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El renacer de la solución de Estados de Israel y Palestina, casi ocho décadas después
La idea de las Naciones Unidas en 1947 vuelve a estar más vigente que nunca con la guerra en Gaza.
Palestinos desplazados que huyeron de Jan Yunis acampando cerca de almacenes afiliados a la ONU en Rafah. Foto: AFP
El ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre hizo que muchos de nosotros reconsideremos nuestras nociones preconcebidas acerca de las condiciones para la paz en Oriente Medio y el resto del planeta.
Todavía estamos remecidos por los horrores de ese día. Al lanzar su ataque, Hamás superó con facilidad las barreras fronterizas de alta tecnología de Israel sin encontrar ninguna resistencia organizada.
Sus milicianos pudieron masacrar a más de 1.200 israelíes (en su mayoría civiles) y secuestrar más de 200 rehenes, transmitiendo gran parte de la carnicería por las redes sociales.
Edificio destruido durante los bombardeos israelíes en Rafah. Foto:AFP
¿Cómo pudo haber sucedido esto? Se suponía que Israel, que posee las fuerzas armadas más fuertes y los mejores servicios de inteligencia de Oriente Medio, rastreaba todas las amenazas y actividades terroristas a ambos lados de sus fronteras. Y, sin embargo, se vio atacado por sorpresa por un grupo que opera estrictamente dentro del aislado y estrechamente vigilado enclave de Gaza.
Los sucesos del 7 de octubre hicieron añicos muchas ilusiones. Tanto los observadores externos como las partes involucradas habían llegado a creer que el conflicto entre Israel y los palestinos, que se prolonga ya por varias décadas, era imposible de resolver y, por ende, había que convivir con él.
La nueva esperanza era que Israel pudiera hacer la paz y establecer relaciones diplomáticas con los países árabes vecinos sin solucionar ni incluso prestar atención a la cuestión palestina. Se pensaba que se podría lograr la paz en Oriente Medio sin la participación de los palestinos ni la creación de un Estado palestino. Ahora sabemos que esa idea era solo una ilusión.
Hasta antes de esta guerra se pensaba que se podría lograr la paz en Oriente Medio sin la participación de los palestinos ni la creación de un Estado palestino. Ahora sabemos que esa idea era solo una ilusión.
En 1947, cuando el Mandato británico se acercaba a su fin, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 181, que proponía la partición del territorio en dos Estados: uno judío y el otro árabe. Pero en cuanto Israel declaró su independencia en 1948, cinco países árabes de la región la invadieron, iniciando una guerra que ha proseguido hasta nuestros días de una forma u otra.
Las opciones para poner fin al conflicto apenas han cambiado. En teoría, uno de los bandos podría prevalecer conquistando todo el territorio entre el río Jordán y el Mediterráneo, expulsando al bando derrotado. Pero eso nunca sería aceptado por la comunidad internacional del siglo XXI.
En consecuencia, la única opción es que ambas partes lleguen a un acuerdo de establecer dosEstados con estrechas interconexiones económicas, tal como la mayoría de los países de Naciones Unidas previeron hace tres cuartos de siglo.
Desde el 7 de octubre, esta casi olvidada solución de los dos Estados ha reaparecido en los debates sobre cómo acabar con la actual guerra en Gaza y solucionar el eterno –y eternamente sangriento– conflicto de una vez por todas. Pero ¿es este renovado interés una expresión de desesperación de cara a un dilema aparentemente insoluble, o más bien representa un compromiso serio de alcanzar la única solución, aunque esta sea extremadamente difícil?
Soldados israelíes sobre su tanque situado cerca de la frontera de Israel con la Franja de Gaza. Foto:AFP
Asesinato y terrorismo
La última vez que la opción de los dos Estados se consideró seriamente fue después de los Acuerdos de Oslo, a principios de la década de 1990, cuando muchos pensaron que podía llegar a realizarse. Pero ese momento terminó abruptamente con el asesinato del primer ministro israelí Yitzhak Rabin por un nacionalista israelí de extrema derecha en 1995.
Aunque hubo un intento de salvar el mapa de ruta de Oslo, solo quedaba una sombra de él. Después de que Yasser Arafat, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, cometiera el error histórico de creer que podía poner a Israel de rodillas con una campaña del terror –la Segunda intifada–, el proceso quedó condenado al fracaso.
Desde entonces, el proceso de Oslo no ha sido más que un trágico recordatorio de lo que pudo haber sido. La solución que alguna vez ofreció parece hoy más lejana que nunca. Bajo el peso del terror y la ocupación, y azuzadas por las fracciones extremas de sus propias filas, ambas partes han cedido cada vez más espacio a la violencia y la confrontación, culminando en la horrible masacre de civiles israelíes del 7 de octubre.
¿Cómo podría funcionar esa solución hoy? Para comenzar, cada bando tendría que aceptar la legitimidad de las demandas del otro. No se puede pedir a Israel que ponga en riesgo su seguridad, y no se puede esperar que los palestinos renuncien a un Estado independiente con fronteras seguras, o que acepten las apropiaciones de tierras en Cisjordania por parte de los colonos israelíes.
Una familia llega al hospital Nasser de Jan Yunis después de que su casa fue alcanzada por un ataque israelí en la ciudad del sur de la Franja. Foto:AFP
China debe entrar
Una vez acabe la guerra de Gaza, las tareas más urgentes serán desarrollar nuevos parámetros para un proceso de paz revitalizado, reformar la disfuncional Autoridad Nacional Palestina, y cambiar las autoridades de Israel. Si el gobierno de extrema derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu sigue en el poder, cualquier iniciativa de reiniciar el proceso de paz nacerá muerta de antemano.
Más aún, para que un nuevo proceso de paz tenga éxito, será necesaria una enorme asistencia militar, política y financiera de actores externos fiables.
Puesto que la región y el mundo han cambiado radicalmente desde los tiempos de Oslo, Occidente (Estados Unidos y la Unión Europea) no podrá cargar con la tarea por sí solo. Habrá que involucrar también a China. Sin esta constelación más amplia de mediadores, no será posible neutralizar la red regional de Irán de milicias radicales que rechazan la paz.
Palestinos recuperan cadáveres de personas víctimas de los ataques aéreos israelíes en Deir Al Balah, en el sur de la Franja de Gaza. Foto:EFE
El sueño de una paz en Oriente Medio solo tendrá una oportunidad de materializarse con nuevas ideas, nuevas personas, la voluntad mutua de negociar pacíficamente y nuevos actores externos que reflejen las realidades geopolíticas actuales.
Lo que ocurrió el 7 de octubre demostró que el statu quo en la región es tan peligroso como insostenible.
El conflicto podría escalar en cualquier momento, con terribles consecuencias para el mundo entero. La paz entre Israel y los palestinos no es solo una noble visión diplomática, sino una necesidad política concreta para mantener la paz y la estabilidad globales en el siglo XXI.
JOSCHKA FISCHER*
Project Syndicate
BERLÍN
(*) Exministro de Relaciones Exteriores de Alemania, vicecanciller del Gobierno alemán de 1998 al 2005 y líder del Partido Verde alemán por 20 años.