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¿Cómo podría afectar a Colombia la crisis inmobiliaria que se vive hoy en China?
El crac inmobiliario chino tendrá efectos económicos y políticos en todo el planeta. ¿Por qué?
Conjunto de edificios de Country Garden -en problemas- en la ciudad de Fuyang, en el este de China. Foto: Costfoto-NurPhoto-vía Getty
Desde hace varios años, economistas y analistas financieros de los bancos y las bolsas del mundo entero seguían la lenta, pero inexorable pérdida de aire de la burbuja inmobiliaria china. Todos miraban el fenómeno como quien vigila la olla de leche al fuego para evitar que se derrame al hervir, como lo describió este fin de semana, la analista sa experta en China, Ursula Gauthier, en el semanario parisino L’Obs.
Desde antes de la pandemia, se hizo evidente que algo andaba mal en las ventas de vivienda nueva en el gigante asiático, que en las últimas tres décadas habían impulsado la economía china a un ritmo asombroso de 15 millones de residencias nuevas cada año.
Pero como el descenso de las cifras no era acelerado, muchos esperaban el aterrizaje suave de un sector que, por sí solo, generaba 15 por ciento del PIB de la potencia de Oriente. A partir de mediados de 2022 y aún más este año, compañías constructoras como Evergrande y Country Garden, colosos de la industria en China, quedaron expuestas con huecos financieros que valen cientos de miles de millones de dólares.
En agosto, la acción de Evergrande perdió en la bolsa de Hong Kong el 90 por ciento de su valor, mientras que Country Garden perdió unos 7.000 millones de dólares en el primer semestre de este año. Según el diario español El Mundo, un cálculo de la consultora Capital Economics, con sede en Londres, estimó que en China hay más de 100 millones de viviendas nuevas que están vacías.
La leche hirviente al fin se derramó. Atrás quedaron los tiempos en que la demanda se tragaba cualquier nueva residencia que saliera al mercado, aun antes de su construcción. Miles de firmas constructoras están ahogadas por sus deudas y muchas de ellas han dejado de pagar a los bancos, al igual que sucede con millones de familias.
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China son una fuente de preocupación para la economía global. Foto:Efe
El conjunto de la economía china sufre las consecuencias: tras más de 30 años de crecer a ritmos superiores al 8 por ciento anual, es probable que el aumento del PIB apenas supere el 4 por ciento en 2023.
El mundo entero lo va a sufrir. En la última década, China fue responsable del 40 por ciento del crecimiento económico mundial, mucho más que Estados Unidos y Europa juntos. La locomotora china no ha parado en seco, pero está avanzando a la mitad de la velocidad que traía.
El asunto no es meramente económico. Por un lado, se nota una pérdida de confianza de los inversionistas extranjeros en China que han sacado, según Bloomberg, más de 10.000 millones de dólares de las bolsas del gigante asiático en pocos meses, en buena medida porque, aparte de los problemas económicos, no se sienten tranquilos con la deriva autoritaria del gobierno del presidente Xi Jinping.
Como a los ojos de los inversionistas, Xi Jinping también se muestra autoritario, ahora muchas empresas europeas y estadounidenses tienen miedo de quedar expuestas
“El autoritarismo y las pretensiones expansionistas de Vladimir Putin llevaron a Rusia a la guerra de Ucrania y al colapso de su economía, con enormes costos para las compañías occidentales que habían invertido en ese país”, dice un documento de análisis que circula en los ministerios de finanzas europeos. “Y como a los ojos de los inversionistas, Xi Jinping también se muestra autoritario y expansionista –agrega el informe–, ahora muchas empresas europeas y estadounidenses tienen miedo de quedar, en el futuro cercano, expuestas en China”.
El otro efecto político es que, desde hace décadas, Pekín ha comprometido miles de millones de dólares en inversiones, compra de bonos de deuda y cooperación financiera en naciones en desarrollo de Asia, África y América Latina, lo que ha disparado su influencia política. Si la época de las vacas flacas llega, ¿será sostenible ese modelo de influencia con chequera?
Presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre de los Brics. Foto:EFE
Las cifras del desastre en China
No se trata solo del peso de la construcción de vivienda en la economía china, que ronda el 15 por ciento del PIB. El efecto va más allá: al sumar los sectores que dependen del mercado de vivienda, como la producción de acero, cemento, vidrio, electrodomésticos y muebles, más del 30 por ciento del PIB del país resulta golpeado.
Un buen ejemplo de multinacionales occidentales nerviosas es la sueca Ikea. Tras 24 años de crecimiento constante en China, la poderosa cadena sueca de muebles y enseres para el hogar ha comenzado a cerrar almacenes en algunas ciudades, porque los clientes se han reducido de modo dramático.
La analista Gauthier resume así las dimensiones del desastre: “Durante 30 años, el sector inmobiliario solo conoció una tendencia: el alza continua. Primero, con un boom espectacular de más de dos decenios y luego, desde 2018, con una desaceleración gradual. De pronto, en 2022, vino una caída brutal: los precios de las casas cayeron 30 por ciento en un año (aún más que en la crisis financiera de 2008 en Occidente), las ventas se desplomaron 40 por ciento y las nuevas construcciones, 45 por ciento”.
