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¿Qué pasa en la frontera entre Bielorrusia y Polonia?

La llegada de cientos de migrantes a territorio polaco ha elevado la tensión.

La 16a División Mecanizada polaca muestra a soldados polacos cerca del paso fronterizo polaco-bielorruso en Kuznica.

La 16a División Mecanizada polaca muestra a soldados polacos cerca del paso fronterizo polaco-bielorruso en Kuznica. Foto: Efe

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Bielorrusia y Polonia (y con ella toda la Unión Europea) juegan una partida de ajedrez de alta tensión en la que las fichas son miles de migrantes árabes acarreados desde sus países hasta Minsk por el régimen bielorruso. Intenta así su dictador, Alexandr Lukashenko, presionar a la Unión Europea para que elimine las sanciones que le impuso por su deriva autoritaria. Polonia, que viola también la legislación europea e internacional al impedir que esas personas crucen la frontera y pidan asilo, habla de “guerra híbrida”.
Lukashenko empezó a enviar pequeños grupos de migrantes la pasada primavera, en primer lugar, hacia la frontera lituana. Vilnius está apenas a 30 kilómetros de la frontera bielorrusa. Lituania reaccionó abriendo campos de recepción y pidiendo ayuda financiera a Bruselas. Lukashenko empezó entonces a enviar refugiados hacia la frontera polaca y ahí sí mordió.
Polonia construyó vallas y mandó a miles de soldados a sellar la linde. Ante esa situación, Lukashenko lanzó a más de 2.000 personas hacia esa frontera provocando lo que Polonia llama “la peor crisis del país en 30 años”. El Gobierno polaco usa la crisis para que Bruselas y sus socios europeos cierren filas y dejen de lado el asunto de la eliminación de la independencia judicial en el país.
El Gobierno polaco impide el a la frontera a oenegés y periodistas alegando que serían víctimas de las campañas de desinformación de Bielorrusia y Rusia. Pero los pocos testimonios independientes que logran sacar periodistas polacos desde la región hablan de personas muertas de hambre y frío en la linde, de ataques con gases lacrimógenos a grupos de familias de migrantes y de expulsiones que no respetan la normativa europea de permitir que esas personas soliciten asilo.
Al otro lado, los testimonios recogidos por agentes y televisiones internacionales aseguran que los migrantes son vigilados de cerca por personal del servicio secreto bielorruso, que se les impide volver atrás y se les empuja hacia la frontera polaca y que apenas se les da comida o cobijo cuando las temperaturas en la región ya bajan de cero cada noche.
La mayoría de esas personas son kurdos de Iraq y sirios. Los expulsados de vuelta por Polonia son dejados en tierra de nadie, en los bosques, a su suerte. El Parlamento polaco legalizó esa práctica el pasado 14 de octubre, violando así la Directiva Europea de Asilo y la Convención de Ginebra de Refugiados.
La UE no
puede caer en estas tácticas. Tiene que considerar cómo sus esfuerzos diplomáticos y financieros pueden mejorar la situación sobre el terreno
Jamie Shea, profesor de estrategia y seguridad en la universidad británica de Exeter, le contó a EL TIEMPO que la crisis “recordará al Gobierno polaco las virtudes de su pertenencia a la Unión Europea y de la solidaridad europea, particularmente cuando se trata de esta clase de agresiones híbridas para las que no se diseñaron las fuerzas convencionales y nucleares de la Otán, sino las capacidades de Frontex, las sanciones, la ayuda humanitaria o la diplomacia”.
El profesor Shea cree que “los migrantes deben tener la protección de la normativa internacional (derecho de asilo y un trato humano), pero esta no es una crisis fundamentalmente migratoria. Es una agresión de un Estado que busca debilitar a las democracias europeas usando a migrantes”.
La Otán vigila la situación fronteriza y Varsovia ya movilizó más de 15.000 soldados para controlar una linde de más de 400 kilómetros mientras Rusia, aliado de Bielorrusia, movilizó bombarderos de largo alcance para vigilar la frontera. Bruselas amenaza a Bielorrusia con más sanciones e intenta impedir que siga acarreando familias enteras de refugiados desde casi una veintena de países.
La Comisión Europea aprobará esta semana más sanciones, mientras Minsk amenaza con suspender el tránsito de gas ruso por su territorio desde Rusia hacia Europa. Bielorrusia presiona con migrantes porque sabe que Europa no tiene un acuerdo interno para repartirlos y porque la llegada masiva de migrantes en 2015 y 2016 provocó una de las mayores crisis de la historia del bloque.
Helena Hahn, experta en movimientos migratorios, control fronterizo y cooperación migratoria con terceros países en el European Policy Centre, le explica a EL TIEMPO que “la situación actual con Bielorrusia evoca recuerdos de situaciones similares de años atrás, sobre todo el caso turco de marzo de 2020 y la brecha en la frontera entre Marruecos y Ceuta (España) en mayo pasado. En muchos aspectos, son emblemáticos del hecho de que el enfoque de externalización de la UE tiene un alto precio, especialmente cuando concierne a regímenes autoritarios. La UE no puede caer en estas tácticas. Tiene que considerar cómo sus esfuerzos diplomáticos y financieros pueden mejorar la situación sobre el terreno”.
Europa no quiere migrantes, en su incapacidad para diseñar una política migratoria coherente y aceptable para sus 27 Estados . Ante su incapacidad para controlar por sí misma sus fronteras exteriores, lo que llevaría al bloque, como ya piden algunos gobiernos, a rodearse de muros como una fortaleza medieval, recurre a los países vecinos (Turquía, Marruecos) para que le hagan el control migratorio. Se expone así al chantaje de regímenes “gansteriles” (en palabras de una portavoz de la Comisión Europea) como el de Lukashenko.
Hahn explica que “a la vez, los Estados en primera línea fronteriza, como Grecia, España, los bálticos y Polonia, respondieron siempre de forma dura, lo que señala además que la UE se enfrenta a serios problemas internos en términos de encontrar un acuerdo de cómo gestionar de forma más humana el control fronterizo, asegurar el derecho al asilo y proteger los derechos de los migrantes”.
Zachary Paikin, del Ceps de Bruselas, le cuenta a EL TIEMPO que “el hecho de que estos migrantes hayan sido acarreados a Bielorrusia y luego entren en territorio europeo complica las cosas. Pero, políticamente hablando, es otro episodio que muestra las contradicciones entre los esfuerzos de la UE para afirmar su seguridad y la soberanía de sus Estados y la de respetar sus obligaciones humanitarias por otra”.
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, acusó el martes al presidente ruso Putin de estar detrás de la crisis. El Kremlin dijo que esas acusaciones eran “irresponsables”. Muchos creen que Moscú está detrás o que, al menos, podría frenar la crisis. La alemana Angela Merkel telefoneó el martes a Putin para pedirle que “actuara contra la instrumentalización inaceptable e inhumana” que se hace con los migrantes.
La Comisión Europea anunció que vigila el comportamiento de unos 20 países, entre ellos Rusia, por su papel en el tránsito hacia Bielorrusia de esos migrantes. Los vigilados son Suráfrica, Argelia, Azerbaiyán, Costa de Marfil, India, Irán, Kazajistán, Libia, Marruecos, Nigeria, Uzbekistán, Catar, Senegal, Somalia, Sri Lanka, Siria, Túnez, Venezuela y Yemen. Bruselas vigila cuántos vuelos hacia Minsk salían normalmente y salen ahora desde esos países y la ocupación de los aviones.
IDAFE MARTÍN PÉREZ 
PARA EL TIEMPO 
BRUSELAS

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