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‘Para una niña afgana promedio, la situación es despertarse sin esperanza’

La activista afgana Heela Yoon relata el día a día de sus connacionales.

Estudiantes hombres asisten a clase en un salón separado por una cortina, donde antes se le impartía clases a las mujeres.

Estudiantes hombres asisten a clase en un salón separado por una cortina, donde antes se le impartía clases a las mujeres. Foto: AFP

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La vida nunca fue fácil para las mujeres en Afganistán, un país envuelto en décadas de conflicto armado, pobreza rampante, catástrofes varias y, desde mediados de 2021, el régimen talibán. La milicia reaccionaria se hizo de nuevo con el poder luego del retrógrado gobierno de los años noventa, un mandato que terminó de hundir al país en las tinieblas del salvajismo teocrático de un grupo de iluminados armados con fusiles kalashnikovs.
Pese a las reiteradas promesas a la comunidad internacional, los talibanes dinamitaron uno tras otro los derechos de las mujeres desde su llegada al poder, como era de temer en las semanas previas a la toma de Kabul tras hacerse fuertes en el interior. La educación, en particular, se convirtió en un terreno vedado a las mujeres, excluidas de la escuela secundaria y, desde mediados de diciembre de 2022, en una estocada mortal, de la universidad.
La activista afgana Heela Yoon, asilada en Gran Bretaña desde el regreso de los talibanes, dirige a la distancia la Afghan Youth Ambassadors for Peace Organization (Ayapo), que trabaja en las provincias orientales para desarrollar la capacidad de los jóvenes afganos, en particular de las mujeres, de manera que defiendan sus derechos y ocupen un lugar constructivo en la sociedad. Los programas de Ayapo ya formaron un centenar de jóvenes en igualdad de género, liderazgo y cómo actuar en crisis humanitarias.
En diálogo con La Nación, Yoon calificó la situación de las jóvenes afganas como “un despertar sin esperanza”, aunque destacó la fuerza de esas mujeres para seguir peleando en defensa de sus derechos.
Heela Yoon,  directora de Afghan Youth Ambassadors for Peace Organization.

Heela Yoon, directora de Afghan Youth Ambassadors for Peace Organization. Foto:Archivo particular

