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Así se vive bajo el asfixiante régimen de Corea del Norte según dos mujeres que lograron escapar
Dos desertoras relatan cómo el totalitarismo del país más aislado del mundo controló sus vidas y les destrozó sus familias.
El régimen norcoreano se caracteriza por el extremo culto a la personalidad de los Kim. Foto: Getty Images

PERIODISTA INTERNACIONALActualizado:
Las dos perdieron seres queridos, padres o hermanos muertos o detenidos, amigos dejados atrás. Sufrieron lo indecible bajo la dictadura totalitaria de Corea del Norte, el país más aislado del mundo, cuyo gobierno se regodea amenazando a las naciones vecinas con pruebas de armas nucleares, y con un control social asfixiante, una economía inexistente y el hambre que siempre vuelve.
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Las dos mujeres son parte de las miles de personas de esa hermética nación que alcanzaron a filtrarse a duras penas fuera del país, a riesgo de ser descubiertas, encerradas y torturadas en prisiones de terrible reputación. El destino final es Corea del Sur, donde dejan atrás el infierno y rehacen sus vidas.
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Las norcoreanas Hanbyeol Lee y Yoonseo Chae, durante un evento en Buenos Aires. Foto:La Nación (Argentina) / GDA
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El control regimentado de la población local y la información también hacen imposible mostrar la realidad hacia afuera. Solo los refugiados, llamados también “desertores” en Corea del Sur, pueden ofrecer una ventana a lo que sucede fronteras adentro del régimen comunista, y sobre todo sus aspectos represivos, que en un estado totalitario se destacan de manera absoluta sobre la vida de los ciudadanos.
Partido único
Lee dejó Corea del Norte a los 17 años, en 1999, cuando el país atravesaba la etapa más dura de una hambruna que duró toda la década y que diezmó familias enteras. El derrumbe de la Unión Soviética había privado al país de un sustento clave, como sucedió en Cuba con su “período especial”. En Corea del Norte la situación fue más catastrófica, de privaciones y decadencia, de dolor y de muerte.
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La desertora norcoreana Hanbyeol Lee Foto:La Nación (Argentina) / GDA
La situación era tan grave que su familia pasaba hasta semanas enteras sin comer. La falta de higiene pública hizo que se infectara con un parásito por tomar agua de la canilla que la derrumbó con 42 grados de fiebre. Si no terminó también ella tumbada de inanición en la calle fue por la valentía de la madre, que logró hacerlas cruzar a China, sobornando a los guardias fronterizos.
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Su padre murió y su hermano, que intentó cruzar por la frontera china diez años más tarde, fue atrapado y enviado a un campo de detención. Nunca tuvo más noticias.
Fotografía cedida por la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte (KCNA), muestra al líder norcoreano Kim Jong-un supervisando un ejercicio de vuelo de pilotos de combate de la unidad 1017 de la Fuerza Aérea de Ejército Popular Coreano. Foto:Efe
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Lee recuerda que se creó un círculo vicioso que envolvió a amplios sectores de la sociedad. A la par de la miseria, los jerarcas y otros sujetos poderosos exprimieron al resto de los norcoreanos, que se la rebuscaban como podían. Creció la delincuencia, se agravaron las penas, y los derechos fueron más pisoteados y abandonados… igual que los cadáveres de las estaciones y los callejones.
“La hambruna no afectó solo a la clase baja, sino también a los de niveles económicos más altos. Los del partido también sufrían toda esta crisis económica, y como tenían el poder lo que hacían era quitarle lo poco que tenían los demás y se volvieron cada vez más corruptos”, dice Lee.
Cuidadanos leales en Pyongyang rinden tributo al partido y a los líderes de la dinastía Kim. Foto:Getty Images
Huérfana del régimen
Antes del escape, Chae trabajaba de enfermera, con un sueldo que alcanzaba para comprar el equivalente a unos 200 o 250 gramos de arroz. Los demás oficios y profesiones no ofrecían mucho más, y el poder adquisitivo no mejoró en estos últimos años. El resto de los ingresos de una familia, es decir casi todas sus entradas, se consiguen dedicándose a la compraventa en el mercado negro.
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Chae cuenta que fue parte de un conflicto generacional sobre la mirada de la sociedad hacia el gobierno. Los más viejos seguían fieles al régimen comunista, o al menos se creían sus cuentos de grandeza. Los más jóvenes desdeñaban en cambio las glorias de la propaganda oficial, omnipresente en el país.
kim jong un Foto:AFP
Ni ella ni sus amigos sentían el menor respeto por los jerarcas. Sentían más bien desprecio. Y si bien es una locura criticar abiertamente al líder supremo Kim y sus secuaces, a pequeña escala los jóvenes pueden al menos evitar que la propaganda contamine sus relaciones.
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“Cuando te reunes con tus amigos, si alguien habla bien del gobierno, entonces se queda fuera del grupo, nadie quiere ver a esa persona”, señala. Para ventilar las proclamas de Kim ya están los medios de comunicación, orientados a la obediencia. Y las redes sociales están amordazadas. Por las dudas, se instauraron nuevas normas de censura que controlan la difusión de contenidos extranjeros.
Residir en Pyongyang es uno de los privilegios de los que pueden gozar los ciudadanos considerados leales. Foto:Getty Images
Los jóvenes éramos más abiertos a recibir noticias y cultura desde el exterior y lo absorbíamos más rápidamente, y el partido del gobierno quería reprimirnos..
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Pecados individuales, castigos colectivos. Así es la norma. Castigos divinos, podría decirse, dada la divinidad con que se presenta la dinastía reinante. Según el Reporte Mundial 2024 de Human Rights Watch, “el gobierno mantiene una obediencia temerosa mediante amenazas de tortura, ejecuciones, encarcelamientos, desapariciones forzadas y trabajos forzados. Niega sistemáticamente las libertades básicas, incluida la libertad de expresión, asociación y religión. No tolera el pluralismo y prohíbe los medios de comunicación independientes, las organizaciones de la sociedad civil y los sindicatos”.
¿Qué sigue ahora? La dinastía prepara su cuarta generación, la hija del dictador, Kim Ju-ae, de solo diez años, pero ya nombrada generala. Para que se vaya acostumbrando al poder. “La están imponiendo entre la gente, la están introduciendo con un lavado de cerebro colectivo”, dice Lee. Y asegura que, como viene la mano, será la próxima líder.
Ramiro Pellet Lastra (LA NACIÓN - ARGENTINA - GDA)
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