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Editorial
Ratón de Biblioteca: el vecino que salva a los niños con la imaginación
En 44 años, la fundación creada por Clemencia Gómez ha transformado la vida de unos 71.749 niños y jóvenes.
Desde sus inicios, la Fundación ha sido un espacio seguro para los niños y jóvenes, donde también aprenden a leer. Foto: RATÓN DE BIBLIOTECA
Con la convicción de que los libros eran y son los mejores compañeros de vida de cualquier persona en la Tierra, Clemencia Gómez de Jaramillo salía a recorrer en un Renault 4 las calles de los barrios periféricos de la capital paisa para entregar ejemplares de todo lo que conseguía.
Entre más rayones amarillos y verdes recibía su carro en los choques con los buses de transporte público, mejor la aventura.
Eran los años 80 y no resultaba fácil ir por los sectores populares de Medellín en aquellos tiempos, cuando no había seguridad de regresar vivo de cualquier aventura callejera.
Federico Jaramillo, miembro de la Junta Directiva de la Fundación Ratón de Biblioteca, que ella creó, destaca el rol y la entrega de su madre en esa misión autoimpuesta, y sus resultados: en 44 años ha transformado la vida de 71.749 niños y jóvenes.
Muchos de esos niños de los años 80 dan testimonio hoy de que, gracias al “buen vecino”, el Ratón de Biblioteca, recuperaron la confianza y la posibilidad de soñar, crear, imaginar y volar tan alto como los personajes de los libros.
Clemencia Gómez de Jaramillo era una arquitecta apasionada por la lectura. Foto:RATÓN DE BIBLIOTECA
Herramienta para pensar
En 1981, cuando nació la Fundación, la violencia sicarial afectaba, especialmente, a los niños y jóvenes de la periferia, y Clemencia creía conocer la fórmula para salvar a muchos. “Tenía la idea de que cuando un niño se conectaba con historias de fantasía y cuentos, adquiría más herramientas para pensar en su vida presente y futura”, cuenta Sandra Zuluaga, directora de Ratón de Biblioteca.
Con la Fundación, Clemencia generó alianzas con la Universidad de Antioquia y la Escuela de Bibliotecología para hacer el Censo de Bibliotecas Populares del Área Metropolitana de Medellín y un plan metropolitano de bibliotecas populares que brinda capacitación en gestión y dotación de colecciones para estos pequeños centros.
En 1987 creó el Proyecto de Cajas Viajeras, istrado inicialmente por la Biblioteca Pública Piloto, con el cual se inició aquel sueño de llenar de libros a Medellín.
Su esposo, Juan Guillermo Jaramillo, recuerda que Clemencia compró unas 30 cajas y las llenó de al menos 60 libros, todos nuevos, y poco a poco empezaron a rotar hasta cumplir su fin: viajar por toda la ciudad y llegar a todos los niños.
“Cuando Ratón empieza a trabajar, lo hace con una convicción de que el lenguaje es una forma transformativa de la vida que permite que las personas puedan encontrar un lugar en el mundo, encontrarse con otros y poder construir un espacio mucho más grato”, dice Didier Álvarez, profesor de la Escuela Interamericana de Bibliotecología.
Clemen era un ser humano exótico. Tenía el encanto de unir el afecto de ver la vida con un gran interés: desarrollar y crear pequeñas revoluciones sociales a través de la lectura, y eso justamente hizo con Ratón: una pequeña revolución
CLAUDIARESTREPOMiembro de la Junta Directiva y amiga de Clemencia.
Muestra de confianza
Fue en 1995 cuando Duván Londoño conoció el verdadero significado de la confianza, en medio de la violencia, el conflicto, el estigma, la periferia del barrio Villa Niza.
Aquel vecino, el Ratón de Biblioteca, le dio la oportunidad de llevar libros a su casa y depositó en el pequeño Duván, de 11 años en aquel entonces, la confianza de que los regresaría en las mismas condiciones en las que los estaba recibiendo.
Tomó *Solomán*, de Ramón García Domínguez, para sumergirse en las aventuras de un héroe sin poderes sobrenaturales pero sí con sentido común, y desde aquel viaje comenzó su amor por la lectura y por el trabajo social.
