue Edwin Fernando Valencia, quien hace parte de la organización Mashiramo, conformada por personas del territorio y dedicada a monitorear al oso para asegurar su protección. A ésta empezaron a unirse voluntarios, muchos de ellos antiguos serradores de árboles y cazadores, a quienes los invitaban a participar en los talleres y quedaban fascinados con la conservación de bosques y especies como el oso andino, por su papel clave al dispersar semillas en nacimientos de agua. Con el tiempo, el esfuerzo dio frutos y fue así como 22 osos fueron identificados en el sur del Huila y la cifra de ocho osos asesinados entre 2005 y 2007 bajó a un oso entre 2008 y 2019.
El trabajo de Mashiramo no solo ha contribuido a la conservación de esta especie. También ha logrado apoyar otras especies emblemáticas, como el águila crestada, en medio del monitoreo realizado por 23 personas de la organización. Es lo que suele suceder en los procesos con especies sombrillas como el oso andino, pues, explican los biólogos, su protección significa también la del territorio que habitan y la de otros animales que son sus presas.
Hoy, Mashiramo es reconocida como un modelo nacional de emprendimiento sostenible y su experiencia de monitoreo ha servido de ejemplo para otros procesos que se están desarrollando en el país. Por ahora, los cazadores se han alejado del monte, como recuerda Edwin, campesino certificado como guía de turismo.

De la ganadería al turismo de naturaleza

José Noé Rojas dedicó la mitad de su vida a las labores de ganadería y pastoreo en el departamento del Guaviare, allí compró la finca La Florida, a 90 minutos por tierra desde San José del Guaviare. “Un terreno de 135 hectáreas que tiene un tesoro como patio trasero: Cerro Pinturas”, como él mismo la define.
El contexto de conflicto armado de la época y la ausencia de conciencia ambiental hicieron que los cultivos ilícitos y la ganadería extensiva fueran las únicas alternativas productivas para Don José Noé en el pasado, así como también lo fue para muchas otras fincas ubicadas en la Serranía de La Lindosa, el paraje montañoso de la Amazonía colombiana mayormente conocido por su gran acervo cultural (cuenta con pictogramas hechos por comunidades indígenas hace más de 1.000 años) y sus maravillas naturales.
En aquellos días difíciles, el consuelo de la familia Rojas era charlar con los vecinos y los pocos viajeros que se acercaban a su predio para visitar los más de 1.200 metros cuadrados de pictogramas que existen en Cerro Pinturas.
Conscientes de estas maravillas, la familia Rojas decidió abrirles las puertas a diferentes expertos, quienes por años le “pusieron cuidado” (como dice Don José Noé) al arte rupestre que existe en las cercanías de la finca La Florida, dado que es un patrimonio cultural único y muy valioso.
Luego de informarse y de recibir apoyo de programas ambientales, la familia dejó la ganadería y ahora está comprometida con una alternativa productiva.
“Una de las decisiones más importantes que hemos tomado como familia fue sacar las vacas del predio hace ocho años y no volver a tumbar un solo árbol. Nos dimos cuenta de que la ganadería deteriora la tierra y de que los suelos dejan de ser productivos; además, en ese momento notamos que los nacimientos de agua que estaban cerca de la finca se estaban secando, por esto decidimos comprometernos con el medioambiente”, afirmó Don José Noé respecto a su cambio de visión y la consciencia que tomó él y su familia respecto al cambio climático.
Hoy, ya son 15 las familias que viven del turismo en la vereda Cerro Azul y que pertenecen a Corpolindosa, una organización comunitaria que agremia un total de 82 familias en la Serranía de La Lindosa que decidieron apostarle al turismo comunitario.

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