Venga y le cuento los orígenes del Tío Sam y de la palabra ‘gringo’. Yo también me hice las mismas preguntas durante mucho tiempo, de modo que ahora lo invito a que nos tomemos un café mientras vamos echando el cuento.
A lo largo de los años, y en vista del interés que despiertan estos asuntos, a la gente del mundo entero le han ido metiendo en la cabeza un montón de leyendas y falsedades sobre ambos temas. Para que entremos en materia, y podamos conocer la verdad auténtica, comencemos por examinar con cuidado lo que ha ocurrido con el término ‘gringo’.
Resulta que corría el año de 1836, hace ya casi dos siglos, cuando un ejército de colonos procedentes de Texas, en los Estados Unidos, invadió el suelo fronterizo de México, tratando de quedarse con parte de su territorio. Esa vez ganaron los mexicanos.
Ahí es donde entra la mitología popular a meter su mano. Desde entonces se dice que los invasores lucían un vistoso uniforme de color verde y que por eso, en medio de los combates, el pueblo mexicano les gritaba en inglés: “Green, go”. Green, que significa ‘verde’, se pronuncia grin, y go es un verbo que traduce irse. En consecuencia, “Verde, lárgate” era, supuestamente, lo que les gritaban.
En el mismito campo de batalla de El Álamo nació ese mito, tan difundido y repetido, según el cual el vocablo ‘gringo’ proviene de “verde, vete”, convertido por los mexicanos en una expresión burlesca.
¿Uniforme o dólar?
Para empezar, y de un solo golpe, los testimonios más confiables de aquella época nos informan que el uniforme de los soldados texanos no era verde, sino azul. Así, de entrada, se les derrumba todo. Se viene al suelo el escaparate entero.
Pero es que abundan también otras pruebas, de diferente índole, que derriban esa mitología. Ya las veremos mientras vamos avanzando. Por lo pronto, permítanme ustedes que les recuerde otra leyenda parecida.
Se ha dicho, con similar enjundia, que el término ‘gringo’ procede en realidad de los billetes de Estados Unidos. Como el dólar sí es verde, y lo ha sido siempre –aunque últimamente han aparecido algunos con los números en azul–, no faltó el embelequero que les hiciera creer a los incautos que “green go” en sus orígenes sí significaba “va verde”, pero no para referirse a un ejército o un uniforme, sino para anunciar en secreto un envío de dinero entre contrabandistas, sin que se enterara la policía.
Esa impostura es peor de falsa que la anterior. Ni uniforme ni dólares. Ni origen en palabras inglesas. Nada de eso. Ahora verán ustedes la asombrosa verdad que han encontrado los investigadores más serios. A lo mejor, quedan tan pasmados como quedé yo cuando lo supe.
Castellano puro
Como suele suceder en estos casos, la prueba más contundente que se ha hallado para desmentir esas leyendas que acabamos de ver está relacionada con las fechas.
Esa prueba es demoledora: si la palabra ‘gringo’ nació para referirse a un billete que solo apareció a finales del siglo dieciocho, o, peor todavía, entre los estrepitosos cañonazos de una guerra fronteriza que tuvo lugar en el siglo diecinueve, ¿por qué, entonces, ya se usaba en la lengua castellana desde el siglo dieciséis?
Gringo: palabra que se usa en España desde el año de 1700, para nombrar a las personas que no pueden hablar español o que lo hablan con un fuerte acento extranjero
Así como lo están viendo: la palabra es invento propio de nuestro idioma. El viejo y excelente diccionario de Terreros y Pando, que se publicó en 1786, ya para entonces traía esta definición: “Gringo: palabra que se usa en España desde el año de 1700, para nombrar a las personas que no pueden hablar español o que lo hablan con un fuerte acento extranjero”.
En el mismo sentido, el profesor William Sayers, un reputado investigador de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, rastreó los orígenes de la palabra hasta encontrar que es española, de ancestros andaluces, y que al principio se usaba como sinónimo de ‘peregrino’ y luego de ‘extranjero’.
Del griego al gringo
A estas alturas del partido, tienen ustedes todo el derecho a preguntarse: entonces, si la palabra ‘gringo’ es española pura, ¿cuál es su origen, su procedencia, es decir, su etimología?
Veamos lo que dice una autoridad verdadera, como Joan Corominas, el gran filólogo español, del cual ya hemos hablado antes en estas crónicas, y que es autor de un incomparable diccionario etimológico que tiene como cincuenta volúmenes.
Corominas ratifica que el vocablo ‘gringo’ se viene usando en España desde el año 1700 y que con él se designaba “a un lenguaje que no se puede entender y, por extensión, a aquellas personas que hablan un idioma diferente del español”.
Gringo, según el mismo Corominas, proviene de la palabra ‘griego’, que los andaluces de esos tiempos usaban para referirse a vocabularios muy complicados, como el clásico que hablaban en Grecia.
¿Ya lo ven? La palabra ‘gringo’ no proviene del inglés ni de ningún uniforme o billete. Es de pura estirpe española, castiza y auténtica.
Bueno, ¿y el Tío Sam?
