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Análisis

El año de los señores de la guerra en África

Estas figuras han resurgido en las regiones: el Cuerno de África, los Grandes Lagos y el Sahel. 

África


Foto: Alexis Huguet. AFP

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Las perspectivas de África para este año son sombrías debido al resurgimiento de los señores de la guerra y a la continua debilidad de las instituciones regionales, como consecuencia de la debilitación de los poderes hegemónicos del continente. La reciente suspensión de la ayuda a Sudáfrica por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en respuesta a lo que describió mendazmente como la confiscación ilegal de tierras blancas por parte del gobierno liderado por negros, y su oferta de darles estatus de refugiado a los afrikáners blancos supuestamente oprimidos, señalan los desafíos que se avecinan.
Los señores de la guerra, que prevalecían en África en la década de 1990, han resurgido en las regiones más volátiles del continente: el Cuerno de África, los Grandes Lagos y el Sahel. En Sudán, las Fuerzas Armadas Sudanesas del general Abdel Fattah al-Burhan continúan enfrentándose con las Fuerzas de Apoyo Rápido dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo (o Hemedti, que significa “pequeño Mohamed”). La guerra civil, que comenzó en abril de 2023, ha desplazado a 12 millones de personas –una cuarta parte de la población de Sudán– y ha causado unas 150.000 víctimas. Con el aumento de la amenaza de hambruna, el conflicto ha desencadenado una crisis de refugiados en Chad y la República Centroafricana, lo que hace temer que la agitación pueda extenderse.
La violencia intercomunitaria persiste en el vecino Sudán del Sur, a pesar de que el presidente Salva Kiir y el vicepresidente Riek Machar han permanecido en un incómodo “gobierno de unidad” desde 2020. Los dos hombres, líderes de grupos étnicos rivales, libraron una guerra civil de siete años que desplazó a casi cuatro millones de personas y mató a otras 400.000. El continuo retraso de las primeras elecciones del país, junto con las crisis climáticas, económicas y alimentarias, exacerbará las tensiones.
En la región de los Grandes Lagos, el presidente de Ruanda, Paul Kagame (un autócrata que, reveladoramente, obtuvo el 99 % de los votos en las elecciones del año pasado) y el presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Félix Tshisekedi (que también fue reelegido de forma controvertida en diciembre de 2023), siguen actuando como señores de la guerra en un conflicto de décadas en el este de la RDC.
Un trío de juntas militares ha surgido en el Sahel asolado por la pobreza. El capitán del ejército Ibrahim Traoré en Burkina Faso, el general Assimi Goïta en Malí y el general Abdourahamane Tchiani en Níger luchan contra los yihadistas respaldados por el extranjero que controlan grandes extensiones de territorio y han matado a más de 20.000 personas y desplazado a otras 4,2 millones.

Potencias regionales debilitadas

Desafortunadamente, las potencias regionales de África –Sudáfrica, Nigeria, Etiopía y Argelia– se han visto debilitadas por preocupaciones internas y, por lo tanto, no pueden fortalecer la integración y las instituciones regionales, que son cruciales para los esfuerzos de mantenimiento de la paz y para defenderse de los actores externos.
Después de décadas de dominio político, el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica ahora gobierna en coalición con la Alianza Democrática, después de haber perdido su mayoría legislativa gobernante el año pasado. A pesar de su papel de liderazgo mundial como presidente del G20 de este año, Sudáfrica, uno de los pacificadores más importantes del continente, ha reducido sus compromisos regionales. En julio, el gobierno retiró la mayoría de sus tropas de la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC) que luchaba contra insurgentes vinculados a los yihadistas en el norte de Mozambique. También ha guardado silencio sobre la represión represiva del gobernante Frente de Liberación de Mozambique tras las acusaciones de que amañó las elecciones presidenciales de octubre.
Además, las fuerzas de paz sudafricanas sufrieron recientemente 14 muertes en enfrentamientos con el Movimiento 23 de Marzo (M23), un grupo rebelde que opera junto a 3.000-4.000 soldados ruandeses en el este del Congo. Esta bravuconería de Kagame, que está preocupado por las milicias genocidas ruandesas y los soldados burundeses que operan en nombre de la República Democrática del Congo, fue un intento poco sutil de obligar a la SADC (Comunidad de Desarrollo de África Meridional) a retirarse del país, cuya riqueza mineral, según acusaciones de las Naciones Unidas, ha saqueado el régimen de Kagame.
Etiopía, la sede de la Unión Africana, está preocupada por sus propios conflictos internos en las regiones de Oromia, Amhara y Tigray. Las relaciones con algunos de sus vecinos también se están deteriorando. Al tratar de negociar el marítimo con el autoproclamado Estado independiente de Somalilandia, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ha avivado las tensiones con Somalia. El acuerdo de paz entre Etiopía y Eritrea también ha comenzado a deshilacharse. Y el conflicto del gobierno con Egipto por la Gran Presa del Renacimiento Etíope sigue sin resolverse.
África


