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¿Vladimir Putin está detrás de los miles de inmigrantes ilegales que arriban a Europa?

La llegada de 10 mil migrantes a Italia mostró que Europa no sabe aún cómo responder a esa crisis.

Migrantes llegan en pequeñas embarcaciones al puerto de Lampedusa, en Italia.

Migrantes llegan en pequeñas embarcaciones al puerto de Lampedusa, en Italia. Foto: AFP

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ANALISTA SÉNIORActualizado:

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Entre finales de agosto e inicios de septiembre, miles de inmigrantes ilegales atravesaron los 140 kilómetros que separan las costas de Túnez de la isla italiana de Lampedusa, al sur de Sicilia, en más de 200 inestables barcas, sacudidas por olas de hasta tres metros en las aguas más bien frescas del final del verano.
Las autoridades calculan que ingresaron alrededor de 10.000 migrantes ilegales, elevando a 115.000 la cantidad de refugiados llegados a Italia este año, más del doble de los que atravesaron el Mediterráneo entre enero y agosto de 2022. Y es que el 27 de agosto, en solo una jornada, desembarcaron más de 4.000 personas, lo que colapsó el centro de acogida con capacidad para atender 600.
Este año, según datos de la ONU, hasta el 15 de septiembre habían llegado a Lampedusa 97.000 migrantes, bastante más de la mitad del total de 160.000 que arribaron, por distintas vías, a todas las costas del sur de Europa.
Durante esos ocho meses, más de 1.800 migrantes murieron ahogados en aguas mediterráneas, una cantidad superior al total del año pasado, que fue de 1.417, lo que indica que 2023 puede marcar un nuevo récord de este doloroso registro.
Migrantes sentados en el puerto de la isla italiana de Lampedusa.

Migrantes sentados en el puerto de la isla italiana de Lampedusa. Foto:AFP

Lampedusa no resiste el peso de semejante desembarco. Por eso, las autoridades italianas los trasladan a puertos como Trieste, al norte, para desde allí intentar distribuirlos a otros países del continente, en virtud de los no siempre respetados acuerdos de acogida entre las naciones de la Unión Europea.
En Trieste, los menores no acompañados se cuentan por centenares en estos días. Lo mismo, las mujeres que denuncian haber sido abusadas sexualmente en alguna etapa del trayecto desde el África central y occidental.
Huyen de la miseria, de la falta de trabajo y de la violencia. Vienen de Senegal, Togo, Burkina Faso, Mali y Ghana, entre otros países de África occidental, así como de Sudán, Chad y Níger, entre otras naciones del centro de África. Los que sobreviven a la travesía del Sahara se instalan y esperan en Marruecos, Argelia y, sobre todo, Túnez, cuyas costas están muy cerca de Lampedusa.
Antonio Vitorino, el portugués que dirige la Organización Internacional para las Migraciones, no dudó en declarar que “la persistente crisis humanitaria en el Mediterráneo central es intolerable(…) Con más de 20.000 muertos registrados en esta ruta desde 2014, me temo que estas muertes se han normalizado”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra, Giorgia Meloni, durante una visita a la isla italiana de Lampedusa.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra, Giorgia Meloni, durante una visita a la isla italiana de Lampedusa. Foto:AFP/ANSA

Otrora reconocidos por su espíritu solidario con los refugiados que traía el mar, los 6.300 habitantes de Lampedusa, una isla de apenas 8 kilómetros de largo, están agotados, y ahora protestan y les exigen al Gobierno italiano y a la Unión Europea que actúen.
El sábado, una pequeña manifestación detuvo el paso de dos camiones de la Cruz Roja, que llevaban al refugio medicinas y alimentos. Las movilizaciones aumentaron ante los rumores –no confirmados– de la llegada de carpas para ampliar el centro de acogida hasta 7.000 personas.
Furioso, el vicealcalde de la villa de Lampedusa, Attilio Lucia, le explicó al enviado del diario parisino Le Figaro: “Somos una pequeña isla que vive del turismo y de la pesca, no somos Alcatraz, y ni Roma ni Europa nos ayudan”.
Cientos de migrantes esperan en el muelle para ser trasladados a tierra firme en la isla siciliana de Lampedusa, sur de Italia.

