Hace unos doscientos años, en las bellas sabanas de Córdoba y Sucre, nació el porro, aquel ritmo musical, suave y cadencioso, que ha sido interpretado por grandes músicos y compositores como Lucho Bermúdez, Manuel de J. Poveda, Estercita Forero, José Barros, Pablo Flórez y Leonardo Gamarra, entre otros.
El porro, que originalmente se interpretó con gaitas, maracas y tambores, luego se sofisticó, gracias a las fiestas ganaderas de la región, convirtiendo a los tríos musicales n bandas con la trompeta, el bombardino, el bugle, el bajo, el redoblante, el bombo y los platillos.
En su libro Música, raza y nación, el antropólogo inglés Peter Wade afirmaba que el porro sabanero, como la cumbia, hace parte de la identidad colombiana.
Traigo a cuento estos recuerdos sobre los orígenes del porro (que no debe confundirse con el tabaco que se suele fumar en España) prque en la pasada Feria Internacional del Lbro de Bogotá –Filbo– se presentó el libro El centauro, del músico y compositor colombiano Alex Flórez Sierra.
Flórez Sierra, que nació en Sincelejo, rememora este título de una composición del maestro Leonardo Gamarra, oriundo de Sincé, Sucre, para escribir una biografía novelada sobre la vida y obra musical.
La interpretación de Alex Flórez pasaría desapercibida si no fuera porque su versión está acompañada por el guitarrista gitano, afincado en Madrid, Jerónimo Maya.
Alex Flórez tuvo la genial idea de llamar a Jerónimo Maya y fusionar el porro colombiano con el flamenco andaluz.
El primer músico que internacionalizó el porro colombiano fue Luis Carlos Meyer, llamado el negro Meyer, quien lo difundió en Estados Unidos y México. Un porro suyo muy popular en México, en los años cincuenta, fue: El gallo tuerto.
Alex Flórez, un nómada musical que ha vivido en Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Estocolmo y, ahora, en Madrid, tuvo la genial idea de llamar a Jerónimo Maya y fusionar el porro colombiano con el flamenco andaluz.
El libro de Flórez Sierra narra la historia de un hombre nacido en las sabanas de Sucre, que tuvo una relación íntima con el paisaje que lo vio nacer. Leonardo Gamarra amaba al tigre que pernoctaba en aquellos lugares prodigiosos del Caribe colombiano.
Así mismo, apreciaba el sonido de las gaitas en los atardeceres sabaneros y el tronar del bombardino, cuando una banda musical, en plenas Corralejas de Sincelejo, alardeaba con su música fiestera y embriagadora.
Con sus libros El centauro y Crónicas de un trovador (Pigmalión), Alex Flórez redescubre la memoria musical de las bellas sabanas del Caribe colombiano.