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Congreso de EE. UU. se reúne para autenticar victoria de Biden

El país está en tensión por los insistentes pedidos de Trump para desconocer los resultados.

Donald Trump durante el mitin de campaña de los senadores republicanos que disputan las curules en Georgia.

Donald Trump durante el mitin de campaña de los senadores republicanos que disputan las curules en Georgia. Foto: Mandel Ngan. AFP

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Aún sin conocerse el resultado final de la crucial votación en Georgia para definir el control del Senado estadounidense, Washington se prepara para una jornada sin antecedentes en la historia del país y que bien podría terminar de manera violenta.
En horas de la tarde, el Congreso debe reunirse en sesión conjunta para autenticar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre.
En teoría, se trata de una sesión protocolaria en la que la función del legislativo es simplemente contar los votos del Colegio Electoral, que se reunió el pasado 14 de diciembre y corroboró al exvicepresidente como ganador por 306 sufragios contra 232 de Donald Trump.
Pero el presidente, aún obsesionado por su derrota pese a innumerables recuentos y decisiones judiciales adversas, ha transformado el momento en toda una prueba de esfuerzo para la democracia estadounidense.
Enardecidos por acusaciones falsas sobre un supuesto fraude en los comicios que el propio Trump se ha encargado de propagar, miles de sus simpatizantes han descendido sobre Washington para tratar de interrumpir el conteo y evitar que el Congreso pueda bendecir la victoria del candidato demócrata.
Cualquier esfuerzo de involucrar a las fuerzas armadas para que resuelvan disputas electorales llevará a este país a un territorio peligroso inconstitucional y caótico
En redes sociales, decenas de grupos de extrema derecha han prometido llegar hasta las últimas consecuencias y hablan, literalmente, de "incendiar" la ciudad si el legislativo no se pliega a sus deseos.
Tan seria es la amenaza que las autoridades locales tuvieron que activar la Guardia Nacional y se espera un despliegue total de todos los de la Policía.
Trump, además, piensa hacerse presente en una de las marchas previstas a pocas cuadras del Capitolio.
En cuadro no sería tan dramático de no ser porque ya son decenas los legisladores republicanos que se han sumado a los esfuerzos de Trump por desconocer las normas electorales y hacer trizas la Constitución.
En la Cámara de Representantes ya son por lo menos 140 congresistas republicanos, las dos terceras partes del partido, los que se han comprometido en objetar el triunfo de Biden en algunos estados. Y en el Senado van 14 que dicen harán lo mismo.
El esfuerzo no tiene chances de prosperar. Para que una objeción se sostenga las dos cámaras deben votar de manera favorable. Algo imposible pues la baja es controlada por los demócratas y en la alta ni siquiera hay una mayoría de republicanos que las respalden. De hecho, al menos 20 (casi la mitad) han dicho que se opondrán.
Algunos de ellos, no han ahorrado palabras para condenar el esfuerzo de sus colegas.
Mitt Romney, que fue candidato a la presidencia por el partido lo catalogó como una "táctica escandalosa que plantea una peligrosa amenaza para nuestra democracia".
Tom Cotton, uno de los congresistas más conservadores del partido y hasta ahora aliado de Trump, describió las intenciones como profundamente inconstitucionales y contrarias a todos los principios republicanos.
A eso se ha sumado la intensa polémica que surgió tras la conversación de Trump con el secretario de Estado de Georgia en la que le pide, literalmente, que le "encuentre " los votos que le hicieron falta para ganar el estado. Algo imposible pues los resultados ya fueron certificados y el Colegio Electoral ya votó, pero habla claro del estado de negación en el que se encuentra Trump.
Liz Cheney, la tercera republicana de más alto rango en la Cámara, no solo escribió una carta de 21 páginas en la que le pide a sus colegas no acompañar a Trump en su locura sino que se declara "profundamente perturbada", por el contenido de la llamada.
En ella el presidente, además, amenaza al funcionario con posibles represalias jurídicas sino se acomoda a sus exigencias. "Por favor, les pido a todos que lean o escuchen esa grabación", les dice Cheney sugiriendo que su conducta podría tener consecuencias hasta criminales.
Si no se le pone un freno, es el comienzo del fin de nuestro sistema democrático
De acuerdo con un editorial del Washington Post de esta semana, Trump no solo ha causado una "guerra civil" dentro del mismo partido republicano sino que empuja una rebelión contra los mismo principios y valores que han sostenido la democracia estadounidense por más de 200 años.
Tan seria es su amenaza, que los 10 exsecretarios de Defensa de EE. UU. que aún están con vida (dos de ellos exfuncionarios de Trump) tuvieron que publicar una carta conjunta en la que se van lanza en ristre contra el presidente y le recuerdan a los militares que le deben su lealtad a la Constitución y no a personas que quieren destruirla.
"Cualquier esfuerzo de involucrar a las fuerzas armadas para que resuelvan disputas electorales llevará a este país a un territorio peligroso inconstitucional y caótico. Líderes civiles y militares que se presten para estas maniobras serán juzgados y podrían enfrentar cargos criminales por las graves consecuencias de estas acciones para nuestra república", dicen en la sorprendente carta.
Pero antes que recular, Trump y sus simpatizantes han seguido adelante.
De hecho, el último episodio en este espiral provocado por el presidente es su deseo de que Mike Pence, el vicepresidente, desconozca el voto del Colegio Electoral y le dé la Casa Blanca por cuatro años más.
Otro disparate. Pence, de acuerdo con la ley, es el funcionario llamado a presidir la sesión de este miércoles. Pero su papel, al igual que el del Congreso, es casi decorativo: abrir los sobres que le enviaron los estados con los resultados de la votación del Colegio Electoral y leerlos en voz alta.
Pero Trump quiere que se rehúse y diga que él ganó las elecciones. "Esperemos que el vicepresidente nos cumpla", les dijo a un grupo de sus simpatizantes este lunes en la noche en Georgia.
Eso no va a suceder. Pero la sola idea habla claro del estado mental del mandatario. Aunque la sesión del Congreso probablemente concluirá donde todos esperan, es decir, autenticando la victoria de Biden, será maratónica pues se esperan al menos 16 horas de debate que se extenderán hasta el jueves.
Y dejará, como dice George Will, profesor y comentarista político republicano, una mancha indeleble en la democracia estadounidense de impredecibles consecuencias.
"A futuro cualquier partido que pierda las elecciones presidenciales pero que controle ambas cámaras del Congreso podrá usar este mismo guion: primero, gritar que hubo fraude. Y luego, aún si las cortes han rechazado las acusaciones por falta de pruebas, usar el Congreso para desconocer el voto popular y quedarse con la Casa Blanca. Si no se le pone un freno, es el comienzo del fin de nuestro sistema democrático", dice Will.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON

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