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COP28: ¿por qué es tan difícil cortar con el petróleo y el gas?
La cumbre climática cerró sin el acuerdo de una fecha para el fin de los combustibles fósiles.
Cumbre sobre el clima de las Naciones Unidas celebrada en Dubai. Foto: AFP
El telón de cierre de la cop28, conferencia de la ONU sobre el cambio climático, realizada este año en Dubái, Emiratos Árabes cayó con dramatismo. Pasada la hora límite de este martes, seguían las arduas discusiones en torno a la inclusión en la declaración final de compromisos para la eliminación del uso de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo.
Anoche en Dubái todo indicaba que las negociaciones seguirían este miércoles. En estas cumbres, las declaraciones de cierre deben darse por consenso, lo que posibilita a un país o a un pequeño grupo de países bloquearlas si no las comparten.
El presidente de la cumbre, el sultán Ahmen Al Jaber, propuso el lunes un texto cuya escasa ambición fue duramente criticada por delegaciones como Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea, Japón y países latinoamericanos como Colombia y Chile.
Sultan Ahmed Al Jaber, Presidente designado de la COP28. Foto:EFE
La principal crítica es que, en vez de plantear una fecha límite (por ejemplo 2050, como sugieren algunos) para iniciar la eliminación del uso de los combustibles fósiles en el mundo, el borrador de Al Jaber apenas hablaba de una reducción gradual de su uso y su consumo.
Aunque al cierre de este artículo, no había un texto definitivo, lucía claro que, bajo la presión de países productores de petróleo como Arabia Saudita -el más visible en esa postura, pero muy lejos de ser el único-, el texto final difícilmente generaría un compromiso cierto para acabar con las energías fósiles que marcan hoy, para decenas de países, la riqueza, el desarrollo y las opciones de sacar de la pobreza a amplios sectores de su población.
Anuncios y escepticismo
Tras las primeras jornadas de sesiones a inicios de diciembre, hubo un soplo de optimismo por los anuncios de países desarrollados de concretar ayudas financieras a países en desarrollo para luchar contra el cambio climático.
Francia y Estados Unidos fueron los primeros en decir ‘presente’ y comprometerse con ayudas. El presidente Emmanuel Macron anunció una ayuda de 100 millones de euros a Nueva Guinea y de 50 millones más al Congo, para que sigan manteniendo sus bosques, especialmente eficaces para absorber CO2, principal gas de efecto invernadero y gran responsable del cambio climático.
El presidente de Francia acude a reunión de emergencia. Foto:EFE/EPA/YVES HERMAN
Por su parte, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, quiso mitigar la criticada ausencia del presidente Joe Biden, con un anuncio de 3.000 millones de dólares al Fondo Verde por el Clima, un mecanismo financiero de la ONU para que los países ricos ayuden a los más vulnerables a adaptarse al cambio climático y combatirlo.
Pero la gran novedad fue un aporte de las naciones ricas de 655 millones de dólares, para el Fondo de Pérdidas y Daños de los países vulnerables al cambio climático que ya han sufrido desastres.
Así mismo, Emiratos Árabes, país sede, marcó un hito al crear un enorme fondo de 30.000 millones de dólares, 25.000 millones para contener la crisis climática y 5.000 millones dedicados al llamado Sur Global, los países en desarrollo. Con el apoyo de otros grandes fondos de inversión, el mecanismo emiratí aspira a apalancar hasta 250.000 millones de dólares.
El presidente Joe Biden ha destacado el papel de Kamala Harris dentro del gobierno de Estados Unidos. Foto:Nicholas Kamm / AFP
Pero, hay escepticismo debido a los incumplimientos del pasado por parte de los países ricos. En 2009, durante la COP15 de Copenhague, los países desarrollados prometieron movilizar 100 mil millones de dólares al año, entre fondos públicos y privados, con destino a los países en desarrollo, para sostener la lucha contra el cambio climático.
En 2020, ese objetivo estaba aún lejos, en especial por incumplimientos de parte de los gobiernos.
Compromisos y metas
Pero no todo es dinero. Con bombos y platillos, 116 países -amplia mayoría de los representados en Dubái-, expresaron su deseo de triplicar, para 2030, su capacidad de generación con energías renovables (solar y eólica pero también hidroeléctrica). Se trata de alcanzar en esas naciones los 11.000 gigavatios, frente a cerca de 3.400 este año, y reducir así la dependencia de las energías fósiles.
Pero como señalaba el semanario francés L’Express, este anuncio carece de fuerza vinculante y, por lo tanto, es por ahora la expresión de un deseo. Y aún así, “no incluye -decía la revista- a grandes productores y consumidores de energías fósiles como Rusia, Arabia Saudita, Irán, Irak, China, Venezuela, Kuwait y Catar”.
Más significativo, quizá, es que 50 grandes empresas petroleras y de gas del mundo, que representan el 40 por ciento de la producción mundial, hicieran pública un acta de compromiso para dejar de emitir gases de efecto invernadero en sus procesos de producción.
El presidente de la COP28, el Sultán Ahmed Al Jaber, habla durante el evento Transformar los sistemas alimentarios frente al cambio climático. Foto:AFP
Aunque por venir de los que muchos consideran “los malos de la película”, el anuncio no recibió aplausos, de cumplirse la meta, el anuncio puede contribuir a un menor calentamiento global, en especial si se le suma que ese medio centenar de compañías apunta a reducir “casi a cero” las emisiones de metano -segundo gas que más genera efecto invernadero- en sus procesos de exploración, producción y transporte.