Otro de los riesgos para China, según el BAD, es la “evolución impredecible de las relaciones comerciales internacionales”. Foto:EFE
Cientos de videos en las redes sociales muestran enormes torres de apartamentos en obra negra, en proceso de demolición, pues tras años de suspensión de las obras, y expuestas a las inclemencias del tiempo, ya no son seguras y lo que se impone es dinamitarlas.
Lucas de la Cal, corresponsal de El Mundo, de Madrid en Shanghái, y gran conocedor de la economía china, explica que la crisis inmobiliaria llega en un momento en que muchos otros problemas se acumulan, como el desempleo juvenil. En el rango entre los 16 y los 24 años, el desempleo alcanza 21,3 por ciento, justo en momentos en que 11,6 millones de jóvenes (todo un récord) acaban de terminar su educación universitaria y han salido a buscar empleo en un mercado laboral en cuidados intensivos.
Bajo crecimiento, descenso en las exportaciones, caída de la inversión extranjera, son conceptos que jamás en treinta años habían sido asociados a la economía china. Pero hoy están en el tablero de problemas del régimen de Xi que, en 2021 cuando empezaron los problemas, no dudó en salir a rescatar a gigantes como Evergrande, cuyo pasivo de más de 300.000 millones de dólares equivale al PIB de un país como Grecia.
La crisis inmobiliaria llega en un momento en que muchos otros problemas se acumulan
En todo esto, la pandemia jugó un papel importante. Los gobiernos locales, que en otro momento habrían podido dirigir sus fondos a apoyar la construcción de vivienda y la infraestructura, con inversiones para reflotar esas actividades, han agotado sus arcas.
Gastaron cientos de millones de yuanes en la fracasada estrategia de cero covid impulsada desde Pekín, que implicaba cerrar ciudades enteras durante semanas, con enormes costos en materia de vigilancia y control, visitas de personal médico, vacunación, construcción y dotación de gigantescos centros para recluir a los contagiados, y todo esto con las actividades comerciales y de negocios paralizadas.
Centro de atención de covid-19 en China. Foto:EFE
La crisis económica amenaza con convertirse en crisis social y, eventualmente, en crisis política. En un movimiento que ha ganado impulso gracias a las redes sociales, miles de familias endeudadas a las que no les entregan su apartamento han resuelto dejar de pagar las cuotas de sus créditos como protesta. Otras han decidido mudarse a sus residencias sin terminar, sin ventanas ni servicios de aseo.
La huelga de los deudores que dejan de pagar sus cuotas a los bancos porque los constructores se quebraron y no les entregaron sus viviendas, pone en peligro el conjunto del sistema financiero. Además, puede llevar a movilizaciones y protestas en decenas de ciudades. Acaso no exageraba el presidente Joe Biden cuando, hace pocas semanas, sentenció: “La economía china es una bomba de tiempo”.
President Joe Biden called China's economic situation a ‘crisis,’ citing issues in real estate and youth unemployment, and said President Xi Jinping 'has his hands full' https://t.co/PbGoLUQnUXpic.twitter.com/nmnDSjLDHQ
Hace cerca de un siglo, cuando la bolsa de Nueva York colapsó y el coletazo produjo una recesión mundial, hizo carrera la frase según la cual “cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se agripa”. Hoy puede decirse lo mismo, pero sobre China, cuyo auge económico ha sido el motor de la economía mundial a lo largo de tres décadas.
Analistas y expertos de bancos privados coinciden en afirmar que la economía China crecerá menos de 5 por ciento en 2023. No se trata de una pausa, sino de un cambio de paradigmas que llevará a que la potencia oriental no vuelva a crecer de manera sostenida a tasas superiores al 8 por ciento anual, como sucedió durante las dos primeras décadas del siglo. En cambio, se espera que tienda a estabilizar el aumento anual de su PIB en torno al 3 por ciento o 4 por ciento de aquí a 2030.
Eso implicará menos impulso a las compras de petróleo, carbón, gas, cobre y alimentos. En solo cobre, China consume el 56 por ciento de la producción mundial. Pero también habrá una menor importación de carros, que afectará en especial a Alemania, Corea del Sur y Japón, principales proveedores del mercado chino.
Es probable también que China deje de comprar bonos de deuda de países del Tercer Mundo, y eso golpee a quienes son más dependientes de esos fondos, como es el caso de Argentina y Venezuela.
Colombia también sale golpeada. Hace poco más de 30 años, en 1991, el país exportó 17 millones de dólares a China, e importó de allá 8 millones, cifras insignificantes frente a lo que vino luego. En 2019, las exportaciones colombianas a ese país marcaron un récord de 4 mil 564 millones de dólares.
Por cuenta de la pandemia, las ventas colombianas frenaron para llegar a 2 mil 165 millones en 2022. Muchos esperaban que en 2023, una vez Pekín abandonó la política de cero covid y las ciudades retomaron su actividad, se diera una reactivación.
Pero las cifras del primer semestre del año indican que no habrá mejora y que, incluso, puede darse una ligera caída adicional con respecto a 2022. Por lo pronto, no parece que el nivel récord alcanzado en 2019 vaya a repetirse en los próximos años. El estornudo chino también se siente en Colombia.