Hay amores que se nutren con una caricia o con un abrazo, con un trato digno y respetuoso.
Así fue el amor que recibieron a diario los niños que pasaron por el hogar de Vilma Rojas, quien trabajó como madre sustituta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), seccional Meta.
Durante esas tres décadas centenares de niños recibieron los cuidados de Vilma y se beneficiaron con el afecto que les entregó a través del programa del ICBF.
Con genuino amor ella dedicó buena parte de su vida a paliar el dolor del abandono e indiferencia de sus padres.
Cada caso es una historia que dejó lecciones. Por ejemplo, una muy significativa es la de Juan Hidalgo* un niño que nació con una discapacidad irreversible y, además, le tocó sufrir el abandono de sus padres desde sus primeras horas de vida.
Tuvo todo el amor y el cuidado de Vilma y su familia desde que era un bebé y durante unos años hasta cuando, para sorpresa de ella, fue elegido por una familia residente en Norteamérica como su hijo adoptivo.
Aunque la despedida fue nostálgica, el hecho de saber que este paso significaba un futuro mucho más prometedor para su “hijo Juan”, a quien sigue considerando así en su corazón, le representó la mejor retribución que la vida pudo darle a él y a ella.
Entre risas, Vilma cuenta que inició su tarea sin estarlo buscando, Fue gracias a una vecina que todos los días llevaba a su hija a jugar con su pequeña.
Un tiempo después de que estas jornadas de diversión entre las niñas se hicieran habituales, ella supo que la pequeña con quien su hija compartía hacía parte del programa que lideraba el ICBF para menores en situación de abandono y que su amiga ejercía como “mamá sustituta” de la niña.
Tras identificar en Vilma ese amor y dedicación claves en el proceso de crianza y cuidado de un niño, le propusieron sumarse a esta misión.
Es así, que desde 1995 la vida de Vilma – así como la de su familia- cambió para siempre, al igual que la de más de 2.000 niños y adolescentes.
Su familia, conformada por su esposo y dos hijos, impulsados por el inmenso corazón de la madre sustituta, pusieron la misma disposición y les brindaron siempre un refugio de amor y les enseñaron a tener como referente los valores del comportamiento humano a cada niño o joven que allí llegaba.
Cada caso era único. En su hogar acogieron niños discapacitados, enfermos y en diferentes condiciones de especial vulnerabilidad.
Algunos de ellos fueron encontrados abandonados en potreros, en la basura y en las calles. A su casa llegaban pequeños de todas las condiciones, edades y raza. Todas sus historias con un común denominador, niños con carencia de amor.
"No sé como a unos niños tan pequeños les cabe tanto dolor y tanta carga en su corta vida; solo Dios les ayuda a sobrellevar su condición y sanar a través de familias como la nuestra, que nos sensibilizamos ante el dolor y aportamos un granito de arena para mejorar su situación y ver milagros con el poder de Dios. Hoy en día muchos de ellos viven en hogares felices por todo el mundo, son profesionales y han sanado en gran parte sus heridas", expresa con emoción y orgullo.
Vilma asegura que la satisfacción más grande para ella y su familia, es haber contribuido a restaurar los derechos de estos niños y facilitar su reintegración familiar o su adopción.
En un cofrecito de su memoria guarda imágenes muy emotivas de memorables reencuentros entre padres e hijos y las sonrisas de cada uno de los niños que eran escogidos por una familia adoptante, así como los gestos de gratitud de madres, padres y abuelos de los niños que cuidó temporalmente y que iniciaban ese esperanzador viaje de regreso a sus hogares.
(*) Nombre ficticio para guardar su identidad.