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Lula, de tropiezo en tropiezo en su liderazgo internacional

Lula fue cuestionado por el 'lavado de cara a Maduro' y su cuestionada ‘neutralidad’ en la guerra.

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Más dudas que buenas sensaciones ha dejado la decidida actitud del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva de convertirse en un protagonista de primer nivel en la política mundial.
Si bien al final de su primera etapa por el Palacio Presidencial de Planalto (2003-2011, en dos periodos) su nombre estaba en el sonajero para aspirar a ser secretario general de la ONU, todo a partir de su ejercicio dialogante y componedor y del exitoso programa de gobierno que sacó de la pobreza a más de 30 millones de sus compatriotas, lo que ha sucedido en los primeros meses de su actual y tercer Gobierno hacen pensar que el mandatario está jugando con fuego y atravesando complejas líneas rojas que podrían no beneficiar al final a su país. A lo sumo, Lula no ha sido del todo comprendido, en opinión de sus seguidores.
No de otra forma se explican los pasos que ha dado en los últimos meses y, en particular, en el más reciente de ellos, cuando usó la convocatoria a sus pares de la región a relanzar el proceso de integración suramericana para lavarle la cara al presidente venezolano Nicolás Maduro, un líder sobre el que pesa una recompensa de 15 millones de dólares de parte de EE. UU. por “narcoterrorismo”, que tiene investigaciones en la Corte Penal Internacional por “delitos de lesa humanidad”, y cuya desastrosa gestión ha provocado el éxodo de unos 7 millones de venezolanos, entre muchas otras calamidades.
“Compañero Maduro, usted sabe la narrativa que se construyó contra Venezuela: la antidemocracia, el autoritarismo. Entonces yo creo que Venezuela debe mostrar su narrativa para que la gente cambie, efectivamente, de opinión”, dijo Lula sobre la alfombra roja que le fue extendida al mandatario chavista, ante el estupor de algunos de los presidentes invitados que no tardaron en reaccionar, a pesar de tener que pasar por la incomodidad de contradecir al anfitrión.
El presidente Gustavo Petro y su homologo brasileño Lula da Silva.

El presidente Gustavo Petro y su homologo brasileño Lula da Silva. Foto:Cuenta oficial de Twitter @petrogustavo

“La situación de los derechos humanos en Venezuela no es una construcción narrativa, es una realidad”, contestó el presidente chileno Gabriel Boric en una declaración de principios que dejó claro que incluso entre los progresistas el asunto en Venezuela está lejos del consenso. “Lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo”, dijo por su parte el uruguayo Luis Lacalle Pou, desde la orilla ideológica opuesta.
“Como con Ucrania, Lula debería entender que si quiere que Brasil tenga un rol de liderazgo frente a Venezuela debe empezar por un diagnóstico acertado —y no falseado— de la realidad. El autoritarismo en Venezuela no es una ‘narrativa construida’. Es una realidad incuestionable”, cargó Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch.
Y si bien es claro que la política anterior del ‘cerco diplomático’ con todo y sus sanciones y reconocimiento del opositor Juan Guaidó como presidente interino no rindió frutos porque no logró la caída del régimen ni creó las condiciones para una salida democrática ni paró la emigración.
El normalizar la ‘narrativa’ de Maduro lo fortalece y dificulta que se abra al diálogo con la oposición y dé vía a elecciones libres y transparentes. Lo de Maduro sería una especie de reintegro a la comunidad internacional a cambio de nada.

La cumbre en Bogotá

“Lula y (Gustavo) Petro compran los argumentos de Maduro, pero al mismo tiempo reconocen que la situación actual no es sostenible”, dijo el analista venezolano Mariano de Alba a la AFP. La falta de acuerdos llevaría a Venezuela a “una crisis económica más profunda” con impacto migratorio.
Petro es mencionado por cuenta de que hace más de un mes lideró una cumbre internacional para destrabar el diálogo político venezolano en una línea diplomática similar que si bien provocó reacciones encontradas en la región ante la falta de resultados en la mesa de México, no se vio a Maduro en Bogotá ni recibió homenajes.
“El concepto, que también lo está avanzando Petro, de querer reunificar los países que han sido divididos entre ellos debido a la geopolítica para el beneficio de los ciudadanos y el comercio está bien y hasta puede ser necesario. El problema es que intentar unir a todos los países sin considerar —o por lo menos tener un diálogo— un mecanismo para rectificar los problemas internos de DD. HH. y graves asuntos humanitarios puede resultar en consolidar esas conductas problemáticas o hacer a Lula o a Petro cómplices de ellas”, dijo a EL TIEMPO Gimena Sánchez, Directora de los Andes en Wola.
 
