Durante mucho tiempo se ha creído que el nombre del
Estado Dorado, California, deriva del latín, sin embargo, hay una línea de investigación que ha mostrado la relación de esta palabra con una novela de 1510, la cual, a su vez, hace referencia al poema épico
El Cantar de Roldán. Así,
California, es una palabra que refleja fantasía, historia y narrativa.
Cuando los españoles llegaron a América, en 1492, quedaron maravillados por los diversos territorios y pasajes, los cuales eran sumamente distintos a los que estaban acostumbrados a ver en Europa. Las leyendas medievales los acompañaban mientras se abrían paso a lo largo del nuevo continente, sin realmente saber qué esperar. Así, iban nombrando los lugares y tratando de mapear sus descubrimientos.
California, del latín, “horno caliente”
Después de tomar Tenochtitlán, en el centro de México, los españoles avanzaron hacia el océano Pacífico. Para 1535, Hernán Cortés llegaría a la bahía de La Paz, en lo que hoy conocemos como Baja California Sur, según narra Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar, en el artículo El nombre de California: la herencia legendaria, publicado en 1998, en la versión impresa de la revista mexicana Siete Días.
“Francisco Javier Clavijero, en su Historia de la Antigua o Baja California, menciona la versión de que el conquistador habría denominado a la nueva tierra Calida Fornax (‘horno caliente’), ‘a causa del mucho calor que allí sintió’. Pero el mismo cita a un estudioso exjesuita, según quien la palabra California deriva de cala (‘pequeña entrada de mar’, en español antiguo) y fornix (‘boveda’, en latín), para referirse al famoso arco de Cabo San Lucas”, narra el autor.
California, el nombre inspirado en Las Sergas de Espladián
Otra versión del nombre del Estado del Sol, se remonta a la fantasía y a 1510, cuando el autor Garci Rodríguez de Montalvo incluye en la novela Las sergas de Esplandián, un lugar ficticio de este nombre. “Sabed que a la diestra mano de las Indias existe una isla llamada California muy cerca de un costado del Paraíso Terrenal; y estaba poblada por mujeres negras, sin que existiera allí un hombre, pues vivían a la manera de las amazonas”, dice el texto.
“Navegantes españoles, quizá el propio Cortés, usan entonces California para bautizar la enorme península, que creen una isla, no sabemos si con ironía o si con la imaginación encendida por sueños de placer y gloria”, considera Jorge Wagensberg en el ensayo ¡Esto es California!, publicado en el sitio de El País, en 2006.
California, derivado de Califerne
Otra aproximación al origen del término California, se remonta al siglo XI, cuatrocientos años antes de la llegada de los europeos a América. “Aparece por primera vez en el Cantar de Roldán o La Canción de Rolando: Con motivo de la derrota que sufriera el emperador Carlomagno en la segunda mitad del año 778, por el rey moro de Zaragoza, en la frontera entre España y Francia, muere Roldán, sobrino de Carlomagno”, describe California del Sur para principiantes, publicado por el gobierno de dicho estado mexicano, en 2015.
“Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistara, y ahora se rebelarán en contra mía los sajones y los húngaros y los de Bulgaria y tanta gente enemiga, los romanos, los de Pulia y todos los de Palermo y los de África y los de Califerne”, dice la estrofa 209, del Cantar de Roldán.
“Otros suponen que el vocablo proviene de ‘Calyforno’ (horno de cal); del árabe ‘Califón’ (tierra grande o región larga); de ‘Colofón’ (región de pinos resinosos); ‘kala phornes’, ‘kala choranes’, ‘kalos phornia’”, describe el texto del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.
Las tres partes del origen de California
Hay versiones de que los tres orígenes de la palabra California, Califerne, la isla de California y Calida Fornax, realmente forman un solo camino. “Ensayemos una historia compatible con todas las evidencias. El poeta anónimo escribe Califerne en 1090 porque la palabra le suena bien... y misteriosa. Rodríguez de Montalvo la retoma cinco siglos más tarde para nombrar un paraíso de ficción porque la palabra suena bien, misteriosa y aventurera. Cortés la retoma de nuevo porque la palabra suena bien, misteriosa, aventurera y porque, además, suena a la omnipresente sensación de calor”, concluye Jorge Wagensberg.