Otro anuncio significativo es, sin duda, el de 20 países que se comprometen a triplicar, de aquí a 2050 y con respecto a la capacidad de 2020, la generación de energía nuclear para consumo eléctrico, que ha ganado puntos en estos años como alternativa limpia de producción energética ya que, según sus defensores, el proceso no envía a la atmósfera gases de efecto invernadero.
Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Finlandia, Corea del Sur, Suecia y Ucrania, entre otros, firmaron la declaración que no dejó de atraer críticas por parte de los ambientalistas, para quienes la generación nuclear causa problemas medioambientales en la disposición de sus desechos, y comporta delicados riesgos evidenciados en casos como el de Fukushima, en Japón.
Líderes participantes antes de la ceremonia de apertura de la Cumbre COP28 en la Expo City de Dubai. Foto:AFP
Golpe de realismo
Problemas financieros de un mundo con el crecimiento frenado, y la polarización del debate político interno -con sectores de derecha poco adeptos a la agenda verde que creen que genera freno económico y desempleo- han llevado a que los gobiernos fueron menos ambiciosos y protagónicos en la COP28.
En 2023, por primera vez, la Unión Europea optó por posponer las fechas de varios de sus compromisos críticos en materia medioambiental.
Como explicaba el periodista Stéphane Foucart en una columna en el diario parisino Le Monde: “La mayoría de los textos clave del Pacto Verde europeo, anunciado por Bruselas en 2019, han sido aplazados en sus fechas, rechazados o vaciados de su sustancia”.
Por fortuna, el freno en la audacia de la mayoría de gobiernos se vio contrarrestado en Dubái con el protagonismo de decenas de líderes empresariales implicados la agenda medioambiental.
El próximo 30 de noviembre arranca en Dubái la Cumbre del Clima COP28, la mayor y más importante reunión anual para abordar la crisis del calentamiento global Foto:EFE
Tal y como lo valoró el expresidente Iván Duque, presente en la COP28 como líder de la iniciativa Concordia por el Amazonas y embajador del Campaign for Nature, más que los acuerdos entre los gobiernos, “en esta cumbre hubo anuncios clave del sector privado, de líderes empresariales que empeñaron la palabra de sus conglomerados en metas específicas para descarbonizar, aportar dinero a fondos para prevenir y frenar el cambio climático, y apoyar a los países más vulnerables”.
En unión de otros líderes tanto públicos como privados, Duque sumó apoyos para la Iniciativa 30/30, que busca que para 2030, un 30 por ciento de la superficie terrestre esté bajo protección ambiental, lo que implica casi doblar lo reservado hasta ahora, que ronda el 17 por ciento. Colombia cumplió esa meta en 2022.
La pobreza primero
Que el debate sobre el tema de las energías fósiles no es sencillo lo ejemplifica el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. En su batalla en la campaña electoral contra su antecesor, Jair Bolsonaro -un escéptico frente a las urgencias del cambio climático-, Lula centró buena parte de su mensaje en los objetivos de preservación del medio ambiente y, sobre todo, en el freno a la deforestación del Amazonas, fenómeno que se aceleró bajo Jair Bolsonaro.
Ya elegido, hace un año Lula fue la estrella de la COP27 en Egipto, elogiado por ONGs que veían en él al salvador de la Amazonía. Pero al llegar al poder, pudo más el realismo político.
El presidente de los EAU, Sultan Al Nahyan (izq.), junto al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Foto:Ali Haider. EFE
Y aunque es verdad que ha logrado bajar la velocidad con que avanza la deforestación de la mayor selva del planeta, también lo es que Lula ha evitado posicionarse del lado de quienes defienden plazos perentorios para el fin del petróleo y el gas. Brasil extrae 2,7 millones de barriles de petróleo diarios, y es el mayor productor de América latina.
En la cumbre amazónica de agosto, Lula se mostró en desacuerdo con su colega colombiano, Gustavo Petro, y la delegación de Brasil evitó un compromiso para que se prohibiese cualquier exploración petrolera o gasífera en el Amazonas o en su entorno próximo, como proponía Colombia.
Y ahora, en Dubái, Brasil no ha estado a favor de una declaración radical para ponerle fecha al fin de las energías fósiles. Por encima de la agenda medioambiental, Lula ha puesto la lucha contra la pobreza, y sabe que para ganar esa batalla, necesita los recursos del petróleo y el gas.
Sus delegados en Dubái, citados por el diario londinense ‘The Guardian’, hablaron de “justicia climática”. “Hemos logrado reducir las emisiones (de CO2) al salvar nuestras selvas, pero necesitamos que todos los países actúen”.
Petro COP28 Foto:Alexa Rochi. Presidencia
Y a juzgar por las conclusiones de la COP28, está claro que no todos los países están dispuestos a actuar. Según piensa Lula, si los ricos no hacen su parte, nada justifica que Brasil deje de extraer su petróleo y su gas que necesita para luchar contra la pobreza.
En esa medida, la gran lección que deja la COP28, a la que muchos calificarán como fracaso por no lograr plazos perentorios para el fin de los combustibles fósiles, es que mientras las necesidades económicas, y sobre todo sociales, obliguen a los países que tienen petróleo y gas a seguir extrayéndolos, la transición energética, de lograrse, se hará sin renunciar a corto plazo a esos recursos.