Las minas antipersonales

Otra vez está en el ruedo mediático el tema de las minas quiebrapatas. A pesar de los años que han pasado desde que se firmó el acuerdo de paz con las Farc, en varios departamentos las cifras de las víctimas en el proceso de desminado siguen siendo espeluznantes, sobre todo entre los soldados del escuadrón encargado del ingrato proceso.

Es increíble que en su oportunidad no se les exigiera a las Farc el plano topográfico donde habían implantado su mortal legado. O si no lo tenían, e irresponsablemente las hubieran regado a la topa tolondra, como seguramente ocurrió, que por lo menos fueran ellos los que pusieran los muertos en su erradicación.

Estamos iniciando con el Eln un nuevo diálogo de paz. Ojalá que este importante punto sea tenido en cuenta.

Me pregunto cuál es la razón por la cual los colombianos tenemos que aceptar la destrucción del sistema de salud actual, que el 80 % de la población considera que con algunos ajustes podría continuar siendo un referente internacional. En esta misma línea, ¿por qué los 500.000 accionistas de Ecopetrol tenemos que ver que la acción que podría estar en niveles cercanos a 6.000 pesos permanezca a 2.000, con tendencia a la baja? ¿Por qué los colombianos vivimos hoy en una incertidumbre total? ¿Por qué las instituciones más queridas están siendo destruidas? Tienen la palabra las fuerzas vivas del país para que en lo que falta del cuatrienio se pueda dar un giro y evitar que nuestro país sea un Estado fallido.

Es doloroso para este país, en especial para las familias mineras de Sutatausa, en Cundinarmaca, el desastre en el que perdieron la vida 21 mineros, seres laboriosos, sacrificados, valientes, que solo tenemos en cuenta cada vez que ocurren estas desgracias, pero que son un gran aporte a la actividad económica del país. El Estado debe defenderlos y protegerlos al máximo.

Sutatausa es un bonito municipio, cerca de Bogotá, como lo son Ubaté, Lenguazaque y en general esa zona, dedicada a la agricultura, la lechería y la minería. Hoy el duelo los golpea, y los colombianos debemos enviarles un mensaje de solidaridad y fortaleza.

Me es imposible evitar la comparación entre el cambio de uniforme para la Policía y la propuesta actual de cambiar el nombre de las EPS.

Me pregunto si estas propuestas tienen alguna utilidad. La verdad es que, para la visión ciudadana, el cambio de uniformes solo representó una inversión económica arbitraria, más que un cambio de fondo.

¿Será que pasará lo mismo con las EPS?

No se deberían centrar las ideas en detalles que pueden confundir las necesidades de cambio real por unas embellecedoras que, a la larga, solo impactan el presupuesto con el que todos contamos.