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Francia: ¿cómo logrará Macron salir de la crisis que causó su reforma pensional?
Con más de cuatro años de mandato por delante, Macron debe recuperar su gobernabilidad.
Este miércoles habrá nuevas protestas por la reforma pensional de Macron. Foto: EFE
Las montañas de basura son, en estos días, el monumento más visible y repetido en las calles y plazas de París. Más de 10.000 toneladas de desechos acumulados en dos semanas de huelga de los recolectores, uno de los sindicatos más activos contra la reforma pensional que aumentará la edad de jubilación de 62 a 64 años, han multiplicado los roedores y cubierto la ciudad de olores nauseabundos.
Los recolectores también se han convertido en el símbolo de la parálisis, no solo de la capital sa, sino del país, y de la cada vez más limitada capacidad de acción del Gobierno.
Aunque el Ejecutivo del presidente Emmanuel Macron, liderado por la primera ministra, Elisabeth Borne, consiguió hace pocos días sacar adelante la controvertida reforma pensional (aunque lo hizo a pupitrazo, evitando la votación del Parlamento), además de superar dos mociones de censura consecutivas, lo cierto es que al final de la jornada nadie en el Palacio del Elíseo andaba de fiesta.
Fue una victoria ajustadísima: a la oposición le faltaron apenas nueve votos para conseguir los 287 necesarios para tumbar al gabinete de Borne.
“Nos salvamos por un pelo”, reconocía un diputado macronista al final de la sesión, mientras que otro de sus compañeros de bancada le aseguró al diario Le Figaro que un margen de votación tan estrecho “ratifica de manera casi definitiva la ilegimitidad de nuestro gobierno”.
El presidente ya adelantó que no retirará su reforma pese a las protestas. Foto:AFP
Y como el Ejecutivo tiene que seguir llevando sus proyectos a la Asamblea para poder gobernar, nadie sabe cómo conseguirá hacerlos aprobar y cómo evitará que, a la próxima oportunidad, la moción de censura no se quede corta en votos. En especial porque a Macron le quedan más de cuatro años en el Elíseo, y parece imposible que logre atravesarlos con semejante precariedad política.
Desde que en abril de 2022 el presidente ganó su segundo mandato de cinco años al derrotar en la segunda vuelta a la líder de la extrema derecha Marine Le Pen, todo se le puso cuesta arriba. En las elecciones parlamentarias de junio para renovar la Asamblea Nacional, la coalición macronista no consiguió la mayoría absoluta y se quedó con 247, 103 menos de los obtenidos cinco años atrás cuando ‘la macronía’ barrió.
“Entramos en tierra desconocida”, dijo entonces el historiador Nicolas Roussellier. El editorialista Frédéric Says, de Radio , comentó en esos días que el segundo quinquenio de Macron “nació muerto”. Si eso podía ser discutible en aquellas fechas, nueve meses después parece no haber la menor duda.
Protestas contra el gobierno de Macron en Francia. Foto:AFP
Una carrera relámpago
“El viento fresco que representamos hace seis años, cuando Macron ganó el primer mandato y conseguimos las mayorías en la Asamblea”, dijo con nostalgia este martes un alto funcionario que apoyó la ola renovadora que representó la ‘macronía’, “fue reemplazado por este olor pestilente de las basuras”. Y lo peor, según explicó, “es que el presidente parece haber perdido definitivamente el impulso”.
Emmanuel Macron rompió paradigmas desde su juventud. Con apenas 17 años, se enamoró de Brigitte Trogneux, de 41, profesora de literatura y teatro del colegio donde el joven estudiaba. Años después, y tras divorciarse ella de su primer marido, se casaron y Macron formó una familia con los tres hijos de la profesora, uno de los cuales le lleva dos años.
Antes de casarse, Macron se mudó a París donde hizo un impecable recorrido académico desde el afamado colegio Henri IV, donde acabó el bachillerato, hasta la prestigiosa Escuela Nacional de istración (ENA), pasando por la facultad de filosofía de la universidad Paris-Nanterre y el Instituto de Estudios Políticos, mundialmente conocido como Sciencs Po.
En un descanso durante la campaña, el pasado 12 de abril, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux, en la nieve de los Pirineos. Foto:AFP
Con apenas 31 años, ingresó a la Banca Rotschild donde manejó la OPA de Nestlé sobre una filial de la farmacéutica Pfizer, un negocio de cerca de 10.000 millones de dólares con cuya comisión Macron se hizo millonario. Todo ello mientras militaba en el Partido Socialista, al que se afilió en 2006 y donde conoció a François Hollande quien, al llegar a la presidencia en 2012, lo nombró secretario adjunto del Elíseo y, dos años más tarde, ministro de Economía.
De hecho, el ala izquierda de los socialistas siempre criticó a Hollande por mantener a su lado a Macron. ¿Qué hacía un banquero de inversión formado en Rotschild en un gobierno socialista? Pero Hollande lo sostuvo y apoyó sus propuestas de reforma.
