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‘La corrupción no es solo de América Latina’: Sergio Moro

Este juez brasileño, clave para desatar el escándalo de Odebrecht, fue quien condenó a Lula.

El juez Moro sentenció a prisión al todopoderoso Marcelo Odebrecht, dueño de la constructora del mismo nombre, entre otros.

El juez Moro sentenció a prisión al todopoderoso Marcelo Odebrecht, dueño de la constructora del mismo nombre, entre otros. Foto: Adriana Spaca / AFP

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Al juez brasileño Sergio Moro lo inspira una obsesión que, de entrada, sabe que es una quimera: acabar con la corrupción. En su país es considerado, por una buena parte de los ciudadanos, un héroe nacional por sacar adelante el caso Lava Jato, que tuvo una consecuencia adicional que ha sacudido a todo el continente: los sobornos de Odebrecht. De hecho, de la punta del hilo que él tiró, hoy hay varios gobiernos en una crisis severa; el más reciente, el de Perú.
Por esta razón, Moro fue elegido Personaje Latinoamericano del 2017 por los directores y editores de los 11 diarios del Grupo de Diarios América (GDA), incluido EL TIEMPO. En esta entrevista exclusiva, él dice que “la corrupción se globalizó” y que otros países que recibieron pruebas de corrupción de la constructora Odebrecht tienen la oportunidad de profundizar y descubrir nuevos casos. Su razonamiento es que si Odebrecht adoptó un modelo de pago de ventajas indebidas en sus negocios en el extranjero, es bien probable que multinacionales de otros países y empresas locales hayan hecho lo mismo.
En la opinión del juez, la población ya no tolera ciertos comportamientos, como la corrupción, y está más vigilante ante conductas ilegales. “El precio de la integridad es la eterna vigilancia” de los gobernados, declara Moro.
¿La operación Lava Jato logró reducir la corrupción en Brasil o solo la hizo más visible?
Es difícil dimensionar la corrupción. No se sabe cuántos casos reales existen, y lo que se tiene, normalmente, son medidas de percepción de la corrupción. En los índices de Transparencia Internacional, Brasil no se encuentra en una posición muy buena. Lo que los casos judiciales revelan es que la percepción que teníamos de que la corrupción era muy grande en Brasil es, de hecho, real. Son hechos graves y grandes. La corrupción evidentemente no se va a acabar, pero si la impunidad estimula la corrupción, la disminución de la impunidad debe acarrear igualmente la disminución de la corrupción.
Su condena al expresidente Lula da Silva puede dejar fuera de las elecciones a un presidenciable importante, que lidera las encuestas. ¿Cómo se siente frente a la posibilidad de haber influido directamente en la disputa del 2018?
El papel del juez es cumplir la ley. Cumple la ley y juzga los procesos según las leyes. Las consecuencias fuera del proceso no son responsabilidad del juez. Si eventualmente esa situación ocurre, no fue porque el juez lo decidió. Alguien cometió un delito, la ley prevé inhabilitaciones, y eso puede ocurrir.
El expresidente Lula, que fue condenado por usted a nueve años y medio de cárcel, realizó críticas contundentes a la investigación y dice que es víctima de persecución política. ¿Cuál es su respuesta a esa crítica?
Yo ya dicté la sentencia, y todo lo que yo tenía que decir sobre el caso está ahí: las pruebas que consideré, los hechos. No me corresponde hacer comentarios adicionales. Todo lo que yo tenía que decir está ahí y la sentencia es pública. Hoy está sometida a recurso de apelación. Los jueces del Tribunal Supremo Federal son personas absolutamente serias y ellos pueden confirmar o reformar la sentencia. Estoy absolutamente tranquilo sobre lo que decidí y ante lo que ellos pueden decidir, ya sea confirmando o modificando la sentencia.
En algunos de los países vecinos, que también tenían tradición de impunidad, empezamos a ver que pasan cosas, con encarcelamientos y procesos relevantes en Perú, Argentina, Colombia y Ecuador
¿Lava Jato tuvo un efecto más amplio en el sector privado o se restringió a las empresas implicadas en la operación? ¿Tuvo ese carácter educativo?
Quizás en algunos años más podamos tener una visión mejor. Lo que es interesante es que vemos hoy casos judiciales relevantes de crímenes de corrupción que se expandieron por Brasil: en Río de Janeiro, en Brasilia, en Mato Grosso del Sur y en Río Grande del Norte, por ejemplo. En algunos de los países vecinos, que también tenían tradición de impunidad, empezamos a ver que pasan cosas, con encarcelamientos y procesos relevantes en Perú, Argentina, Colombia y Ecuador. Es decir, hay un movimiento anticorrupción, y creo que eso tendrá un impacto significativo en Brasil.
Vivimos en un mundo cada vez más competitivo y globalizado. La corrupción extendida como estaba —o como tal vez aún lo esté— es algo que impacta la eficiencia y la productividad de nuestra economía, además de disminuir la calidad de la democracia.
¿Hasta dónde llega la sombra de Odebrecht en América Latina?
Así como la economía es globalizada, muchas veces la práctica corrupta también se globaliza. Es importante tener en cuenta, sin embargo, que si Odebrecht pagó a agentes públicos o políticos de otros países, probablemente otras empresas también pagaron. Y me refiero no solo a las brasileñas, sino a las extranjeras y probablemente a las empresas de los respectivos países.
¿Aún falta revelar algo más del gran caso de corrupción descubierto hasta ahora en América Latina?
