Cerrando el marco de la Segunda Guerra Mundial, en el tramo final, se intensificó la campaña nuclear, en la que las fuerzas Nazis y los Estados Unidos se empeñaron por controlar las armas más destructivas del mundo: las bombas nucleares.
Iniciando en 1943 en Nuevo México y finalmente detonando estos artefactos a principios de agosto de 1945, la carrera la "ganó" Norteamérica, que, a la par, significaría el final de la contienda bélica que ya atravesaba por su sexto año.
Fue gracias al proyecto Manhattan que los mejores científicos de Estados Unidos y de Europa, que huyendo de las garras de Hitler, encontraron refugio y trabajo en Los Álamos para construir la bomba y que tras ganar la guerra permitió a algunos los más grandes reconocimientos en física o química.
El líder de aquel proyecto fue Robert Oppenheimer, quien con un centenar de intelectuales que respaldaban sus labores como Lawrence, Seaborg o McMillan, lideró a Los Álamos, a pesar de sus señalados pensamientos comunistas, de los que apenas hizo hincapié Teller en algunas audiencias de conciencia contra Oppenheimer.
Muchas veces en contra de los proyectos de la nación, especialmente del desarrollo de la bomba de hidrógeno que autorizó Truman en los 50, el experto siempre fue devoto a su país, contribuyendo en gran medida con el desarrollo de la época.
¿Cómo eran?
Conformados por Uranio-235 y Plutonio-239, los materiales fueron obtenidos de algunas plantas al sur y centro de Estados Unidos, permitiendo una velocidad para si creación sobre mediados de los 40.
Aún así, el gran problema fue el diseño, pues los cálculos previos de Emilio Serge, Nobel de física en 1959, dejaron como resultado que en caso de fusionar tanto Uranio como Plutonio, podrían dar como resultado una predetonación de los artefactos de forma ineficaz e ineficiente.
Ante la presencia de el conflicto se prestó a participar en el proyecto Luis Álvarez, Nobel de 1968, quien estimó una estrategia de implosión para mayor efectividad de la bomba de plutonio, creando el detonador de esta que por su complejidad. Necesitó de una detonación de prueba en Nuevo México, que permitió, posteriormente, el lanzamiento de Fat Man, la bomba que caería en Nagasaki.
Tanto fue el impacto de este explosivo, que comparado con la prueba realizada por Corea del Norte en 2006, las estimaciones quedaron en medio kilotón, muy por debajo de los 20 que reportó la Fat Man. Esto quiere decir que, la bomba norcoreana apenas si detonó 500 toneladas de TNT, equivalentes al medio kilotón.
Esto llevó a estimar fallos en la implosión y el uso del detonador por parte de los analistas, quieren intuyeron problemas en la realización del ensayo coreano a principios de siglo XXI.
El momento de prueba
Con un equipo ya muy formado, que culminó en 1943 con la llegada de Kenneth Bainbridge, el 16 de julio de 1945, en un desierto de Nuevo México en la Jornada del Muerto, los desarrolladores llevaron a cabo la prueba, catalogada como exitosa y que en consecuencia, permitiría el ataque al ejército japonés ese mismo año.
A 200 kilómetros de la base científica, los expertos celebraron y confirmaron el poder del que fueron capaces de crear, generando temor en sí mismos y alegando posteriormente un odio y repudio a las armas de este estilo, de las que se negaron a desarrollar.
REDACCIÓN INTERNACIONAL
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