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La muñeca negra que reivindica la niñez del Pacífico colombiano
La escritora asegura que no hay palabras para explicar lo que le produce el cariño de su público.
La maestra Mary Grueso es un referente de la literatura del Pacífico en Colombia y en el exterior, sus textos han contribuido a la reivindicación de este territorio y sus posibilidades. Foto: Sergio Acero El Tiempo
El 16 de julio de 2016, 70 niñas bonaverenses desfilaron vestidas de muñecas negras por las calles del principal puerto de Colombia, un sitio estigmatizado del que no pocas personas solo conocen sus problemas y dificultades.
El desfile lo hicieron en el marco del trigésimo primer Festival Folclórico del Litoral Pacífico, organizado por la Alcaldía Distrital de Buenaventura.
Fresnel Bonilla, coordinador de carrozas y comparsas, vistió una Chevrolete LUV roja de los cuentos de La Niña en el Espejo y La Muñeca Negra y diseñó los vestidos de las 70 niñas que le hicieron la corte a la escritora Mary Grueso, una mujer de 76 años de edad que ha dedicado más de la mitad de su vida a reivindicar su territorio, el Pacífico colombiano, a través de las letras.
La maestra Mary nació en Guapi, Cauca, el 16 de abril de 1947, un año antes de que mataran a Jorge Eliécer Gaitán. “Nací con la violencia”, dice, y luego cuenta que su papá fue a Buenaventura a trabajar en un ingenio cortando caña, cuando ella era apenas una niña.
Para la época de la violencia, la que empezó con la muerte del caudillo liberal en un lugar siempre lejano del Pacífico como lo es Bogotá, al papá de Mary le tocó esconderse entre los cañaduzales porque, tal como cuenta la poeta, “los famosos chulavitas dieron vuelta por acá”.
“La muerte de Gaitán, hasta Cristo la lloró”, declama la maestra como parte de un poema que le hicieron al político por su asesinato.
El papá de Mary empezó siendo cortero de caña, luego fue cabo y terminó siendo supervisor, por lo que la familia se quedó a vivir en el puerto. Su madre era modista lo que llevó a la poetiza a estudiar ese arte en Tuluá.
Sin embargo, su destino estaba marcado por las letras. Primero fue maestra de escuela y luego, con uno de los mayores duelos de su vida, empezó su escritura.
Mary cuenta su historia con todo el cuerpo, porque con todo el cuerpo habla. Con la boca y las manos, pero más que nada con unos ojos grandes y negros que han visto a miles de niños y jóvenes emocionarse por su presencia en pueblos, colegios y universidades, cuando los visita para hablar de sus poemas y recitarlos. Su biblioteca está llena de obras antiguas y contemporáneas que ella visita cada tanto.
Ahí, cuando se trata de describir la emoción que le produce el cariño de la niñez y la juventud de los lugares que visita, ahí sí se agotan las palabras.
“Difícilmente le puedo contar lo que siento. Eso es un instante que uno vive, pero es tan fuerte, que difícilmente se puede expresar. Cuando veo esas niñitas de 13 o 14 años recitando La Muñeca Negra se me eriza todo porque están llegando mis textos a las personas que yo quiero que lleguen, que son los niños. Están hablando del Pacífico, aunque no sean Pacífico, están conociendo el Pacífico a través de mí. Las palabras me quedan cortas, es la felicidad viva y pura”, dice.
Así inició su oficio
En su biblioteca, junto al Quijote de la Mancha están sus libros,los que empezó a escribir para sobrellevar la pena de la muerte de su marido, y luego continuó para exaltar las riquezas de su territorio.
En 1980 se graduó de maestra bachiller de la Normal Nacional La Inmaculada en Guapi, 14 años después se convirtió en licenciada en Español y Literatura y, para 1999, en especialista en Enseñanza de la Literatura de la Universidad del Quindío (Armenia).
En los noventa, cuando era maestra, su esposo murió de cáncer y ella sintió un dolor tan grande que no la dejaba ni descansar en las noches. “En cuestión de relaciones, hay cosas pequeñas que son significativas. Cuando nos íbamos a dormir, él ponía su brazo izquierdo debajo de mi cabeza y yo ahí me quedaba. Cuando murió me hacía falta todo él, pero lo que más fue su brazo al dormir”, dice. Entonces se levantaba con desesperación y escribía lo que sentía.
Cuando nos íbamos a dormir, él ponía su brazo izquierdo debajo de mi cabeza y yo ahí me quedaba. Cuando murió me hacía falta todo él, pero lo que más fue su brazo al dormir.
También es especialista en Lúdica y Recreación para el Desarrollo Social y Cultural de la Universidad Los Libertadores de Bogotá y estudió un posgrado en Enseñanza de la Literatura, en la Universidad del Quindío, en el 2000. Desde 1995 asiste al Encuentro de Mujeres Poetas colombianas, en el Museo Rayo, de Roldanillo, en el Valle del Cauca. Sus escritos junto a los de Lucrecia Panchano Quintero, María Teresa Martínez Neiva y María Encina Valencia forman parte de la antología poética Almadres negras.
La tradición de su tierra
“En el Pacífico somos de tradición oral y a mí la poesía y la literatura me han servido para todo”, asegura.
Cuenta que a su región “le han puesto un ‘INRI’ de haragana”.
A la región del Pacífico le han puesto le han puesto un ‘INRI’ de haragana.