Brasil ha adoptado una postura de cooperación jurídica internacional. Cuando recibimos pedidos de cooperación e intercambio de pruebas, la postura usual ha sido acceder a ese intercambio. Cuando las pruebas provienen de personas que hicieron un acuerdo de cooperación (con la justicia), hemos puesto condiciones para protegerlas de eventuales procesos en el exterior, lo que me parece natural. Las pruebas pueden ser utilizadas, pero no en contra de esas personas. Observada esa condición, no se ha escondido nada.
¿En América Latina no hay nada más allá de lo que ya se sabe que deba ser investigado?
Recientemente se decidió en Perú decretar prisión preventiva a algunos empresarios locales que habrían trabajado asociados al grupo Odebrecht. Si esos países que recibieron parte de las investigaciones las profundizan, seguramente van a encontrar otros esquemas de soborno y corrupción no necesariamente vinculados a Odebrecht.
¿Usted considera posible que los países de la región puedan ser blindados contra estos tipos de casos? ¿O dependeremos siempre de algún juez, fiscal o autoridad dispuesta a arriesgarse para descubrir y castigar a los corruptos de alto calibre?
Es una ilusión creer que la corrupción dejará de existir, no va a ocurrir. Y puede ser que estén ocurriendo casos graves. Lo importante es que las instituciones den una respuesta. Participé en un evento en Boston, en Estados Unidos, y tuve una información interesante de que tres expresidentes de asambleas legislativas de Massachusetts, que vemos como un estado bastante desarrollado en Estados Unidos, habían sido condenados criminalmente por corrupción. Tres sucesivos. Para mí fue hasta una sorpresa, pero el lado positivo es que los casos fueron detectados y las personas, efectivamente, castigadas. No creo que Estados Unidos sufra los mismos niveles de corrupción de algunos países de América Latina, pero ese es el lado importante: que las instituciones funcionen. Y no es del día para la noche que se cambia eso. No es por esfuerzos voluntaristas de algunos individuos, pura y simplemente, pese a que ellos también tengan una función. Creo que si las instituciones hacen en serio su trabajo, si nuestros representantes toman en serio las responsabilidades que resultan del hecho de haber sido elegidos en un régimen democrático, hay condiciones para avanzar mucho y tener niveles de corrupción mucho más bajos. No existe una enfermedad latinoamericana asociada a la corrupción.
Es una ilusión creer que la corrupción dejará de existir, no va a ocurrir. Y puede ser que estén ocurriendo casos graves. Lo importante es que las instituciones den una respuesta
El caso Odebrecht puso a jueces y fiscales en la primera línea política. ¿Usted considera problemático que los jueces sean vistos como figuras políticas e incluso como candidatos? Usted mismo rechazó la idea aun después de aparecer como un ‘presidenciable’ en algunas encuestas...
La vida es compleja, y las personas toman decisiones muchas veces difíciles. Es complicado, de antemano, hacer cualquier juicio de un magistrado que quiera empezar una vida política. Tiene todo derecho de hacerlo. Pero mi elección personal es seguir como magistrado.
¿La lucha contra la corrupción es una batalla de varios frentes?
Es necesario pensar que, para examinar crímenes complejos, son necesarios medios especiales de investigación, la legislación aplicable tiene que ser consistente con la necesidad de investigación especial: interceptación telefónica, escucha ambiental, eventualmente infiltración del agente, y la delación compensada, además de la cooperación jurídica internacional. Es importante que los países cooperen entre sí para poder investigar estos delitos. Aun así, investigar y examinar responsabilidades es un desafío.
Las delaciones compensadas fueron la base de la Lava Jato. Ya teemos casi 300 delatores en Brasil. ¿Usted ve la necesidad de perfeccionar la legislación?
No sé si concuerdo en que las delaciones fueron la base. Fueron importantes para expandir las investigaciones, pero también hubo colaboración internacional, el rastreo bancario. Es innegable que las colaboraciones tuvieron un papel relevante, pero no veo la necesidad de una reforma legislativa. Tenemos que evolucionar en la práctica, que es relativamente nueva. No sé ese número de 300. No hago ese tipo de cálculos.
Fue divulgado por la Procuraduría General de la República.
Fue descubierto un esquema criminal amplio. Pese a que fuesen relacionados, no estamos hablando de un único delito. Es diferente cuando se investiga un asalto a un banco, pues para clarificar basta llegar a un acuerdo con un miembro de la banda.
No conocemos el contenido de gran parte de esos acuerdos. ¿Eso significa que tendremos muchos frentes de investigación para ser abiertos o revelados?
Las investigaciones prosiguen. Es una garantía institucional que ninguna prueba va a ser barrida bajo la alfombra. La investigación criminal es compleja. Muchas veces es exitosa, y se descubre el crimen con una prueba significativa. Muchas veces, lamentablemente, llegamos a muros difíciles de ser traspasados, a callejones sin salida: uno sabe que tiene algo errado y no consigue la prueba para formular una acusación. Pero en todos los casos, en algún momento pueden surgir elementos relevantes.
CLEIDE CARVALHO
O GLOBO (Brasil) - GDA
En Twitter: @OGloboPolitica

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