En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Análisis
‘La salud de la democracia está en los niveles de 1985’
Para ese entonces, el mundo estaba en Guerra Fría y faltaban 6 años para la disolución de la URSS.
Los nuevos autócratas han llegado al poder por vía democrática, mediante elecciones. Foto: iStock
Todos los indicadores de la democracia están en rojo. Y los próximos meses no se anuncian mucho mejor. Sobre todo, con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. Las amenazas podrían, incluso, volverse más frecuentes y elaboradas.
Enferma, fragilizada, maltratada, amenazada… Los sombríos calificativos se acumulan en el horizonte de la democracia. Triunfante después de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, el futuro del planeta se anunciaba democrático, pero, 35 años después, ese ha dejado de ser el modelo en gran parte del mundo.
El año pasado se anunciaba como una prueba en la que la mitad de la población mundial estaba invitada a las urnas. De Europa a EE. UU., de Rusia a la India, los resultados electorales dejaron aparecer grietas, fracturas y rupturas de la relación entre el pueblo y el poder. Los síntomas son numerosos: participación electoral cada vez menor, cuestionamiento de los resultados, violación de la integridad del proceso, apoyo a candidatos autocráticos, un “que se vayan todos” generalizados.
En los últimos meses, muchos expertos y organizaciones señalaron esa crisis democrática. Uno de ellos fue el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (Idea), organización intergubernamental basada en Estocolmo que, en su informe de 2024, no usó pinzas. “La democracia prosigue su debilitamiento”, anota el documento, que señaló que el número de países donde esta retrocede supera ampliamente aquellos donde progresa. Una tendencia profunda que comenzó en 2017 y, desde entonces, se confirma cada año.
El instituto sueco V-Dem (Variedades de democracia), centro de investigación independiente ubicado en el departamento de Ciencia Política de la Universidad de Gotemburgo que se ocupa de medir el número de democracias y autocracias en el mundo, no dice otra cosa. ¿Veredicto? A fines de 2023, el mundo había llegado a su nivel de 1985.
“Desde 2009, la parte de población que vive en autocracia es superior a aquella que se beneficia con un régimen democrático: ¡más del 70 por ciento!”, afirma su director, Staffan Lindberg. A su juicio, la reciente elección de Trump no hará más que confirmar la tendencia.
Desde 2009, la parte de población que vive en autocracia es superior a aquella que se beneficia con un régimen democrático: ¡más del 70 por ciento!
Staffan LindbergDirector de V-Dem
“Si puede transformar a EE. UU. en una autocracia, lo hará. Y creo que puede. Y eso afectará no solo a Estados Unidos, sino que afectará a un centenar de otros países en el mundo. Una de las cosas que ya hizo fue suspender la ayuda extranjera de su país, sobre todo para el apoyo de la democracia a través de una serie de programas. Pero, además, todo dictador en potencia, todo autócrata ya en el poder sabe ahora que, con Trump presidente, EE. UU. no le pedirá cuentas si se interna en el camino de la autocratización. Trump ama los líderes fuertes, que aplican políticas duras”, analiza.
Otra constatación que oscurece aún más las perspectivas: de 60 Estados lanzados en un cambio de régimen, 42 optaron por la vía de la autocratización. Récord desde 1900. “Es peor que en los años 30”, asegura Lindberg.
Chávez y Putin
Esa tendencia tiene además una característica: los nuevos autócratas han llegado al poder por vía democrática, mediante elecciones. Según los especialistas, el fenómeno comenzó poco antes de comienzos del siglo XXI, con Hugo Chávez en Venezuela o con Vladimir Putin en Rusia, que ni bien llegado al poder inició la transformación del país de una semidemocracia a una autocracia (lo cual tuvo un efecto casi automático en las demás ex repúblicas soviéticas) y prosiguió hasta la invasión ilegal de Ucrania en febrero de 2022.
En sumatoria, Putin lleva más de 20 años en el poder en Rusia. Foto:EFE
Otros expertos concuerdan en que ha habido tres olas de autocratización. La primera se produjo en los años 1920-1930, hasta la Segunda Guerra Mundial. La segunda en los años 1960-1970, con los partidos únicos y los regímenes militares. Hoy el mundo se encontraría en la tercera ola, a partir de fines de la década de 1990.
“Y esta vez, la marca de fábrica es que muchos de esos dirigentes son elegidos en el marco de elecciones relativamente democráticas gracias a un discurso populista, nacionalista y reaccionario. Esto vale también para Trump. Una vez en el poder, comienzan a desmantelar la democracia, con frecuencia con un apoyo importante de los ciudadanos, engañados con una marea de desinformación, mentiras y teorías complotistas, que son la esencia de la retórica y los relatos populistas, nacionalistas, y que presentan a la oposición como enemigos de la nación. Así convencen a los ciudadanos de que un líder fuerte y su gente pueden salvar al país”, afirma Lindberg.
