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La tradición ancestral de solucionar las diferencias cada año a puñetazos
Los puños y las patadas duran contados minutos. La reconciliación, reza el dicho, es eterna.
Engaños sentimentales y deudas económicas suelen zanjarse con golpes por doquier. Foto: Melissa Valdivia, El Comercio, de Perú, (GDA).
En la ciudad de Santo Tomás, a escasos doscientos kilómetros de Cuzco, la ‘capital histórica’ de Perú, las cuentas pendientes se saldan de una sola manera: peleando.
Así lo retrata la fiesta de Takanakuy, una tradición ancestral de los pueblos indígenas locales que se ha visto históricamente como una especie de catarsis social.
Para los visitantes, que se sorprenden con esta conmemoración en fechas como Navidad y Año Nuevo, no hay mejor carta de presentación de su mística que el significado en español de aquella sonora palabra en quechua ‘Takanakuy’: golpearse entre sí.
Foto:Melissa Valdivia, El Comercio, de Perú, (GDA).
El origen de esta singular celebración se remonta a la época del dominio español.
En ese entonces, los colonizadores hacían luchar indignantemente a los indígenas para colmar su placer, según le dijo Victor Laime, poblador experto en el tema, a la cadena británica ‘BBC’.
Luego, con el fin de la hegemonía europea, los pueblos de mayoría inca acoplaron esa abominable práctica a su lógica de resistencia y le dieron otro sentido.
El hecho de haberla combinado con la música y la danza de la Huayla, un estilo cultural local, despejó cualquier rezago del yugo colonial.
Desde entonces, el Takanakuy representa el espíritu guerrero.
Y así lo viven todos los habitantes de Santo Tomás y otros distritos de la provincia de Chumbivilcas.
A grandes rasgos, esta conmemoración “es el encuentro físico de cuerpo a cuerpo, a puño limpio, sin ninguna regla que impida el uso de atuendos de protección o atuendos de ataque, especialmente en el uso de zapatos”, como apuntó el investigador Víctor Laime Mantilla en su libro ‘Takanakuy, cuando la sangre hierve’.
Lo que inspira las controvertidas agresiones, según reza el dicho, es el deseo de ‘limar las asperezas’.
De tal forma, quienes conserven alguna diferencia con sus vecinos, amigos o familiares se citan en fechas especiales para dejar ‘las penas’ en singulares ‘rings’ artesanales.
Se dice que habitantes de la mayoría de los grupos etarios (con excepción de los niños) hacen parte del Takanakuy.
Todo en un marco festivo en el que la música y las comparsas locales animan los combates.
Los más apegados a la tradición se disfrazan como animales. Incluso varios llegan a adornar sus trajes con algunos disecados sobre su cabeza. Por tanto, no es extraño ver una especie de desfile de tarucas, liebres, águilas y otros seres sin vida sobre algunos de los habitantes de la provincia de Chumbivilcas.
Así, en el espectáculo de la danza y la pelea, van quedando subsanados los problemas y queda en el aire la sensación de ‘justicia’.
El cierre de la festividad se da cuando sus participantes se funden en abrazos con las mismas extremidades con las que se agredieron sin cesar.
Esa parece ser la sensación que resta después de la conmemoración: que, aunque cueste creerlo, la ‘solución’ comparte el mismo origen del ‘problema’.