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Petróleo y minería sin vergüenza

Vale la pena defender un sector que ha sido el proveedor de recursos durante tantos años.

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Es hora de mirarnos al espejo una vez más, revisar quiénes somos, a dónde queremos llegar; dejemos de sentir vergüenza de lo que nos ha hecho grandes, y valoremos que durante muchos siglos bisabuelos, abuelos y padres han venido enfrentando la pobreza que algunos viven en el suelo gracias a la riqueza de nuestro subsuelo, como lo diría un exministro.
Algunas empresas extractivas parecieran sufrir de una especie de agorafobia industrial que les impide salir a escenarios públicos a defender su actividad. Los trabajadores no saben cómo participar en el debate ni cómo hacerles entender a los colombianos que su actividad puede hacerse de forma responsable y que la realizan con pasión y dignidad. Incluso algunas entidades públicas a veces discriminan al sector extractivo a la hora de promocionarlo internacionalmente como destino de inversión, dejando solos en la lucha al Ministerio de Minas y Energía y a sus entidades adscritas.
Mientras tanto, al otro lado del río hay cientos de críticos emocionales que condenan al trabajador de este sector y lanzan ataques con bajos argumentos técnicos y altas cargas pasionales. Les llegó el momento a los mineros e ingenieros del sector de hidrocarburos de decirle a Colombia que su labor es ardua, honesta y que no les temblará la voz para defenderla. Nunca más.
Ellos no son más ni menos que cualquier trabajador del sector textil, de transporte, cultural o comercial. Cien años llevan trabajando en petróleo y gas, y cientos de años más llevan laborando en minería. Ambas actividades, realizadas de forma responsable y bien hecha, han sido el motor de este país.
Entre 2010 y 2017, el sector minero-energético contribuyó con 9 por ciento al crecimiento económico; aportó cerca del 70 por ciento de las exportaciones y el 43 por ciento en la inversión extranjera directa, lo que significó generación de empleo, aumento de proyectos productivos, incremento de la inversión en las regiones y más de $ 30 billones y 90.000 empleos con recursos de las regalías. Bien lo dijo el presidente Iván Duque el día de su posesión: “¡Tenemos que valorar el sector minero-energético!”. Y lo recalcó la ministra María Fernanda Suárez en el Congreso de la Andi: la reactivación económica se puede impulsar desde este sector.
Es claro que debemos condenar la explotación ilícita de minerales que financia a los grupos ilegales, esclaviza, contamina y se aprovecha de los más vulnerables; también debemos condenar a las empresas del sector hidrocarburífero cuando cometan faltas graves, atenten contra el medioambiente o tengan malas prácticas corporativas o de responsabilidad social.
Pero hay que ser más claros aún: vale la pena defender un sector que ha llevado desarrollo y ha sido el proveedor de recursos durante tantos años. Vale la pena apoyar a los miles de colombianos que quieren hacer las cosas bien a través de un trabajo honesto y generador de riqueza. Debemos hacerlo, sin sonrojarnos y sin vergüenza.
ALEJANDRO RIVEROS

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