¿Hasta qué punto aumentó la discriminación contra las mujeres con los talibanes?
Hay retrocesos importantes. Creo que el principal fue la prohibición de ir a la escuela. Hace casi dos años que las escuelas están cerradas para las afganas. Y ahora se impuso la prohibición en las universidades, otro revés. Estas políticas extremas van a ampliar día tras día la brecha de la alfabetización. Además, las mujeres ni siquiera están presentes en ninguna de las plataformas políticas, pierden muchos trabajos, son discriminadas por su género. No hay libertad de movimiento en este momento. No pueden salir sin un acompañante masculino o alguien más que las acompañe, ni siquiera para hacer las compras. Hay grandes retrocesos, y es bastante decepcionante.
Basándose en estos retrocesos, ¿cómo es un día normal para una mujer afgana, sin escuela, trabajo o vida pública?
La mayor parte de mi trabajo implica hablar mucho con las mujeres y las chicas sobre el terreno. Hacemos entrevistas y les preguntamos cómo viven la situación actual. Para una niña afgana promedio, la situación es despertarse sin esperanza. Antes de que los talibanes tomaran el poder, tenían esperanzas en el futuro, porque tenían a la educación y libertad de movimiento. Podían pensar que, aunque tuviéramos otros problemas como la pobreza o la falta de seguridad, había otras formas de mejorar. Pero en este momento todas esas vías han sido bloqueadas por los talibanes. No tienen a ningún derecho fundamental. Esta es la vida cotidiana de cualquier niña afgana.
¿Cómo se sienten con este encierro? ¿Es todo decepción o esperan que tal vez caigan los talibanes?
Muchas de las chicas que hemos entrevistado tienen una situación de depresión extrema. Tienen ansiedad, y la mayoría de ellas padecen trastorno de estrés postraumático. Antes de la prohibición de ir a la universidad, todavía había un poco de esperanza para muchas chicas afganas, que decían: “bueno, la prohibición de ir a la escuela es temporal, puede que haya un cambio de poder en la cúpula de los talibanes y que se reabran las escuelas”. Porque de todas partes se presionaba para que reabrieran las escuelas. Pero ahora, incluso esa pequeña esperanza, se esfumó, porque con la prohibición de las universidades muchas chicas están completamente desesperanzadas. Ahora no pueden confiar en nadie. No pueden confiar en la comunidad internacional, no pueden confiar en la ONU, no pueden confiar en el gobierno de facto.
¿No era difícil ya desde antes en las zonas rurales la vida para las mujeres, que vivían en sociedades patriarcales?
Esta es una de las preguntas que también se hacen muchos activistas occidentales. Dicen: “¿No existían antes estos problemas?”. Y sí, existían. Una de las razones por las que fundamos nuestra organización es para hacer nuestro trabajo de forma localizada, porque hay una enorme brecha entre el Afganistán rural y comunitario y quienes viven en la capital. Pero cuando uno habla con la gente a nivel local, muchos quieren que sus hijas vayan a la escuela. La mayoría de las comunidades rurales apoyan que sus hijas y hermanas estudien y reciban una educación. Sí, tenemos muchas costumbres y normas patriarcales en estas comunidades locales. Pero eso cambiará, y la única forma de cambiarlo es permitiendo que las niñas y las mujeres reciban educación. Muchos hombres, aunque tengan costumbres patriarcales, siguen apoyando que sus hijas reciban educación secundaria y terciaria en sus comunidades.
Hablemos de su organización, que estimula actitudes de liderazgo en las mujeres.
¿Qué impacto tiene en las mujeres y sus comunidades?
Cuando pusimos en marcha la organización decidimos trabajar a nivel local, en las provincias del este del país, y lo hacemos a través de tres programas. Nuestra misión principal es dar poder a la gente sobre el terreno y dejar que decidan qué cambios quieren hacer. En una de las formaciones que hicimos preguntamos: “¿Cuál es el problema que quieren cambiar en su comunidad?”. Los principales problemas que mencionaron eran el matrimonio infantil forzado y que las chicas no tuvieran a la educación superior. Así que les brindamos los recursos, la formación, las habilidades para trabajar en red y les dijimos: “Ahora depende de ustedes cómo usarlo”. Y luego invitaban a líderes locales y del gobierno y discutían los temas, les mostraban los problemas y cómo podían resolverlos. Era la primera vez que muchas mujeres jóvenes tomaban la iniciativa y organizaban estos diálogos. Porque una vez que cuentan con los recursos y el estímulo adecuados les da la confianza de que pueden hacerlo. Y eso es lo que intenta hacer nuestra organización, dar poder a la gente sobre el terreno, porque ellas son sus propias agentes de cambio, sus propias líderes, pueden representarse a sí mismas.
En los países occidentales, las líderes feministas no “piden permiso” para avanzar en la agenda, hacen lo que tienen que hacer. ¿Ustedes tienen ese mismo concepto?
El contexto en países como Afganistán es muy diferente. Si se quiere empoderar a las mujeres en países como el mío, se tiene que analizar todos los factores que impiden que las mujeres tengan a sus derechos fundamentales, y en Afganistán obviamente tenemos muchas restricciones debido a la cultura. Por eso, la educación es una cuestión tan importante, porque cuando una conoce sus derechos, cuando una conoce su valor, puede luchar por ellos. Muchas mujeres, cuando las formábamos, decían que no sabían que tenían esos derechos, ni cómo obtenerlos, ni cómo luchar ni cómo protegerse. No es tan libre como en los países occidentales por muchas razones. Pero mi respuesta sería que las mujeres afganas son las más resilientes que se pueda ver, y las más fuertes. A veces debido a diferentes barreras tenemos problemas y tratamos de resolverlos en la medida de lo posible. Pero ahora lo que necesitamos de los países y activistas occidentales es que nos apoyen, que nos den una plataforma. No para representarnos, porque estamos aquí para representarnos a nosotras mismas, sino para darnos una mano.
Además de lo que otros países puedan hacer para ayudar a su causa, mirando a la inversa, ¿qué puede aprender Occidente de las mujeres afganas?
Creo que una cosa que la sociedad occidental puede aprender de nosotras es lo fuertes y resilientes que somos. Afganistán lleva sufriendo más de cuatro décadas de guerra, y especialmente las mujeres. Pero a pesar de tantos problemas, hay muchas mujeres afganas, no solo dentro del país, sino también de la diáspora, que intentan lo mejor, que pueden luchar por sus derechos, mantenerse fuertes y no dejar que las políticas extremas actuales las controlen. Están sucediendo muchas cosas que te hacen perder la esperanza, pero se puede ver en las redes sociales, se puede ver en diferentes canales, que las mujeres afganas luchan por sus derechos, hacen protestas. Muchas mujeres en la diáspora están utilizando diferentes canales de defensa para presionar a distintas organizaciones, a líderes regionales y al gobierno de facto para que reviertan estas políticas que impusieron. Esto es algo en lo que los medios occidentales podrían centrarse, no ver a las mujeres afganas solo como víctimas, porque es una forma muy equivocada de observarlas. Y no vernos como alguien que necesita ser rescatado. Deberían ver que las mujeres afganas están luchando por sus propios derechos. Incluso después de décadas de guerra seguimos intentándolo.
RAMIRO PELLET LASTRA
La Nación (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION

Envenenan a alumnas en dos colegios

En un momento en el que la educación secundaria y superior femenina está prohibida por los talibanes, casi cien personas, entre ellas 82 niñas, fueron envenenadas en la primera semana de junio en dos colegios de Afganistán y trasladadas al hospital, según informaron a Efe fuentes oficiales. Hasta 56 alumnas de primaria fueron envenenadas el 3 de junio, además de tres maestras, un maestro, dos conserjes y un padre en una escuela de la provincia del norte de Sar-e-Pul, dijo a Efe el director de información provincial, Mufti Ameer. En esa misma región, otras 26 estudiantes y cuatro profesoras fueron envenenadas al día siguiente, añadió Ameer. Según la fuente, “todas las estudiantes que fueron trasladadas al hospital tenían náuseas y problemas respiratorios debido a que personas desconocidas rociaron veneno en las aulas”. Las autoridades informaron que ya han iniciado las investigaciones para arrestar a los responsables.
Afganistán / EFE

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