Después de las intensas protestas por la reforma de las pensiones, el presidente Emmanuel Macron pidió 100 días para “apaciguar” Francia y justo se cumplen el 14 de julio. Sin embargo, no logró la meta y ahora el país suma cinco días consecutivos de disturbios acompañados destrozos en la periferia parisina y de otras ciudades.
Todo empezó con la muerte de Nahel M. un joven de 17 años que fue baleado por la policía. Un agente de 38 años le disparó en el pecho al adolescente de origen argelino, estudiante del liceo Louis Blériot y que esperaba obtener un certificado como electricista, al intentar evadir un retén
No era la primera vez que el joven tenía problemas con las autoridades policiales, pero no estaba reseñado. En un video quedó captado el momento del disparo, lo que desató la ira de los habitantes de los suburbios o banlieues –como se le conoce a los barrios populares en Francia de la periferia de las ciudades– quienes constantemente se enfrentan a los abusos policiales y estigmas de raza y género, según recogen medios locales.
Y precisamente esa es una de las preocupaciones no solo de la comunidad internacional sino de organizaciones y ciudadanos: la constante actuación de la policía en contra de las minorías.
“Este es un momento para que el país aborde seriamente los problemas profundos del racismo y la discriminación en las fuerzas del orden y aplicación de la ley”, dijo en un comunicado la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
Pero las protestas subieron de nivel y para poner en perspectiva lo que sucede, en números la situación va así: 45.000 policías y gendarmes desplegados en todo el país, más de 2.000 detenciones, 45 policías heridos, 577 vehículos y 74 edificios incendiados y más de 800 incendios en las vías.
Si bien el país tiene cifras negativas en cuanto a la actuación policial, por ejemplo, en 2022, según publica la agencia Efe, se reportaron 13 muertes en controles policiales. Y para ir más atrás, en 2005 la muerte de dos adolescentes migrantes por parte de la policía también desató serias protestas, esto sin contar lo ocurrido con los denominados ‘Chalecos amarillos’ y otros hechos aislados.
No es la juventud contra Macron. Se trata de movimientos minoritarios y, de hecho, apenas políticos
Ahora los disturbios se extendieron incluso a Bélgica y Suiza, con más de 40 detenidos ayer. Varios grupos protestaban contra la muerte de Nahel e intentaron alterar el orden público, por lo que vale preguntarse si la molestia va más allá de la actuación de los policías.
“No es la juventud contra Macron. Se trata de movimientos minoritarios y, de hecho, apenas políticos”, dice a EL TIEMPO Jérôme Sainte-Marie, politólogo y consultor, quien hace énfasis en que esta situación representa una crisis para el gobierno del mandatario, porque “Macron parece haber perdido la confianza de todas las clases populares, la de Francia profunda, como las procedentes de la inmigración reciente”.
Aún así los disturbios no son populares ni cuentan con la aceptación de la ciudadanía.
De hecho, en su mayoría, son menores de edad los que están encabezando los destrozos, incluso el mandatario ha llamado a los padres a hacerse “responsables” por sus hijos, esto debido a la quema de escuelas y sedes de Gobierno.
Entonces, pareciera que hay que mirar a lo profundo de los banlieues. Ahí se concentran la mayoría de los migrantes provenientes de África y Oriente Próximo. La opinión pública ha contribuido a estigmatizar estas zonas, donde reina la pobreza y se siente la segregación, el racismo y un creciente extremismo aupado por lo religioso.
Muchos de estos jóvenes, aunque nacidos en Francia, no se sienten ses y esto ha generado el auge e influencia de las corrientes “decoloniales”, lo cual podría ser una de las causas de la violencia continuada. Incluso, el mismo expresidente Nicolas Sarkozy, durante su mandato, habló de ¿qué era ser francés?, debate que no resultó tan provechoso en su momento.
Gilles Finchelstein, de la Fundación Jean Jaurès le dijo a EL TIEMPO que más allá de la crisis política y los retos a los que se enfrenta Macron, “si las cosas se calman, las huellas políticas quizás no sean tan profundas; en cambio las preguntas que se plantean sobre la sociedad y la juventud son muy profundas”.
En esto coincide el politólogo Jérôme Sainte-Marie, quien considera que la juventud sa está dividida. “Una gran parte de ella, fuera de las metrópolis, votan por Marine Le Pen, otra ha elegido más bien a Jean-Luc Mélenchon (izquierda radical) y entre los jóvenes ricos, confiando en su futuro, existe también un voto Macron”, por lo que insiste en que el problema va más allá y que los “alborotadores” no representan todo el conglomerado juvenil.
“Se restablecerá el orden, pero después del movimiento de los chalecos amarillos en 2018 y de diferentes manifestaciones ecologistas o sociales violentas, la impresión en la opinión pública es muy mala”, dice Sainte-Marie, en referencia a lo que ha calificado como “el debilitamiento de la autoridad del Estado en el territorio”.
La preocupación parece ir no solo por las actuaciones de la policía, las cuales a menudo distan del respeto a la integridad, sino en el aprovechamiento de grupos extremistas y su influencia en los jóvenes.
El portavoz del Gobierno de Francia, Olivier Véran, pidió no generalizar el actuar policial, además se comprometió a que se llevarían a cabo las investigaciones.
Nahel ya fue sepultado, pero su familia sigue clamando justicia.
ANA MARÍA RODRÍGUEZ BRAZÓN
CORRESPONSAL EL TIEMPO
CARACAS