Foto:Alexis Huguet. AFP

Mientras tanto, Nigeria sigue experimentando los efectos perjudiciales de la flotación de su moneda y la eliminación de los subsidios a los combustibles, lo que desencadenó protestas generalizadas. Tal vez el símbolo más potente del fracaso del país como líder regional es la reciente salida de Burkina Faso, Malí y Níger de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, que se fundó hace medio siglo en Lagos.
En cuanto al norte de África, el descontento social y las tensiones regionales con Marruecos por el disputado Sáhara Occidental han impedido a Argelia desempeñar un papel estabilizador en la región en medio de las disputas fronterizas entre Túnez y Libia. El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, con el apoyo de los militares, fue reelegido en septiembre de 2024, obteniendo el 84 % de los votos, aunque menos de la mitad de los votantes con derecho a voto emitieron su voto, y los resultados fueron impugnados.

Deuda externa alta

Lo que complica la situación, tanto para los Estados beligerantes como para las potencias regionales, es la deuda externa de 1,2 billones de dólares de África. Se prevé que los gobiernos africanos gasten 136.000 millones de dólares en el servicio de la deuda en 2025, lo que deja poco para infraestructuras, servicios sociales y otras inversiones que podrían estimular el crecimiento económico y desarrollar la capacidad estatal. Es poco probable que las condiciones mejoren pronto: más de dos docenas de gobiernos africanos tienen programas en curso con el Fondo Monetario Internacional, y un dólar fuerte podría aumentar los pagos de intereses de la deuda denominada en dólares.
La persistencia del conflicto y la falta de un liderazgo regional firme han abierto la puerta para que agentes externos interfieran en los asuntos africanos.
La persistencia del conflicto y la falta de un liderazgo regional firme han abierto la puerta para que agentes externos interfieran en los asuntos africanos. Varios informes de la ONU han criticado a los Emiratos Árabes Unidos por armar a las Fuerzas de Apoyo Rápido de Dagalo en Sudán, mientras que Arabia Saudita, Irán y Turquía respaldan a las Fuerzas Armadas sudanesas. Rusia, los Emiratos Árabes Unidos y Turquía también están reforzando su influencia en el vecino Chad.
Del mismo modo, Turquía, Rusia, Francia y los Emiratos Árabes Unidos han apoyado a facciones rivales en una Libia cada vez más anárquica. Los ejércitos de todo el Sahel han expulsado a las tropas sas de sus territorios, sustituyéndolas por mercenarios del Cuerpo de África de Rusia. Estados Unidos tiene presencia militar en más de una docena de países africanos, mientras que China tiene una base militar en Yibuti.
Las preocupaciones no terminan ahí. África es particularmente vulnerable a la intensificación de la crisis climática, mientras que la represión está en aumento en Uganda y Tanzania, y el malestar social se está extendiendo en Kenia. Pero los principales impulsores de la inestabilidad en el continente siguen siendo los señores de la guerra y los ‘entrometidos’, que se asegurarán de que venga otro año con peligros para la vida.
ADEKEYE ADEBAJO (*)
© Project Syndicate
Lagos
* Adekeye Adebajo, profesor e investigador del Centre for the Advancement of Scholarship de la Universidad de Pretoria en Sudáfrica; trabajó en misiones de la ONU en Sudáfrica, Sáhara Occidental e Irak.

