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Cinco desafíos que marcarán tendencia en el mundo en 2024
Según analistas, los retos son urgentes en un escenario internacional marcado por la incertidumbre.
Caravana de miles de migrantes que recorren México hacia la frontera con Estados Unidos. Foto: AFP
Definir las tendencias mundiales del 2024 constituye un enorme reto para analistas internacionales. Algunos consideran que este será un año de “urnas y armas”, para otros estará marcado por los rápidos cambios tecnológicos y una enorme incertidumbre económica. En otras latitudes, lo consideran el momento crítico de consolidación del sur global ante la reconfiguración de las fuerzas de la geopolítica, la crisis ambiental y el impacto de los conflictos bélicos en curso.
Ante estas múltiples aproximaciones, el calendario chino con su sabiduría milenaria es, quizás, una primera luz que nos permite descifrar las claves de nuestro futuro inmediato. Según este, en el 2024 se inicia el “Año del Dragón de Madera”. Esta es una suerte de figura mitológica que representa energía, fuerza, poder y, al mismo tiempo, ilustra la fortuna de un buen liderazgo.
Las enormes complejidades de nuestro mundo de hoy –marcadas por la transformación del poder mundial– exigen precisamente un liderazgo constructivo que goce de pragmatismo, visión de largo plazo, sabiduría, conocimiento y un espíritu para generar amplios consensos. Estas virtudes –desafortunadamente– se han ido diluyendo a lo largo de las décadas y son cada vez más escasas de encontrar a nivel global y regional.
Ahora bien, al realizar un minucioso análisis del contexto internacional, es posible agrupar las siguientes cinco tendencias que marcaran este año y exigen respuestas efectivas:
1. Intensificación y aumento de la frecuencia de los conflictos globales
Literalmente nos encontramos sentados en un barril de pólvora. El mundo enfrenta el momento de mayor competencia entre Washington y Pekín y de conflictividad, después de la Segunda Guerra Mundial. Existen cuatro polos que alimentan la inestabilidad: la guerra de Rusia contra Ucrania, la situación del Medio Oriente, las crecientes tensiones entre China y Taiwán, y las amenazas nucleares de Corea del Norte. Sin embargo, esta historia no para aquí. Se deben sumar los conflictos intra-Estados e inter-Estados y tensiones regionales, principalmente en África y Asia.
Estos conflictos han dejado en el caso de Medio Oriente –desde finales de 2023 a la fecha– más de 17.000 muertos, en Ucrania desde el inicio de la guerra más de 19.000 víctimas inocentes, y un crecimiento significativo y alarmante del desplazamiento forzado de la población mundial, el cual ha alcanzado cifras superiores a los 100 millones de personas. Se estima, en efecto, que una de cada seis personas en el mundo ha estado expuesta a un conflicto en los últimos doce meses (Centro de Estudios Internacionales de Barcelona –Cidob–).
Esta coyuntura genera grandes interrogantes sobre la capacidad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para prevenir conflictos, así como para garantizar la paz y seguridad internacionales; la necesidad de evaluar el derecho al veto en la ONU y adelantar una reforma integral del sistema; la efectividad de los mecanismos de seguridad internacionales; el imparable tráfico ilegal de armas y la letalidad de los nuevos armamentos inteligentes; la amenaza latente del uso de armamento nuclear y sus consecuencias catastróficas sobre el planeta; el desprecio por las normas y los principios del derecho internacional; entre otros. La inestabilidad global e incertidumbre serán la pauta en los próximos años.
Palestinos buscan cadáveres y supervivientes entre los escombros en una zona destruida tras los ataques aéreos israelíes en la ciudad de Gaza, 25 de octubre de 2023. • Foto:Fotografía • EFE / EPA / MOHAMMED SABER
2. Crisis climática y energía
El más reciente reporte del Foro Económico Mundial sobre los ‘Riesgos globales’ (2024) identifica este tema como una de las dos mayores amenazas de la humanidad. Nos enfrentamos a los retos de las temperaturas extremas, adaptación y mitigación. Los esfuerzos y voluntad política de las naciones no parecen ser suficientes para detener la catástrofe que la humanidad deberá enfrentar en los próximos años –como si fuera un reloj en cuenta regresiva cuyo paso se acelera exponencialmente al trascurrir los minutos–.