“Ven unos hombres jugando dominó a las 10 de la mañana y los llaman holgazanes, pero no saben que son pescadores y que están trabajando desde las 3 de la mañana. A esa hora esa gente ya trabajó”, puntualiza.
Dice también que “los males comunicados, si no se calman, se alivian”. Y que de ahí la importancia de que tengamos una voz que desde adentro pueda manifestar lo que nos pasa.
Desde hace más de treinta años, ante el dolor de la muerte, Mary vive entre las palabras que se esfuman cuando trata de describir lo que siente al llegar a compartir su experiencia en colegios y universidades, y los estudiantes la reciben con aplausos y algarabía.
Y las palabras regresan para materializarse cadenciosas en sus poemas y ahí, entre verso y verso recitado, el que se desvanece es su acento pacífico.
Vuelven las palabras para que ella pronuncie el poema de sus muñecas negras, o el que da respuesta a de dónde es, o ese otro que se ha convertido casi que en un himno de los colegios de la región, en el que pregunta que por qué le dicen morena si morena no es color. Mary Grueso es negra.
Y su escritura, después de salvarla de la pena de la pérdida de su marido, ha servido para mucho más. La niñez del Pacífico la recita y en el interior ya es conocida. Sus poemas hablan de su territorio estigmatizado y logran darle un giro a ese sitio que algunas personas quieren pintar como hostil, pero que es mucho más que eso.
En la antología Negras Somos, la poeta Águeda Pizarro Rayo sentencia que los poemas de Mary son “esculturas talladas por su mente y su corazón. Se pueden comparar a los tambores de África que los esclavos recrearon en América, para enviarse mensajes de libertad inescrutables para los amos blancos y los negreros”.
Se pueden comparar a los tambores de África que los esclavos recrearon en América, para enviarse mensajes de libertad inescrutables para los amos blancos y los negreros.
La escritura de la maestra caucana reivindica los procesos del Pacífico y su historia, y ya es contada por mucha gente de allí y también de fuera.
“Mary es un referente en la cultura del Pacífico. Sus libros los leen los niños y las niñas de las escuelas del territorio y se sienten identificados con ellos. A donde quiera que llega ella es una sensación”, dice Bonilla.
En otro de sus textos, la poetisa se pregunta que por qué le dicen morena, si morena no es color. “¡Negra soy!”, dice Mary, y lo repite y lo repite sin cansancio, al tiempo que evoca la historia de su pueblo, que tuvo que alcanzar la libertad a sangre y fuego para romper las cadenas.
Mary es referente de Juntanza Étnica
‘La Muñeca Negra’ es uno de los poemas emblemáticos de la maestra Mary. Foto:Foto: Aldemar Castillo/archivo particular.
La maestra Mary es emprendedora y referente de Juntanza Étnica de USAID y ACDI/VOCA, programa con el que también tiene un proyecto en Vitrina Pacífica en alianza con la Cámara de Comercio de Buenaventura, que le brinda asesoría y fortalecimiento técnico.
Este es un aparte de uno de sus poemas:
“Que de dónde soy me preguntan muchas veces
Soy una mujer negra del Pacífico colombiano
Donde muchos ríos descienden cantarinos, se anudan al mar con la misma dulzura a beber aguas al obre de sus entrañas
Donde los peces viajan insistentes en mi memoria y los alcatraces pescan esperanzas
Donde el viento se lleva el sonido del tambor y te trae el olor de la marea a lontananza
Donde la lluvia toca tu ventana para despertarte mientras arrulla las islas y las olas besan la arena en la playa con lamento obstinado...”.
‘La Muñeca Negra’
Le pedí a Dios una muñeca
pero no me la mandó;
se la pedí tanto, tanto,
pero de mí no se acordó.
Se la pedí a mi mamá
y me dijo: “pedísela duro a Dios”,
y me jinqué de rodillas
pero a mí no me escuchó.
Se la pedía de mañanita
antes de rayar el sol
para que así tempranito
me oyera primero a yo.
Quería una muñeca
que fuera como yo:
con ojos de chocolate
y la piel como un carbón.
Y cuando le dije a mi taita
lo que estaba pidiendo yo
me dijo que muñeca negra
del cielo no manda Dios;
“buscáte un pedazo’e trapo
y hacé tu muñeca vo”.
Yo muy tristecita
me fui a llorá a un rincón
porque quería una muñeca
que fuera de mi color.
Mi mamá muy angustiada,
de mí se apiadó
y me hizo una muñeca
oscurita como yo.
‘Negra soy’
“¿Por qué me dicen morena?
Si moreno no es color,
yo tengo una raza que es negra
y negra me hizo Dios.
Y otros arreglan el cuento
diciéndome de color
dizque pa’ endulzame la cosa
y que no me ofenda yo.
Yo tengo mi raza pura
y de ella orgullosa estoy,
de mis ancestros africanos
y del sonar del tambó.
Yo vengo de una raza que tiene
una historia pa’ contá
que rompiendo sus cadenas
alcanzó la libertá.
A sangre y fuego rompieron,
las cadenas de opresión,
y ese yugo esclavista
que por siglos nos aplastó.
La sangre en mi cuerpo
se empieza a desbocá,
se me sube a la cabeza
y comienza a protestá.
Yo soy negra como la noche,
como el carbón mineral,
como las entrañas de la tierra
y como el oscuro pedernal.
Así que no disimulen
llamándome de color,
diciéndome morena,
porque negra es que soy yo”.
MÁS CONTENIDO*. Un proyecto de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO en alianza con el Programa Juntanza Étnica de USAID y ACDI/VOCA.