El boom tecnológico está desangrando a Congo

África


Foto:Alexis Huguet. AFP

“Vengo de uno de los países más ricos del planeta. Sin embargo, la gente de mi país está entre los más pobres del mundo. La abundancia de nuestros recursos naturales alimenta la guerra, que es la causa de la violencia extrema y la miseria en la República Democrática del Congo”. El médico congoleño Denis Mukwege se presentaba así ante el mundo al recibir en 2018 el Premio Nobel de la Paz, resumiendo en pocas líneas la tragedia que viven desde hace décadas. Una tragedia que, en realidad, se remonta a fines del siglo XIX, pero que se ha renovado en las últimas semanas.
¿Por qué es importante lo que pasa en la República Democrática del Congo (RDC)? Si usted tiene un computador o un celular, sabrá que ese aparato funciona gracias a chips, los mismos que se elaboran con materiales hechos de algunos metales, como el coltán o el cobalto. Esos metales se extraen, en su gran mayoría, de las minas congoleñas. Así que su celular, sea estadounidense, coreano o chino, está hecho de materias primas de Congo.
Este país, que tiene el tamaño de casi toda Europa occidental, es el primer productor mundial de tántalo (del que se obtiene el coltán) y de cobalto, y de sus entrañas también se extraen oro, cobre y diamantes. Motivos suficientes para que sus recursos minerales, cuyo valor se calcula en 24.000 millones de dólares, sean de los más apetecidos del planeta, algo que en vez de ser una bendición para sus habitantes, les ha traído guerras y miseria. Guerras alimentadas por muchos factores, pero alentadas sobre todo por las diferencias étnicas, las milicias armadas, los gobiernos corruptos y los intereses de las potencias extranjeras.
La última crisis ha tenido su punto álgido este año, luego de que el grupo rebelde M23 capturó, a finales de enero, Goma, una estratégica ciudad de casi 2 millones de habitantes ubicada cerca de la frontera con Ruanda.
Según información entregada el 7 de febrero por la ONU, el intenso enfrentamiento entre el Ejército de la RDC y el M23 ya dejaba la muerte de al menos 3.000 personas y otras 2.880 habían quedado heridas. Además, la ONU informó que al menos 163 mujeres fueron violadas y quemadas vivas el 27 de enero, durante la fuga de más de 3.000 presos de la cárcel central de Goma tras la toma del M23 de esa ciudad. 
A esto se suma que más de 110.000 personas han huido desplazadas de Goma, según dijo el 11 de febrero la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (Ocha).
AFP

del grupo armado M23. Foto:Tony KARUMBA / AFP

Y aunque el 3 de febrero a través de un comunicado el M23 anunció “un alto el fuego por razones humanitarias” y dijo no tener intención de tomar el control de Bukavu, la capital de Kivu del Sur, o de otras localidades, el 11 de febrero, a través de otra publicación, el grupo armado dijo que la situación en Bukavu se estaba “deteriorando peligrosamente” y que si los crímenes persistían, erradicarían la amenaza “desde su origen”.
El M23 es uno de los cientos de grupos rebeldes congoleños que en 2012 también capturó Goma, aunque solo por unos días. Pero desde ese año lanzó una nueva ofensiva con el apoyo del Ejército de Ruanda y empezó su avance paulatino hacia diversas ciudades, llegando a controlar localidades estratégicas de la provincia de Kivu del Norte, una de las más ricas en minerales, y provocando el desplazamiento de más de 6 millones de personas. Y acá está uno de los nudos: el conflicto étnico que sigue sin resolverse entre dos países vecinos: la RDC y Ruanda.

Consecuencias del genocidio

Un soldado frente a los ataúdes de algunas de las víctimas del genocidio.