Esta situación nos llevará a un punto de no retorno, pérdida de biodiversidad, colapsos de los ecosistemas, crisis alimentarias y de agua, pérdidas económicas inconmensurables y un efecto perverso sobre las poblaciones más vulnerables. Las proyecciones científicas estiman que para el 2030 la temperatura global se habrá incrementado en 1,5 grados Celsius.
No cabe duda de que el “tren del desastre” se puede detener y debemos pasar de las Conferencias de las Partes (COP) a la acción real. Los grandes contaminadores del mundo (China, Estados Unidos e India) están en la obligación de mostrar determinación y voluntad. A su vez, para abordar el cambio climático, la neutralidad del carbono y alcanzar las metas de los ODS en el 2030, los países en desarrollo deberán aumentar considerablemente la inversión en unos US$ 2,4 billones al año (Banco Mundial). El ser humano deberá estar en el centro de nuestra atención.
Ciudadanos evacúan durante un incendio forestal en la zona de Fyli, en Grecia. Foto:EFE
3. Superciclo de elecciones y debilitamiento de la democracia.
Para este año está previsto que se celebren elecciones en más de 75 países del mundo –que equivalen al 51 por ciento de la población mundial–, al tiempo que la salud de la democracia a nivel global se está deteriorando. En efecto, Idea Internacional ha señalado en su más reciente informe anual que aproximadamente la mitad de los países del mundo han sufrido retrocesos en el proceso democrático en los últimos cinco años.
Las elecciones que deben realizarse en regímenes híbridos y autoritarios como Rusia, Túnez, Argelia, Irán y Venezuela pondrán a prueba las instituciones, la transparencia de los procesos y la vigencia de los derechos ciudadanos. No obstante, estás podrían ser utilizadas para ganar legitimidad ante la ciudadanía y pretender mostrar –a manera de máscara– una cara democrática que esconde en realidad un espíritu iliberal.
El ciclo electoral del 2024 será un test a las tendencias democráticas y autoritarias del globo, así como una oportunidad –como lo señala Idea– de tomar acciones de defensa de los procesos electorales; fortalecer las oportunidades de participación pública y la transparencia; robustecer los poderes judiciales y los mecanismos de denuncia y sanción; garantizar la independencia de los fiscales; detener el deterioro de las libertades de expresión, asociación y reunión; amparar el rol de los medios de comunicación; entre otros.
Por su relevancia, la atención estará puesta principalmente en los comicios presidenciales en Estados Unidos y la participación de Trump en la recta final; las elecciones del Parlamento Europeo y el fortalecimiento de los partidos de extrema derecha y derecha radical y sus posiciones frente a los temas migratorios; la perpetuación de Putin en el poder; la votación por la primera mujer presidenta de México; y el futuro democrático o autoritario de Venezuela ante el escrutinio regional e internacional.
El expresidente estadounidense Donald Trump sale de la Torre Trump hacia el tribunal federal de Manhattan para el segundo juicio por difamación en su contra en Nueva York. Foto:AFP
Los resultados de las recientes elecciones en Taiwán han marcado la línea del continuismo y han desatado nuevas fricciones entre Estados Unidos y China. No es un buen augurio para las relaciones bilaterales y la seguridad regional.
4. Fragilidad de la economía mundial, la pobreza y el problema del endeudamiento externo
Las proyecciones no son nada prometedoras en un contexto de tensiones geopolíticas. El Banco Mundial (BM) estima que el crecimiento de la economía mundial pasará de 2,6 % en 2023 a 2,4 % en 2024. Según esta institución financiera multilateral, “la economía mundial está próxima a batir un lamentable récord a fines de 2024: los cinco años con el menor crecimiento del producto interno bruto de las últimas tres décadas”. Las cifras de inflación de Estados Unidos y la Unión Europea tampoco son positivas, y sus tasas de interés no se reducirían en el corto plazo. Adicionalmente, las perspectivas de China no son prometedoras al enfrentar su menor crecimiento en 35 años. En este contexto, el sur global se ha afectado ante la desaceleración del crecimiento en la mayoría de las principales economías, la lentitud del comercio mundial y las condiciones financieras más restrictivas de las últimas décadas. Se requiere, por lo tanto, acelerar las inversiones y el comercio, fortalecer los marcos de política fiscal y atender a las poblaciones más vulnerables.