Desde entonces, Macron se apuntó al centrismo, con un discurso en defensa del sistema de protección social siempre y cuando diera garantías de libre mercado a las empresas que, decía, “son el gran motor de la economía”.
Dos grandes crisis
En 2016, Macron dejó el gabinete y creó el movimiento centrista En Marcha, del que se convirtió en candidato presidencial una vez quedó claro que Hollande, hundido en las encuestas, no buscaría la reelección.
Meses después, cuando un escándalo le cortó las alas al favorito, el ex primer ministro François Fillon, candidato de la derecha, Macron aprovechó el momento y pasó al liderato con una campaña relámpago basada en su dinamismo juvenil, su independencia de los desprestigiados partidos tradicionales y su compromiso con las grandes reformas.
Ganó la primera vuelta con 24 por ciento de los votos, y la segunda con 66 por ciento, para llegar al Elíseo en la cúspide de su popularidad, en mayo de 2017. Pero la luna de miel duró poco. Comprometido con una agenda ecologista, en 2018, Macron y su primer ministro, Edouard Philippe, quisieron imponer una sobretasa tributaria a los combustibles –taxe carbone–, que aumentaba los precios de manera importante.
El reelegido presidente Emmanuel Macron y su esposa, Brigitte, celebran tras la victoria. Se estima que la abstención se ubicó entre 27,8 % y 29,8 %. Foto:EFE
En las zonas semiurbanas y rurales, donde no hay metro ni trenes de cercanías y la gente anda en carro y en moto, surgieron las protestas. Los motociclistas fueron los líderes de las primeras manifestaciones y como usaban chalecos amarillos reflectivos (conocidos como gillets) se terminaron convirtiendo en símbolo del movimiento que paralizó a Francia durante meses. Arrinconado, Macron tuvo que frenar las medidas.
La llegada de la pandemia del covid-19 a inicios de 2020 lo salvó. Las protestas murieron en medio del estricto confinamiento y su popularidad, que estaba en mínimos, recuperó terreno por el acertado manejo que le dio en un principio al desafío sanitario.
Su política de gastar “cueste lo que cueste” todo el dinero público, necesario en aras de salvar empresas, empleos y el ingreso de los hogares, lo reconcilió con buena parte de la opinión, aunque disparó la deuda y el déficit. Pero, la recuperación económica tras el fin del confinamiento le dio a Macron el empujón necesario para buscar la reelección.
Durante la campaña, cuando le criticaron no haber hecho las “grandes reformas” prometidas para su primer mandato, argumentó que la pandemia se lo había impedido, pero que en el segundo mandato las haría.
Lo cierto es que con el actual panorama legislativo, su agenda reformista quedó en el aire.
Y si bien Macron pudo haber intentado una negociación con Los Republicanos (LR), de centroderecha, para constituir una alianza mayoritaria, ni ese partido la buscó ni Macron trató de convencerlos. Se equivocó.
En una decena de proyectos críticos del orden presupuestal y de financiamiento, la primera ministra Borne tuvo que acudir a un recurso constitucional de excepción, el artículo 49.3 de la Carta. Gracias a ese procedimiento, ante la perspectiva de no conseguir una votación mayoritaria para un proyecto de ley, el Ejecutivo asume la responsabilidad de la medida y la iniciativa se convierte en ley sin votación de la Asamblea.
Las huelgas contra la reforma han causado una crisis de basuras, especialmente en Francia. Foto:AFP
En ese caso, la oposición puede entonces proponer una moción de censura. Si la mayoría de los diputados la aprueba, el gabinete se cae y el proyecto se hunde. De lo contrario, la ley queda en firme, como ocurrió por estrechísimo margen con la reforma pensional. Pero acudir por 11.ª vez al 49.3 terminó de indignar a la opinión y acentuó la agresividad de las manifestaciones.
Horas de incertidumbre
La incertidumbre es el sello de las horas oscuras que atraviesa Macron. El ambiente de crispación en contra del presidente no parece explicarse solo por la reforma pensional, que, por demás, es bastante tímida ya que los ses, a partir de 2030, cuando se prevé aumente en dos años la edad de jubilación, seguirán trabajando menos que la mayoría de los europeos, en cuyos países la edad de retiro llega entre los 65 y los 67 años.
Para este miércoles está previsto que Macron comparezca en una entrevista de televisión. Pero, entre los analistas, casi nadie apuesta por una audacia del presidente. Todo indica que no tomará medida radical alguna: ni disolverá la Asamblea –consciente de que nuevas elecciones podrían reducir aún más su bancada– ni se apresurará, por ahora, a cambiar a la primera ministra.
Tal parece que aquella máxima que lo hizo famoso en tiempos de su primera campaña presidencial, cuando propuso “cambiar las costumbres y los rostros”, no parece entusiasmarlo. Y la ‘República en Marcha’ –su lema de campaña hace seis años– está hoy más paralizada que nunca.