“Cuando llegó Ratón de Biblioteca, no como una biblioteca sino como un centro de promoción de lectura, de la escuela Fidel Antonio Saldarriaga nos empiezan a llevar allá. Ratón fue un espacio de creación impresionante a través de la literatura. Gran parte de mi vida está conectada a ellos, pues no solo fue leer sino poder escribir, imaginar. Era vivir la imaginación como un lugar seguro. Llegaron como un salvavidas de imaginación para ver otros mundos posibles en medio de una realidad tan compleja en la que vivíamos y vivimos aún”, dice Londoño.
Esa chispa de imaginar, de explorar lo que parecía inexplorable, hicieron que terminara estudiando antropología con maestría en antropología visual y cine, estudios que le han dado las herramientas para continuar aquel legado que le sembró Ratón de Biblioteca: trabajar por su comunidad y devolverles la confianza a aquellos que, como él, la perdieron por el conflicto o por las diferentes adversidades del camino.
“Actualmente trabajo en un proyecto con familias de Ituango llamado *Retratos Hablados*. Es un proyecto de memoria a través del testimonio de personas que de alguna manera tienen el recuerdo de alguien que desapareció por la violencia o por alguna otra situación. Así les enseño el valor de la confianza y de imaginar otros mundos posibles”, dice Londoño.
Lo que empezó en un Renault 4 que iba por toda la ciudad hoy son cinco sedes en Villa Guadalupe, Villa Socorro, Villatina, El Raizal y La Esperanza. En esos lugares no solo hay lectura, sino también risas de niños, arte, amor, paz y sobre todo libertad para ser quien se quiera ser.
“Ratón es hoy un sitio especial para los niños. Es su casa, es el lugar donde imaginan, donde reflexionan, donde sueñan”, dice Juan Guillermo Jaramillo.
Clemencia Gómez de Jaramillo ya no está, pero su ‘pequeña revolución’, hecha con el salvavidas de la imaginación, sigue vigente con su Fundación y en la mente de quienes siguen sus pasos.
Balcón de los Artistas: el lugar que cambió las balas por el baile
Al compás de Carlos Gardel, en 1992 Martha Elena Álvarez comenzó a bailar en las calles de Manrique Oriental (comuna tres de Medellín) invitando a niños y jóvenes a sumarse a su danza para alejarse de la violencia de los años 90.
Así nació el Balcón de los Artistas, una corporación que apuesta por el arte como el camino a la salvación del mundo.
“Nuestro fuerte es la danza. Yo bailo desde muy pequeña y quise compartir esta pasión con los niños y jóvenes de Manrique para alejarlos de tantos peligros”, explicó Álvarez, quien la fundó hace ya 33 años.
Primero, trabajó en las calles de Manrique con 50 niños. Luego, su padre le permitió enseñar en un piso de su casa y ahora cuenta con dos sedes de academia y una compañía con las cuales ha impactado a más de 28.000 jóvenes y niños que, a través de espacios de convivencia, desarrollo social e inclusión con el arte y la danza, han encontrado en los bailes de salón, como el tango y la charanga, además de la salsa, la oportunidad de transformar sus vidas y surgir en medio de las adversidades.
“La danza permite que los niños tengan niveles de conciencia, de que ellos puedan decidir frente a una situación de droga, frente a que su papá o su mamá sea drogadicto y cómo ellos pueden ver eso y sobrellevarlo sin violencia. Es fascinante ver cómo la danza educa de múltiples maneras y en lugar de acudir a la guerra, los chicos crecen, evolucionan y encuentran alternativas”, resaltó Álvarez.
Su mayor satisfacción, a sus 63 años, ha sido ver triunfar a los niños y jóvenes que con su baile han dejado en alto el nombre de Colombia en diferentes competencias.
Precisamente, en marzo de este año los bailarines Cristian Camilo Durán Durán y María Fernanda Ossa Álvarez, del Balcón de los Artistas, alcanzaron el primer lugar, en la categoría salsa cabaret, en la Oaxaca Paramount Cup, una de las competiciones internacionales más prestigiosas de danza.
“De aquí han salido chicos con problemáticas muy delicadas, pero es tan bonito y motivante ver cómo salen adelante y triunfantes, gracias a la disciplina y la resiliencia que nos da la danza. Ellos saben que se lo han ganado a punta de esfuerzo y dedicación y que nunca hay que rendirse”, concluyó Álvarez.