El semanario The Economist creó un “índice de la democracia” alimentado por alrededor de 60 criterios que permiten evaluar, en cerca de 170 estados, el proceso electoral, la participación ciudadana, la cultura política, el funcionamiento de las instituciones o las libertades civiles. En su última clasificación –basada en la situación de 2023– la nota global se establecía en 5,23 contra 5,29 en 2022: el nivel más bajo desde 2006, “confirmando así una tendencia general a la regresión o el estancamiento en estos últimos años”, escribe la publicación.
Entre los puntos de inquietud ocupa un buen lugar la calidad y la solidez del proceso electoral. Las curvas estadísticas son abrumadoras: la tasa de participación no deja de reducirse –menos de diez puntos en 15 años, de 65,2 por ciento a 55,2 por ciento a nivel mundial– mientras que la negativa a aceptar el veredicto de las urnas aumenta en forma permanente y concierne hoy a más de un cuarto de las votaciones.
También hay expertos que prefieren señalar algunas “manchas de luz” en medio de la creciente inquietud. Por ejemplo, que Polonia o Brasil hayan decidido salir de su deriva iliberal.
“Sí, son manchas de luz, de bienvenidas a cambios de situación. Y no solo en Polonia o Brasil. Antes sucedió con Zambia. También se puede mencionar a Moldavia e, incluso, a Corea del Sur en momentos del abortado intento de golpe de Estado. Sin embargo, a excepción de Brasil y de Polonia, esos países son relativamente pequeños”, señala el exembajador francés ante la ONU Gérard Araud.
También hay grandes países que consiguen resistir. Sobre todo, en Europa: Francia, donde la derecha radical no consigue llegar al gobierno hace 23 años, o Alemania, cuyo Parlamento acaba de rechazar un proyecto de ley apoyado por Alternativa para Alemania (AfD, partido de origen nacionalista) endureciendo la inmigración. Pero el AfD, la Reunión Nacional (RN) de Marine Le Pen de Francia o los Demócratas de Suecia –que apoyan la coalición de gobierno desde afuera– avanzan y obtienen muchas cosas.
“Sobre todo un debilitamiento del Estado de derecho. En consecuencia, la situación está lejos de ser color rosa”, concluye Araud.
Luisa Corradini
La Nación (Argentina) - GDA
París
'La globalización liberal ya no proporciona respuestas'
El modelo democrático construido en 1945 al término de la Segunda Guerra Mundial y consolidado con la caída del bloque soviético en 1991 retrocede desde hace dos décadas. Y está cada vez más amenazado, según un informe de la organización Freedom House. El superaño electoral vio sin sorpresas la reelección de autócratas como Vladimir Putin en Rusia y de Nicolás Maduro en Venezuela.
En algunas democracias híbridas, sus dirigentes mantienen el control, aunque enfrentan oposiciones organizadas y determinadas, como en India y en Turquía, donde Narendra Modi y Recep Tayyip Erdogan impulsaron retrocesos electorales.
El Salvador, cuyo presidente Nayib Bukele “forzó la Constitución para presentarse a la reelección”, se inscribe también en esta línea de deterioro de las democracias liberales, explica Carlos Malamud, analista del centro Real Instituto Elcano.
En México, donde el partido gobernante Morena se impuso con mayoría en las elecciones, podría también acentuar una “deriva hacia el populismo y el autoritarismo”, según este experto, en referencia a la polémica reforma judicial que permitiría a dicho partido controlar el poder judicial, tras el poder legislativo y la presidencia.
Pero la situación preocupa también en democracias donde los comicios se consideran más libres. En Europa “vemos políticas cada vez más polarizadas y fragmentadas”, con las que “se vuelve cada vez más difícil lograr compromisos y gobernar” hasta el punto de romper coaliciones, según Max Bergmann, del grupo de expertos Center for Strategic and International Studies.
En Alemania, la alianza de los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz con los liberales y los ecologistas se rompió en noviembre y abrió una crisis política. Y en Francia, las elecciones legislativas anticipadas dejaron una ingobernable Asamblea dividida en tres bloques sin mayorías claras.
Esta volatilidad se explica especialmente por “una crisis de confianza sin precedentes en los partidos y en los medios”, explica Bertrand Badie, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Sciences Po. “Hay un verdadero desgaste de la oferta política. En Francia o en EE. UU., ¿qué proponían Macron o Kamala Harris más allá de impedir que sus rivales llegaran al poder? Esto plantea un problema de legitimidad”, dice.
Muchos electores se aferran a argumentos como la inmigración, la inseguridad y la mejora de su poder adquisitivo, y optan por personalidades que encarnan una cierta autoridad, Donald Trump.
“La globalización liberal ya no proporciona respuestas a millones de personas preocupadas por estos cambios”, asegura Gilles Gressani, director de la revista geopolítica Le Grand Continent.