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La ley con la que Hungría volvió a tensar relación con Unión Europea

La legislación que equipara homosexualidad y pedofilia fue duramente rechazada por el bloque.

En La Haya, Países Bajos, activistas desplegaron, el viernes, la bandera de la comunidad LGBTI ante la embajada de Hungría, en señal de protesta.

En La Haya, Países Bajos, activistas desplegaron, el viernes, la bandera de la comunidad LGBTI ante la embajada de Hungría, en señal de protesta. Foto: EFE

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Hungría puede haber llenado el vaso de la paciencia europea. Después de años de choques por las iniciativas de su Gobierno contra la independencia del sistema judicial, su dura política migratoria o su ley de medios, la mayoría de gobiernos europeos reaccionaron con dureza esta semana ante una ley que equipara homosexualidad y pedofilia y criminaliza a todo el colectivo LGBTI.
La bronca, insospechadamente, la desató un partido de fútbol. Alemania y Hungría jugaban la noche del miércoles el último juego de la fase de grupos de la Eurocopa de fútbol, aplazada en 2020 por la pandemia.
El partido debía celebrarse en Múnich y el Ayuntamiento de la capital bávara pidió a la Uefa, el organismo regulador del fútbol europeo y organizador de la competición, que le permitiera iluminar el estadio con los colores de la bandera arcoíris, símbolo del movimiento LGBTI. Era claramente una protesta contra las leyes húngaras.
La Uefa se negó. En un comunicado, la organización aseguró que es política y religiosamente neutral y que la propuesta de iluminar con esos colores era una protesta política, por lo que tenía que rechazarlo.
La Uefa se ponía así del lado de las autoridades húngaras, que aplaudieron públicamente su decisión. Pero desataba también un movimiento político que la dejó ahora en el lado de los homófobos y de los partidos de extrema derecha. Tras la decisión de la Uefa, decenas de otros estadios alemanes fueron iluminados con los colores arcoíris en señal de protesta. Desde la tarde del martes y todo el miércoles, dirigentes políticos y estrellas del fútbol europeo cargaron contra las leyes húngaras y la decisión de la Uefa.
El caso aumentó de importancia cuando la canciller belga, Sophie Wilmès, repartió entre sus homólogos europeos, reunidos en Luxemburgo, una dura carta contra la homofobia de las leyes húngaras. Y 17 de los 27 gobiernos europeos la firmaron.
La tensión no bajó. En la cumbre europea que se celebró este jueves y viernes, otra carta, esta firmada por 16 jefes de Estado o de Gobierno, a propuesta de Luxemburgo y España, recordaba que la Unión Europea es, sobre todo, una unión de principios y valores compartidos y que las sombras del “odio y la sinrazón” quedaron atrás hace mucho tiempo.
Esa carta promete “seguir la lucha contra la discriminación hacia la comunidad LGBTI” y reafirmar la “defensa de sus derechos fundamentales”. La misiva también dice que “el respeto y la tolerancia están en el corazón del proyecto europeo” y que ellos están “comprometidos a seguir con este esfuerzo para asegurar que las futuras generaciones europeas crezcan en una atmósfera de igualdad y respeto”. La indignación contra Hungría es transversal a las familias políticas. La carta de jefes de Estado y de Gobierno la firman cinco socialdemócratas, cinco liberales, cinco conservadores y el inclasificable italiano Mario Draghi.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbón, ya no tiene la protección de los conservadores del Partido Popular Europeo después de sacar de esa familia política a su partido, el Fidesz, antes de que fuera expulsado, como pretendían desde hace años los conservadores del norte de Europa.
Orbón solo alcanzó a decir que quienes criticaban su nueva ley no la habían leído y que se informaban por medios tendenciosos. Le llovieron los ataques de sus homólogos. El holandés Mark Rutte le dijo que si no compartía los valores que fundan el bloque, podía pedir la activación del artículo 50 del Tratado de la UE, el que dispone la salida de un país del bloque y que usó el Reino Unido.
El luxemburgués Xavier Bettel, único homosexual declarado entre los 27, le soltó a la cara que la homofobia, entre otras cosas, produce suicidios entre jóvenes que se ven estigmatizados. Bettel también dijo: “Tenemos que ser intolerantes ante la intolerancia. Un Estado miembro legisla para estigmatizar a una minoría sexual y para asimilar pedofilia con homosexualidad. Eso es inaceptable”. Y el belga Alexander de Croo, cuyo gobierno lleva toda la semana entre los más beligerantes contra la homofobia, le dijo: “Ser homosexual no se elige; ser homófobo, sí”.
La nueva norma húngara asegura que “la pornografía y los contenidos que representan la sexualidad o promueven la desviación de la identidad de género, el cambio de sexo y la homosexualidad no deben ser accesibles a menores de 18 años”.
En la práctica, la ley es tan rígida que su entrada en vigor significaría, por ejemplo, que en Hungría estaría prohibido difundir películas como El diario de Bridget Jones o Billy Elliot.
Andrea Virág, directora de estrategia del think tank húngaro Republikon, le explicó a EL TIEMPO que “el primer objetivo de la nueva ley fue tomar el control de la agenda política con un asunto favorable al Fidesz (el partido de Orbón). Durante más de un año, la clase política húngara estuvo centrada en la pandemia, y en los últimos meses, el Fidesz prácticamente solo comunicaba sobre lo exitosa que era la campaña de vacunación. El otro gran asunto era el plan para construir en Budapest un campus de la Universidad china de Fudan”. Virág estima, según los análisis de su think tank, que ese proyecto era muy impopular y que Orbón buscó cambiar la conversación con la ley que asimila homosexualidad con pedofilia.
Además, esta analista cree que “desafortunadamente, la sociedad húngara es menos abierta a la comunidad LGBTI y apoya menos sus derechos que la parte occidental de la Unión Europea”.
Las instituciones europeas parecen cansadas de las actitudes húngaras. La Comisión Europea, dubitativa en otras ocasiones, reaccionó con contundencia. La presidenta Ursula von der Leyen anunció que el Ejecutivo europeo abrió ya un expediente a Hungría y dijo que la nueva ley húngara “es una vergüenza”. La ley, ya aprobada en el Parlamento húngaro, no ha entrado en vigor, por lo que Von der Leyen pretende frenarla antes de su publicación en el boletín oficial húngaro.

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IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO - Bruselas

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