Cientos de migrantes esperan en el muelle para ser trasladados a tierra firme en la isla siciliana de Lampedusa, sur de Italia. Foto:EFE

Crisis en aumento

La indignación en la pequeña isla es una muestra que puede extenderse al resto de Europa, donde el espíritu humanitario ha cedido terreno entre una población que, alentada por los partidos de derecha que se oponen a la recepción de migrantes, les echan la culpa a quienes huyen a la fuerza de sus países de origen de todos los males del continente.
Es, en buena medida, el resultado de una situación que se salió de las manos en 2015 y 2016, cuando millón y medio de refugiados de la guerra de Siria llegaron a Turquía y de allí pasaron al centro, al oeste y al norte de Europa.
Aunque las cifras no han vuelto a ser tan elevadas, el ascenso ha sido constante desde 2020, cuando el total de migrantes se redujo a menos de 100.000. El año pasado rozó los 200.000 y este año, al ritmo que va, podría acercarse al cuarto de millón.
Somos una pequeña isla que vive del turismo y de la pesca, no somos Alcatraz, y ni Roma ni Europa nos ayudan.
Durante la crisis siria, más del 80 por ciento de los migrantes que llegaron a Europa recorrieron la ruta oriental, desde Siria hacia Turquía, Grecia, Chipre y Bulgaria. Ahora, por cuenta de las guerras y la pobreza en África central y occidental, la ruta más utilizada es la del Mediterráneo central, que ha producido más del 70 por ciento de los arribos, la mayoría de ellos a Lampedusa.
Las otras rutas pasan por el Mediterráneo occidental. Hay refugiados que saltan la valla de Marruecos hacia los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, o se lanzan directo al mar rumbo a las costas andaluzas. Otros intentan desde el sur de Marruecos, el Sahara occidental y Mauritania alcanzar las islas Canarias. Las dos rutas occidentales se han mantenido constantes desde 2017, con entre 20.000 y 50.000 refugiados por año.
Crisis migratoria en Lampedusa, Italia.

Crisis migratoria en Lampedusa, Italia. Foto:AFP

Los expertos temen que todo empeore por la suma de tres grandes catástrofes: la violencia debido a la sucesión de golpes de Estado y de guerras civiles libradas en África central y occidental; el terremoto de Marruecos, que dejó casi 3.000 muertos, 6.000 heridos y decenas de miles de familias sin hogar, y las desastrosas inundaciones en Libia, que suma un saldo de 12.000 muertos y decenas de miles de hogares arrasados.
Así lo resumía Josu de Miguel, analista de El Mundo de Madrid, este domingo: “El desastre libio es un desastre occidental. No hace falta volver sobre su disolución estatal cuando a Europa y a Estados Unidos dejó de interesarles que Gadafi siguiera en el poder. En África, la retirada de Francia de Mali, Níger o Burkina Faso amenaza con dejar inmensos territorios en manos de terroristas. Añadan a esto el terremoto en Marruecos y tenemos los ingredientes para que se produzca otra crisis migratoria como la siria (en 2015)”.

Juegos políticos

Desde la crisis por los refugiados sirios, los partidos de la derecha populista europea han ganado peso en Alemania, Suecia, Francia y en Europa del este. En España, Vox –con ideas franquistas– sigue pesando. Y en Italia, Giorgia Meloni se convirtió en primera ministra tras la victoria de su partido y sus aliados (derecha y extrema derecha) en las elecciones generales de septiembre de 2022, un triunfo basado en la promesa de parar la inmigración ilegal.
Para evitar romper la cooperación con la Unión Europea, Meloni suavizó su discurso, se olvidó de la propuesta de un bloqueo naval a las barcas de migrantes y se pasó a la tesis de darles manejo a los refugiados, ante la evidente imposibilidad de detener su flujo.
Crisis migratoria en Lampedusa, Italia.