Un soldado frente a los ataúdes de algunas de las víctimas del genocidio en Ruanda. Foto:Getty

En 1994, Ruanda vivió uno de sus capítulos más sangrientos: el genocidio que acabó con la vida de casi un millón de personas, en su mayoría de la etnia tutsi, a manos de los hutus, que entonces gobernaban el país. Las heridas de la masacre aún persisten.
El M23 es un grupo armado que dice defender a la etnia tutsi en Congo –muchos tutsis debieron refugiarse en ese país– y recibe el apoyo del ejército ruandés. Del otro lado, Ruanda acusa al ejército congoleño y a su gobierno de apoyar a una milicia fundada por hutus que fueron cabecillas del genocidio –un buen número de hutus huyeron a ese país– y que buscan recuperar el poder en Ruanda.
En Ruanda, el trauma colectivo llevó a una política de seguridad nacional muy agresiva, que incluía el apoyo a grupos como el M23, que en teoría nacen para defender los derechos de los tutsis en la RDC, pero lo que buscaba era perseguir a los perpetradores del genocidio y sus descendientes
Néstor SiuranaGeógrafo y analista
“En Ruanda, el trauma colectivo llevó a una política de seguridad nacional muy agresiva, que incluía el apoyo a grupos como el M23, que en teoría nacen para defender los derechos de los tutsis en la RDC, pero lo que buscaba era perseguir a los perpetradores del genocidio y sus descendientes”, dijo a El Comercio el geógrafo Néstor Siurana. “El ciclo de violencia y desconfianza se ha mantenido entre ambos países y no se va a cerrar en muchos años”, añadió.
Desde mediados de los años 90, los conflictos armados se volvieron recurrentes en Congo, alentados además por la explotación de minerales de tierras raras que desde esa época se han vuelto imprescindibles en los aparatos electrónicos.
“La istración ineficaz de los recursos naturales se debe a muchos factores. Primero está la colonización belga en la zona (ocurrida a mediados del siglo XIX), que separó el Congo de Ruanda y Burundi, con fronteras que no tuvieron en cuenta a los pueblos; luego la corrupción, la debilidad institucional y la falta de transparencia que han permitido que los beneficios de los recursos minerales no lleguen a la población. Además, el control de estas riquezas siempre ha sido un punto de conflicto entre todas las milicias de la zona, que son bastantes, el Gobierno y las empresas extranjeras, lo que ha acrecentado el conflicto”, indicó Siurana, quien es investigador sobre África subsahariana y conflictos armados en el continente.
Todo ello, sin perder de vista la falta de regulación que ha permitido la explotación ilegal y el abuso a los mineros –muchos menores de edad– que trabajan en condiciones casi esclavizantes.
África, M"#


Foto:EFE

Un juego geopolítico

Tras la toma de Goma, las negociaciones están en marcha, aunque pocos esperan que se llegue a una rápida resolución. El presidente congoleño, Félix Tshisekedi, convocó a los jóvenes de su país a alistarse en el ejército para combatir al M23. Y el Gobierno de Ruanda está utilizando un discurso bastante agresivo que puede devenir en un conflicto regional en el que se podría involucrar a Uganda, Burundi o Sudáfrica.
La intervención de tropas extranjeras está generando una internacionalización del conflicto, aumentando los riesgos de una confrontación más grande en la región
Néstor SiuranaGeógrafo y analista
“La intervención de tropas extranjeras está generando una internacionalización del conflicto, aumentando los riesgos de una confrontación más grande en la región”, comentó Siurana.
Y esto pone más tensión a la situación, pues los congoleños y ruandeses parecen estar en el medio de un conflicto geopolítico de alto nivel, como el que se vive entre China y las potencias occidentales.
“El interés en los minerales estratégicos de la RDC ha convertido la región en un escenario de competencia geopolítica entre Occidente y China. Las inversiones chinas en infraestructura y minería son muy altas, y aunque presentan oportunidades de desarrollo también plantean preocupaciones sobre la explotación de los recursos y la influencia política, pues muchas de las minas actuales de la RDC son financiadas por China y también por los grupos armados”, dijo el investigador.
En medio de todos estos conflictos, la paz no parece ser una realidad cercana para la República Democrática del Congo, sobre todo si en su territorio están los minerales más fundamentales para nuestra vida cotidiana.
Así lo dice Siddharth Kara en su libro Cobalto rojo: “Hay muchos episodios en la historia del Congo más sangrientos que lo que está ocurriendo hoy en el sector minero, pero ninguno ha supuesto tanto sufrimiento a cambio de tanto beneficio vinculado indisolublemente al estilo de vida de miles de millones de personas por todo el mundo”.
Gisella López Lenci - El Comercio (Perú), con información adicional de EL TIEMPO.

