Al líder del gobierno del cambio le gusta el drama, la teatralidad. Es un estilo comunicativo derivado de la idea que tiene de su propia importancia. El cambio será épico o no será. Por eso, cuando el Congreso le tranca nuevamente una de sus reformas, el Presidente, rodeado de áulicos portando carteles con imágenes de puños levantados, llama al pueblo –esa noción tan solemne como manoseada– a que, por medio de una consulta popular, le exija al Legislativo lo que el Ejecutivo no pudo.
Petro llega así a donde siempre quiso llegar: a la agitación popular, espacio en el que se siente más a gusto que en las aburridas instituciones republicanas.
Pero esto no es solo sobre las reformas, como dice el Gobierno. El Pacto Histórico buscará empalmar el debate de la consulta con la campaña electoral que se avecina, para fomentar un clima de agitación política permanente que le permita al Presidente controlar la narrativa nacional durante el tiempo que le queda a su mandato.
Habrá que ver si la consulta se realiza o no. El Senado primero la tiene que aprobar. Y la propuesta podría ser no más que un bluf para ablandar al Congreso, que quizá prefiera negociar con el Gobierno a exponer al país a meses de alta tensión.
Petro llega así a donde siempre quiso llegar: a la agitación popular, espacio en el que se siente más a gusto que en las aburridas instituciones republicanas
Pero supongamos que se hace. El Presidente no la tiene fácil. Solo para alcanzar el umbral necesita 13,6 millones de votos, algo nada sencillo. La popular consulta ‘anticorrupción’ de 2018 no alcanzó los 12 millones. Eso, sin embargo, quizá no importe. Así como aquella consulta no prosperó, pero le ayudó a Claudia López a llegar a la alcaldía, este gobierno, aun perdiendo, lograría algunos objetivos.
Primero, distraería la atención de sus incumplimientos y escándalos. Tiene motivos de sobra: el proceso contra el hijo del Presidente, las sombras sobre la financiación de la campaña, la corrupción en la UNGRD, la crisis de la salud, el déficit fiscal, el deterioro de la seguridad, la ‘Pitufopolítica’... y paro, pues se me acaba el espacio.
Segundo, la derrota de las reformas le sirve de argumento electoral. Cuatro años no fueron suficientes, dirán, para arreglar el país: el sistema está demasiado afianzado. Pero dennos cuatro más y verán cómo, ahora sí, llega el cambio. El aterrizaje del operador político Armando Benedetti en el Ministerio del Interior revela el resto de la estrategia: una alianza del petrismo con el clientelismo de toda la vida, esta vez de frente y sin remilgos, para dominar los comicios del año entrante.
Si hay consulta, la oposición deberá procurar derrotarla, incluso por la vía expedita de promover la abstención. Deberá también precaverse de las mañas que desplegará el oficialismo para favorecer su causa, seguramente aprendidas del santismo, que dio cátedra en materia de inclinar el tablero a su favor en la época del acuerdo con las Farc. Y deberá tener cuidado con el texto de la consulta: ya ciertos petristas con iniciativa andan sugiriendo preguntas adicionales a las relacionadas con las reformas.
Será inevitable que la consulta sea interpretada como un referendo sobre Petro y su gestión, lo que adelanta un año el debate electoral. A eso juega el Presidente: a movilizar a su gente desde ahora, en lugar de dejar que el desgaste acumulado de su Gobierno defina el final de su mandato y la continuidad de su proyecto. De paso, quienes pretendían esperar hasta 2026 para destapar sus cartas, dejando abiertas las puertas para jugar de uno u otro lado, tendrán que tomar partido mucho antes.
Pero el gesto dramático de Petro no está exento de riesgos para él. Podría descubrir que el pueblo no lo acompaña tanto como piensa. Una línea delgada separa la épica del ridículo. Y no hay nada más triste que un actor que sale a hacer su reverencia final ante un teatro que no aplaude.
THIERRY WAYS
En X: @tways