Este es un paso más en la instauración definitiva de un régimen cuya vocación es totalitaria. Entre otras, la constituyente tiene dos características que así lo demuestran. De un lado, no fue resultado de una necesidad nacional, sino de un capricho del dictador,
Nicolás Maduro, en reacción a las protestas, que ya llevan más de cien días, de sectores opositores. Del otro, según se puede ver en la mayoría de perfiles de los candidatos inscritos,
no hay lugar a la diferencia política: todos los participantes de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) serán chavistas.
Lo más seguro es que el proceso de elección y redacción de la Constitución se llevará a cabo, pero los cambios a futuro serán muy limitados y más bien estarán dirigidos a profundizar el régimen y no a remediar sus múltiples errores.
Mientras esto sucede, el proceso de la ANC muestra dos elementos que son esenciales para entender lo que sucede en Venezuela, en particular, y en América Latina en general, para extraer lecciones y, seguramente, para formular escenarios factibles en el futuro.
El primer elemento es el del concepto de ley que existe en la región y, en consecuencia, del uso que se le da. En América Latina, la ley – en particular, las constituciones – han servido para legitimar a quien esté en el poder y para establecer el sistema de privilegios y de extracción de rentas para el grupo favorecido por la élite dominante en un momento dado.
Abusando de la retórica, a la manera descrita por Orwell, el régimen venezolano afirma que el objetivo de la Constitución es la búsqueda de la paz y la justicia. Pero en realidad el único objetivo es establecer, vía legislación, un régimen más cerrado, violento y con capacidad de reprimir cualquier conato de disidencia.
No es posible hablar de una constitución que busque la paz sin la existencia de funciones claras para el Estado y de una limitación y delimitación de su razón de ser. Siempre que no se cuenta con estas características en el documento constitucional, se estimula la noción según la cual el control del poder político, del Estado, es la forma de avanzar los intereses individuales o del grupo al que se pertenezca. El Estado se convierte en botín. Y, claro está, esto fomenta – no disminuye – el uso de la violencia entre grupos al interior de una sociedad.
Lo que se puede esperar del caso venezolano es un documento redactado con el fin de darle rienda suelta al régimen actual, de perseguir a la oposición y de concentrar más el poder en la figura del dictador de turno.
Un segundo elemento que permite analizar el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en Venezuela es el papel de lo que se ha denominado “comunidad internacional”. Varios aspectos se deben resaltar acá: desde la impotencia para frenar los sucesos hasta la importancia de la presión, pasando por los rechazos, pero también sus ausencias.
Es evidente que, por más declaraciones y presiones, la comunidad internacional no podrá frenar la degradación de la situación en Venezuela. Degradación en dos sentidos: en términos de la creciente inestabilidad del régimen y en términos del deterioro de la democracia y la situación humanitaria en el país. En este sentido, se debe reconocer que la labor es doméstica. Además, se debe tener cuidado, en los demás países, al elegir para evitar darle el poder a personas que, como
Hugo Chávez, iniciaron el proceso que degeneró en la actual situación en Venezuela.
Esto demuestra que la reputación internacional es importante, incluso para las dictaduras más crueles
No obstante lo anterior, las meras declaraciones, que pueden parecer inocuas, generan preocupación en los altos dirigentes de la dictadura. Esto se demuestra en, por ejemplo, el desespero por frenar los avances de declaraciones en contra en el seno de la OEA o las respuestas – siempre agresivas – del dictador Maduro en contra de sus críticos, incluidos los gobiernos estadounidense y, de manera muy reciente, colombiano. Esto demuestra que la reputación internacional es importante, incluso para las dictaduras más crueles. Por esta vía, podría pensarse un camino de mayor presión que puede, eventualmente, rendir frutos.
Precisamente por esto último es tan importante rastrear las declaraciones contundentes en contra del régimen venezolano, pero sobre todo las faltantes.
Estados Unidos, el Parlamento Europeo, el secretario general de la OEA, Colombia, entre otros, han expresado de manera clara su preocupación. Es más, el congresista estadounidense, Marco Rubio, ha hablado de posibles sanciones. Ahora, no es que las sanciones sirvan de mucho; solo hay que mirar el caso cubano: éstas sirvieron para que la dictadura se perpetuara en el poder, culpando, de manera falaz, al embargo estadounidense de los resultados de las pésimas decisiones económicas tomadas por Fidel Castro, pero la mera amenaza muestra la contundencia de la reacción.
Por su parte, existe una ausencia de reacción de tres tipos de actores. Primero, Naciones Unidas. Segundo, las potencias en ascenso, comenzando por China y Rusia. Tercero, algunos países de América Latina como Bolivia, Ecuador, Nicaragua e, incluso, Chile. En este caso, el silencio de estos actores muestra mucho: no solo el desinterés por valores que algunos de ellos dicen defender (como la paz y la democracia) sino su visión nihilista del ámbito internacional. ¿Cómo creer en la paz promovida por una organización que no se compromete a denunciar a los tiranos? ¿Cómo pensar que China será una alternativa de poder internacional si sus valores y principios favorecen la ausencia de libertades? ¿Cómo creer que América Latina es una región de democracia si siempre que hay la oportunidad, se pasa por encima de ella?
Así las cosas, la próxima ANC en Venezuela no será sino el siguiente paso en la profundización del totalitarismo en ese país. No podemos equivocarnos: seguramente el régimen caerá algún día. Pero no tenemos evidencia suficiente para afirmar que ya esté cerca del final. Precisamente, la Constitución es una válvula de escape. Así el régimen legitima los excesos por medio de la legislación y asegura el respaldo de sus aliados en el ámbito internacional. Mientras tanto, millones de personas seguirán viviendo los rigores de la desastrosa situación económica, la persecución y la violación de todas sus libertades. No es una nueva constitución lo que se viene, es la construcción, escrita, del totalitarismo.
Otros artículos de la Universidad Externado
JAVIER LEONARDO GARAY VARGAS*
Docente Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales
Universidad Externado de Colombia
*Doctor en Ciencias Políticas de la Université Paris-Est Marne-La-Vallée, Magister en Asuntos Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.