El continente también necesita seguridad mineral

África ha sido durante mucho tiempo uno de los principales proveedores mundiales de materias primas, lo que la convierte en un punto focal de la diplomacia de los recursos y la competencia geopolítica. En 2024, la Unión Europea adoptó la Ley de Materias Primas Críticas, que tiene como objetivo garantizar un mayor a los recursos del continente a cambio de un papel más importante en el procesamiento local.
¿Para quién son críticos estos recursos? En el contexto de las materias primas y los minerales, el término “crítico” se asocia a menudo con la transición energética. De hecho, un mineral se considera crítico por dos razones principales, que poco tienen que ver con la promoción de las energías renovables: es económicamente importante y difícil de sustituir, y su suministro corre el riesgo de sufrir interrupciones.
Ambos criterios dependen de la perspectiva de cada uno: para qué economía son importantes los minerales y qué cadenas de suministro están en riesgo. La Unión Europea ya cuenta con sólidas cadenas de suministro para la mayoría de los minerales, por lo que adopta un enfoque muy selectivo. Además de los minerales de transición energética como el litio y el cobalto, su lista de materias primas críticas incluye berilio (utilizado en sistemas de guía de misiles), tantalio (utilizado en condensadores y productos electrónicos) e incluso productos básicos en contraste directo con la transición energética, como el carbón de coque.
Supongamos que hiciéramos una pregunta diferente: ¿cuáles son las necesidades de seguridad mineral de África? Desde la perspectiva de las poblaciones más pobres del mundo, una lista de materias primas críticas sería radicalmente diferente. Incluiría minerales esenciales para la seguridad humana: cemento para viviendas e infraestructuras, fertilizantes para la agricultura, sal para la nutrición y la conservación de alimentos, cloro para la purificación del agua y fluorita para la fluoración.
Visto a través de esta lente, la seguridad mineral tiene menos que ver con la seguridad nacional y la obtención de mayores beneficios de la extracción, y más con el , la asequibilidad y la suficiencia para todos. La seguridad mineral debe apoyar las necesidades universales: refugio, movilidad, comunicación, energía y sustento.
La construcción de cadenas de valor locales adaptadas a las necesidades de África será vital para la seguridad mineral del continente. Por ejemplo, África produce 30 millones de toneladas de fertilizantes minerales al año, pero exporta la mayoría. Del mismo modo, África consume solo el 5 % de la producción global de cemento, pese a representar el 18 % de la población mundial.
El asequible a productos a base de minerales integrados a nivel mundial, como es solares y baterías, sigue siendo particularmente difícil de alcanzar. La República Democrática del Congo, por ejemplo, produce el 72 % del cobalto del mundo, un componente clave de las baterías de iones de litio. Pero se prevé que África represente solo el 0,1 % del mercado mundial para 2030.
Los enfoques innovadores, como los planes de “materiales como servicio”, que promueven el arrendamiento en lugar de la venta de materias primas, podrían ayudar a colmar estas brechas al permitir que los países productores de minerales recauden regalías en cada etapa del procesamiento y la producción. Sobre la base de este enfoque, los responsables de la formulación de políticas también podrían exigir a los fabricantes de productos finales que vendan los productos terminados a precios asequibles.
Para implementar estos programas, el apoyo de las economías avanzadas, particularmente en Europa, será crucial. La cooperación y la asistencia técnica serán especialmente importantes para promover la seguridad mineral centrada en el ser humano, ya que el sector minero recibe poco menos de 600 millones de dólares de los 239.000 millones de dólares gastados en asistencia oficial para el desarrollo a nivel mundial en 2021.
Para garantizar un duradero a las materias primas fundamentales, la UE debe ir más allá de simplemente ofrecer a los países africanos un papel más importante en el procesamiento de los minerales que finalmente se exportarán. En su lugar, debe ayudar a crear un modelo más justo de seguridad mineral, que haga hincapié en la asequibilidad y la autosuficiencia, permitiendo así que África satisfaga sus propias necesidades de desarrollo.
Daniel M. Franks, director del Centro Global para la Seguridad Minera del Instituto de Minerales Sostenibles; y Rüya Perincek, investigadora de políticas en la Escuela Willy Brandt de Políticas Públicas de la Universidad de Erfurt. - © Project Syndicate -Brisbane y Bruselas .

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