Llegó la hora de dedicarnos a ese personaje reconocido en el mundo entero, un hombre canoso, de pelo revuelto, con sombrero alto y una estrella en la frente, que tiene el ceño fruncido, una chivera larga y nos apunta con el dedo.
Ante la humanidad completa el Tío Sam simboliza a los Estados Unidos, es su representante y su emblema. Lo que la gente no sabe es cuándo nació ni por qué, ni quién es su autor.
Déjenme decirles que hace ya 103 años apareció por primera vez ante los ojos de los hombres aquella imagen que se convertiría en la referencia cultural más reconocida y difundida de los Estados Unidos, para bien o para mal, pues algunos lo siguen considerando un símbolo del dominio imperial.
Sucedió de la siguiente manera. Corría el año de 1917. El mundo estaba estremecido por los estruendos de la Primera Guerra Mundial, que se desarrollaba en Europa, pero entonces se volvió internacional porque Estados Unidos le declaró la guerra a Alemania y varios países más resolvieron entrar en el conflicto.
En ese momento aparece por primera vez la imagen de aquel anciano ceñudo y malgeniado, que forma parte de una historia tan insólita que cualquiera podría confundirla con el libreto imaginario de una película.
El barril del anciano
Al Tío Sam también le han nacido leyendas, mitos y verdades a medias. Lo mismo que había ocurrido con el uniforme verde y los dólares de contrabando. Pero la sola verdad es igualmente pasmosa y no necesita que le inventen nada.
Resulta que en el año de 1812, Inglaterra le declaró la guerra a Estados Unidos porque esa antigua colonia suya intentaba apropiarse del Canadá. Para alimentar a sus tropas en los campos de batalla, el Gobierno estadounidense contrató los servicios de un carnicero de Nueva York, llamado Samuel Wilson, quien les mandaba carne y otros alimentos empacados en barriles de madera. Agradecidos con él, los soldados lo llamaban cariñosamente “uncle Sam” (tío Sam), y el señor Wilson no solo acogió el apodo, sino que comenzó a usar las dos letras iniciales, US, para marcar sus barriles.
Aquellos toneles se volvieron tan famosos que la gente terminó por creer que US se refería a las célebres iniciales inglesas de Estados Unidos (United States). Fue así como la historia de Samuel Wilson y sus barriles marcados se volvió motivo de iración. Las dos ideas, la del anciano Sam y su US, acabaron por juntarse en una sola, según lo relata un documento del Museo Nacional de Historia en Washington.
Aparece el Tío
Imágenes y cuentos del carnicero Wilson comenzaron a circular por todo el país. Se volvió objeto de iración.
Pasaron cien años, hasta que llegamos, como dije hace un momento, a la Primera Guerra Mundial, y en 1917 el Gobierno estadounidense resolvió meterse en la contienda. El primer problema con que tropezó el ejército fue que los jóvenes no querían enrolarse en las filas militares. No había manera de conseguir más soldados.
Los cuarteles se veían vacíos y sombríos. Hasta que al Gobierno de Washington se le ocurrió hacer varias campañas publicitarias para animar a los muchachos. Una de ellas se la encargaron al dibujante James Montgomery Flagg, que era muy famoso en los medios publicitarios por las promociones comerciales que había creado.
Flagg, que en su juventud también fue soldado, conocía bien la historia de los barriles de Samuel Wilson, el antiguo carnicero, y resolvió hacer un dibujo de su cara con gesto severo. Entonces apareció por todas partes la cara severa del viejo con su sombrero de copa, la estrella en la frente, la chivera blanca y el pelo revuelto.
Para que el mensaje publicitario del afiche fuese contundente, Flagg le puso una frase muy efectiva: ‘Te necesito a ti en el Ejército de Estados Unidos’. Iba dirigida, precisamente, a los muchachos que señalaba con el dedo. Lo que estaba haciendo era fomentar el sentimiento patriótico en tiempos de guerra internacional.
Epílogo
La aparición del dibujo causó una agitación positiva en todo el país. No se hablaba de otra cosa. Bares, tiendas, colegios, calles, casas de familia, iglesias se engalanaron con el dibujo de Flagg. El célebre periódico The Washington Post dijo que esa obra representaba “un aire de dignidad nacional”.
Años después, el propio Flagg confesaría que en aquellos tiempos de la guerra él estaba en una pobreza tan grande que no pudo pagarle a un modelo y él mismo tuvo que posar para el dibujo. Se volvió automodelo.
Parecía que ese dibujo estaba haciendo milagros en el corazón de la gente. Los jóvenes empezaron a llegar por oleadas a inscribirse en el servicio militar. “Despierta, Estados Unidos” era la consigna con que repartían el afiche por todos los rincones. Entonces el célebre dibujo le dio la vuelta al mundo entero. Pues fue a partir de ese momento cuando nació la costumbre de llamar Tío Sam a los Estados Unidos.
Y así ha sido, para bien o para mal, la verdad sea dicha. Hay partes donde le dicen “Tío Sam imperialista y abusivo”. Y en otras lo tratan como un salvador de la humanidad. El mundo siempre ha sido así. Desde Adán.