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Con retiro del pacto con Irán, credibilidad de EE. UU. está sufriendo

Para los expertos, la decisión del presidente Trump pondría en duda acuerdos con Corea del Norte.

Miles de personas salieron a las calles de Teherán (Irán) a protestar en contra de la decisión del presidente Donald Trump de retirarse del pacto nuclear.

Miles de personas salieron a las calles de Teherán (Irán) a protestar en contra de la decisión del presidente Donald Trump de retirarse del pacto nuclear. Foto: Stringer / AFP

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Fueron pocos, aparte de su reducido círculo interno y un trío de países en el mundo, los que aplaudieron la decisión tomada el martes pasado por el presidente Donald Trump de retirar a EE. UU. del acuerdo firmado con Irán en 2015 y que suponía un congelamiento de sus ambiciones nucleares a cambio del levantamiento de sanciones económicas.
No obstante lo trascendental del momento, una gran mayoría de analistas catalogaron la movida de “miope”, dirigida más a satisfacer su base electoral y destruir el legado de su antecesor, Barack Obama, que al logro de un objetivo específico en política exterior.
Uno de ellos es Nicholas Miller, experto en proliferación de armas nucleares de la Universidad de Dartmouth. Para él, Trump “no solo destruyó un acuerdo que, pese a lo imperfecto, estaba dando resultados”, sino que fabricó una nueva y profunda crisis que se llevará por delante tanto a aliados como enemigos.
A mí lo que me preocupa es que tampoco veo un plan B”
“A mí lo que me preocupa es que tampoco veo un plan B”, dijo por su parte el senador republicano Jeff Flake, no sin antes insistir en lo mucho que está sufriendo la credibilidad de EE. UU. en la era Trump con el retiro unilateral de pactos que tomaron décadas en edificarse.
El presidente, por supuesto, defendió su decisión alegando que el pacto solo limitaba las aspiraciones nucleares de Teherán durante algunos años (hasta el 2030) y no hacía nada por poner en cintura su capacidad bélica y nefasta influencia en los conflictos que sacuden a Oriente Próximo y el norte de África. Además, dijo que el régimen estaba incumpliendo con los acuerdos, aunque inspectores de la ONU y de su propio gabinete indicaron lo contrario.
Los más optimistas creen que Trump busca forzar una renegociación del pacto, así no sea sustancial, y luego cobrar la victoria. Algo parecido a lo que hace con el Nafta y otros acuerdos.
La expectativa es que algo se puede concretar en el periodo de 90 días de gracia que dio el Departamento del Tesoro para suspender la compra de petróleo iraní y los 180 días que ofreció para que empresas extranjeras que han hecho inversiones en Irán puedan retirarse antes de que entren en vigor nuevamente las sanciones. Pero si nada prospera, las consecuencias podrían ser muy serias.
En el caso de Europa, el retiro de EE. UU. implica un nuevo golpe a la alianza trasatlántica que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y que ya venía debilitada por los golpes de Trump a la Otán, su partida del acuerdo sobre cambio climático de París y la imposición de aranceles unilaterales a las importaciones de acero y aluminio.
De paso, como dice Daniel Kurtzer, profesor en la Universidad de Princeton, representa una humillación para los líderes de Francia, Alemania y el Reino Unido, que, incluso, viajaron a Washington para suplicarle a Trump que permaneciera. “EE. UU. solía ser el líder de la diplomacia internacional. Pero las acciones de Trump lo han convertido en un socio errático y en el que no se puede confiar”, opina Kurtzer.
Pero hay más. Para Europa, la reimposición de sanciones implica que muchas empresas, que han invertido miles de millones de dólares en Irán, perderán fortunas si les toca replegarse bajo la amenaza de ser bloqueadas por el sistema financiero de EE. UU.
En una declaración conjunta el martes, París, Londres y Berlín le pidieron a Trump, entre líneas, eximir a estas empresas de las sanciones. Pero la istración republicana ha indicado que no habrá excepciones. Y hasta ha advertido que castigará a quienes usen otros sistemas bancarios para saltarse las sanciones y continuar sus operaciones en este país. Si eso sucede, Europa tendría que responder a la agresión con sanciones propias, lo cual profundizaría la fractura y dejaría a ambos bloques a las puertas de una guerra comercial.
Así mismo, implicaría el fin absoluto del acuerdo con Irán. Si bien los demás firmantes (China, Rusia, Alemania, Francia y el Reino Unido) han prometido respetar el pacto pese a la ausencia de EE. UU., los beneficios de este para Teherán desaparecerían una vez se retiren los inversionistas y se bloquee la exportación de petróleo.
Sería un fracaso que conduciría a que el régimen reinicie el enriquecimiento de uranio con posibles fines bélicos sin ningún tipo de verificación de la ONU y se fortalezca la línea dura en Teherán, que siempre ha desconfiado de EE. UU. y venderá el incumplimiento de Trump como prueba absoluta de que Washington lo que pretende es destruir el régimen. De hecho, ya hasta se rumora un posible golpe militar contra Hasán Rohaní, el líder iraní que negoció el acuerdo.

Conflicto regional

En un contexto semejante, lo más probable es que crezcan las posibilidades de un conflicto regional de mayor envergadura, especialmente en países como Siria, Irak, Yemen y Líbano, en donde los intereses de Washington y Teherán son opuestos. Al igual que la perspectiva de un enfrentamiento directo entre Israel e Irán, que podría arrastrar a EE. UU. y otras potencias como Rusia, más alineada con Irán y Siria.
De hecho, ya empezó a gestarse cuando, esta semana, proyectiles iraníes fueron disparados desde Siria contra bases israelíes en los Altos del Golán. La respuesta de Israel fue inmediata: lanzó un ataque de represalia a gran escala contra objetivos iraníes en Siria.
No veo por dónde se puede vender la decisión de Trump como una movida para endurecerse con Irán. Por el contrario, hace más complicada la cooperación internacional que necesitamos para estos conflictos y nos deja con solo dos opciones: destruir por la vía de la guerra el arsenal nuclear de Irán o castigar a nuestros aliados si siguen cooperando con el régimen”, afirma, a manera de resumen, Kori Schake, subdirector del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos.
Además, para Schake, la decisión no pudo llegar en peor momento, pues sucede en vísperas de la reunión entre Trump y el líder norcoreano, Kim Jong-un, que se realizará el 12 de junio en Singapur y se supone podría conducir a que este abandone su programa nuclear a cambio del levantamiento de sanciones.
James Dobbins, exembajador de EE. UU. que hizo parte en el pasado de negociaciones con Irán y hoy trabaja en la corporación Rand, coincide con esta posibilidad: “¿Con qué cara –se pregunta Dobbins–se puede negociar un acuerdo con Corea del Norte si la experiencia lo que indica es que Washington no cumple su palabra?”. Frente a eso, al parecer, no hay respuesta. Al menos no mientras Trump ocupe la Casa Blanca.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter: @sergom68

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