Llama la atención que aproximadamente 700 millones de personas en todo el mundo aún viven en situación de pobreza extrema. Es decir, subsisten con menos de US$ 2,15 al día. Asimismo, está proyectado que, a finales de 2024, el 40 por ciento de los países de ingreso bajo seguirá siendo más pobre de lo que era antes de la pandemia de covid-19. Esto implica que las metas propuestas de reducción de pobreza extrema para el 2030 no se podrían cumplir. Es hora de redoblar los esfuerzos e inspirarse en las mejores experiencias y prácticas a nivel global para retomar el rumbo correcto. Los estudios y las recomendaciones de la Universidad de Oxford y su Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), liderados por la profesora y directora de Ophi, Sabina Alkire, son un valioso ejemplo.
Adicionalmente, existe una enorme alerta sobre los elevados costos de endeudamiento para las economías en desarrollo. De acuerdo con Naciones Unidas, 52 países que representan un 40 por ciento del mundo en desarrollo están en graves problemas de deuda, lo cual implica que están obligados a gastar más en el servicio de sus obligaciones financieras que en salud y educación. Desde el punto de vista del desarrollo, esta situación es inaceptable y debe ser revisada.
5. Inteligencia artificial y desinformación.
El siglo XXI será el de la IV revolución industrial y tecnológica y de la inteligencia artificial. Como muestra de los momentos de cambio vertiginoso en que vivimos, se estima que el 90 % de los datos en el mundo se han creado en los últimos dos años y se proyecta un crecimiento de un 40 % anual. Incluso, solo el sitio web chat.openai.com recibe más de 1.700 millones de visitas mensuales, una cifra nada despreciable para una aplicación que fue lanzada hace menos de 2 años.
La inteligencia artificial está contribuyendo, de acuerdo con el Instituto de Monterrey, a la automatización de procesos, la toma de decisiones y la capacidad de aprender y mejorar con el tiempo. Sus usos son múltiples, desde la medicina, las comunicaciones, la industria automotriz y espacial hasta los sectores financiero y legal. No hay esfera de nuestra vida humana diaria que escape a sus tentáculos y virtudes.
A nivel internacional existe la necesidad de dotarla de un marco ético y regulatorio para mitigar sus riesgos intrínsecos, así como garantizar los derechos humanos en internet y la inclusión digital. Ello exigirá un trabajo mancomunado entre los sectores público y privado que garantice una transición tecnológica ordenada. La Unión Europea ya dio un primer paso y tiene previsto liderar un proyecto de ley en ese sentido.
Una mención especial merece la desinformación por su impacto negativo en la sociedad y sus índices de confianza y polarización, en la manipulación de la realidad, la afectación en la toma de decisiones y procesos políticos, la integridad electoral, así como sus consecuencias en la seguridad nacional e internacional.
La batalla por la inteligencia artificial está revelando, en el fondo, la competencia estratégica entre las potencias mundiales (EE. UU. vs. China) por la supremacía tecnológica y de poder en el siglo XXI. Geopolítica y tecnología irán de la mano y definirán el liderazgo mundial.
Comentario final
Los retos del 2024 son crecientes, urgentes e inmediatos. Demandarán que el “Dragón de Madera” sea de “hierro”, so pena de quedar rostizado por las llamas de un escenario internacional marcado por la incertidumbre, fragilidad y polarización. Este es un panorama que requerirá enormes dosis de liderazgo político y cooperación.
El mundo en transición encontrará en este año un momento crítico para la reafirmación de la paz y seguridad internacionales, la democracia y los derechos fundamentales, la protección del medio ambiente, la vigencia del derecho internacional y el multilateralismo renovado. Hoy más que nunca se aplica la máxima de Albert Einstein: “El futuro llega demasiado pronto”. Este nos llegó y debemos actuar sin dilación.
GUILLERMO FERNÁNDEZ DE SOTO (*) Y ANDRÉS RUGELES (**)
Para EL TIEMPO
(*) Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori) y excanciller de Colombia (1998-2002).
(**) Miembro de la Universidad de Oxford, miembro del Advisory Board de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics (LSE), e International Scholar de la Universidad de Cornell.