Crisis migratoria en Lampedusa, Italia. Foto:AFP

“Ella se institucionalizó y comprendió que la varita mágica no existe en este tema”, explicó Nathalia Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales, con sede en Roma, al semanario francés L’Express.
Pero la apuesta de gerenciar el problema no le ha salido bien. Visitó tres veces al presidente de Túnez, Kais Saied, firmó con él –apalancada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen– un convenio de control de la migración, y consiguió que la Unión Europea (UE) le brindara 105 millones de euros para esos programas. El resultado decepcionó: ¡El número de refugiados de Túnez a Italia ha crecido 386 por ciento!
El problema no es solo de Italia. Coinciden los editorialistas en que la papa caliente está en manos de la Unión Europea. Meloni misma lo acaba de decir en Lampedusa, donde estuvo también con Von der Leyen: “Pensar que Italia puede arreglar sola este problema, es un grave error”.
“Ha llegado la hora para que los europeos se unan y adopten, por fin, un nuevo pacto sobre la inmigración”, decía el lunes el editorialista de Le Figaro. Pero, advertía que los europeos están “minados por sus divisiones que los dejan impotentes frente al desafío”.
Crisis migratoria en Lampedusa, Italia.

Crisis migratoria en Lampedusa, Italia. Foto:AFP

Las divisiones tienen que ver con al menos tres formas distintas de ver el problema. Hay quienes creen –en especial entre los dirigentes de izquierda– que una responsabilidad humanitaria obliga a Europa a acoger al grueso de los refugiados. En esa tendencia, muchos apuestan a que esos mismos migrantes sean un día votantes de izquierda.
Pero hay otros –en el extremo contrario– que hacen proselitismo populista, al culpar –sin que sea cierto– a la inmigración de todos los males. Con eso, la derecha más radical ha venido ganando terreno electoral en varios países.
En el centro están los moderados que, a la vez que reconocen que una inmigración desbordada no es manejable, piensan que una dosis razonable de apertura no solo es humanitaria, sino sana para la economía, pues brinda mano de obra barata para cientos de oficios que ningún europeo realiza.
Pero hay más problemas: la difícil asimilación cultural, el islamismo en sus formas más radicales y los que llegan como parte de redes de narcotráfico.
Ella (Giorgia Meloni) se institucionalizó y comprendió que la varita mágica no existe en este tema.
Los de centro consideran -con razón- que la única forma de moderar el flujo de refugiados es brindar ayuda a los países de origen.
No es fácil con la presencia de cientos de mercenarios rusos de Wagner en África central, el retiro de las tropas sas en gran parte de esa zona y la proliferación de grupos terroristas islámicos.
Y un asunto final, no menos delicado: entre los refugiados llegados a Lampedusa este mes, varios dijeron que no habían pagado por el viaje, toda una sorpresa, pues la tarifa de la travesía arranca en 600 dólares y puede elevarse al doble o triple según las circunstancias.
¿Quién pagó? Diplomáticos europeos se preguntan si tras esto hay una tentativa de desestabilización, en especial porque, en contra de los acuerdos con la UE, los guardacostas de Túnez no detuvieron ni una sola de las barcas.
Se sabe que Rusia controla la mayoría de los corredores de refugiados en el norte de África: ¿está Vladimir Putin detrás? “No tenemos la prueba en este instante, pero estamos vigilantes”, le dijo a Le Figaro un diplomático de alto nivel.
De confirmarse, sería el ingrediente faltante para desatar la tormenta perfecta en el Mediterráneo central.
MAURICIO VARGAS LINARES
PARA EL TIEMPO

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