Más duro fue el editorial del diario brasileño O Globo: “Una cosa es que el Gobierno de Brasil se ofrezca como mediador para una transición democrática y otra bien distinta el colocarle un tapete rojo a un dictador llamándolo demócrata contra todas las evidencias y tratándolo como ‘amigo de fe, hermano, camarada’. Triste”.
Lula y (Gustavo) Petro compran los argumentos de Maduro, pero al mismo tiempo reconocen que la situación actual no es sostenible
Pero lo de Venezuela no es lo único que no le ha salido bien a Lula. El primer escenario internacional en el que quiso incursionar fue la guerra entre Rusia y Ucrania al proponerse como mediador e intentar conformar un grupo de países que apoyen una salida pacífica al conflicto que cumple 15 meses.
“Estamos sorprendidos por los comentarios (de Lula), estamos sorprendidos por el tono (...) que no era un tono de neutralidad, sugiriendo que a EE. UU. y Europa no les interesa la paz o que compartimos la responsabilidad en la guerra”, expresó en abril la secretaria de prensa de la istración de Joe Biden, Karine Jean-Pierre.
Precisamente en la reciente cumbre del G7 en Japón, Lula expresó su decepción: “Siento que ni (el presidente de Rusia, Vladimir) Putin ni (el de Ucrania, Volodimir) Zelenski están hablando de paz en este momento. Me parece que ambos creen que alguien va a ganar y no necesitan hablar de paz”, trinó. Al líder ucraniano, por lo visto, no le gustaron sus palabras, hasta el punto de que lo dejó plantado.

¿Consecuencia internas?

 “La principal oportunidad para consolidar el protagonismo brasileño en la arena internacional era el conflicto en Ucrania. Lula intentó ser un actor importante en la mediación, pero no lo ha logrado y no me parece que lo logrará en el futuro. Ni Ucrania ni EE. UU. ni la Unión Europea consideran que Brasil sea un país neutral”, dijo a este diario Leandro Lima, analista Senior en Brasil de Control Risks.
Para Sánchez, “en este momento, la guerra de Ucrania ha puesto a los países de la Otán en una situación muy defensiva y todos ellos miran a los otros países que no quieren apoyar o alinearse contra Rusia como problemáticos. Brasil está en su derecho de promover su neutralidad sobre este conflicto, pero seguramente sufrirá consecuencias políticas en el ambiente internacional”.
El otro escenario en el que el presidente brasileño ha querido incursionar es el de guardar un equilibrio quirúrgico en la disputa geopolítica entre China y EE. UU.
Pero, el resultado de su visita a Pekín de abril, tras visitar al presidente Joe Biden en febrero, dejó en Washington el amargo sabor de un líder que pareció tomar partido a favor del régimen comunista al considerar que es condescendiente con el lanzamiento de un nuevo orden económico mundial regido por el yuan, no por el dólar, por sus críticas al FMI y por insistir en su tesis de que Washington y Bruselas son un “obstáculo para la paz en Ucrania”.
Eso sumado a gestos simbólicos como lo fueron el visitar un centro Huawei, firma sancionada por EE. UU. por sospechas de espionaje.
“Y mientras insiste en desempolvar ideas apolilladas, por otro lado Lula está perdiendo su mejor pasaporte para convertirse en el líder que aspira a ser ante los ojos del mundo: gran protagonista de la agenda verde”, escribió en O Globo la periodista Vera Magalhães al referirse al hecho de que Lula ha sufrido serios reveses en el Congreso brasileño para sacar adelante su agenda medioambientalista y en defensa de los indígenas.
Así, lo que se planteó como una positiva política exterior para salir del aislamiento en el que hundieron a Brasil las ideas regresivas y extremistas de Jair Bolsonaro, hoy está sufriendo serios tropiezos que pueden terminar impactando la política interna.
Lo dice mejor Magalhães: “Hay que calcular el poder de daño de los discursos de Lula en temas de política exterior, porque amenaza con agotar demasiado pronto el peso internacional que recuperó con su triunfo electoral, y que incluso podría ser un activo importante para él y para Brasil”.
De ahí que valga preguntarse: ¿si Lula tiene serias dificultades para lograr sacar adelante su agenda interna, cómo logrará liderar la de la región con un enredado relazamiento de Unasur?
EDUARD SOTO 
EDITOR MESA CENTRAL 

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