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El día que Petra Guanipa dejó a Maduro por María Corina Machado

En cada trazo iba despojándose de una fraudulenta revolución.

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El rancho de zinc y adobes en la vera del camino. Una pequeña cuesta es un promontorio de piedras que conduce a la humilde vivienda de doña Petra Guanipa. Una mujer de setenta y ocho años acostumbrada al trabajo del campo. Desde que comenzó la revolución es una fiel seguidora del proceso. Es la primera que acude a cuanta actividad ejecuta el Gobierno socialista en el estado Monagas. Se monta en los camiones como una grácil quinceañera, siempre ilusionada con un destino mejor para su comunidad de El Mapurito. Jefe de UBH durante ocho años y miembro fundadora de Psuv.
Desde hace algún tiempo viene reclamando por soluciones para su gente. Al no encontrar respuestas verdaderas fue decepcionándose un poco más. Está harta de tener que verse obligada a mentirles a los vecinos. Un día que fue convocada a una marcha en favor de Nicolás Maduro en Maturín observó estupefacta una procesión de vehículos último modelo. Exhibición de lujos por doquier. Cajas de whisky en buenas cantidades. Reparto de dinero sacado de unos bolsos grandes, mientras su comunidad estaba abandonada.
De regreso casi no habló. Ya era demasiada injusticia junta. Mucha maldad en contra de un pueblo que creyó de buena fe en un proceso que terminó siendo fraudulento. Al día siguiente se reunió con su equipo y tomaron la decisión de retirarse del movimiento. Bajó las fotos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro para colocar una de María Corina Machado.
Ella sabía los riesgos que correría. Era necesario mostrar la valentía que supone arriesgarse por una nación distinta. Se enteró por una vecina que la candidata estaría en Maturín. El Gobierno cerró las vías. Después de desayunar y preparar una vianda para el camino, se fue a pie hasta la ciudad de Maturín. Treinta y cuatro kilómetros para una mujer de setenta y ocho. Un grupo la acompañaba en una suerte de liberación espiritual. En cada trazo iba despojándose de una fraudulenta revolución. En el camino se cruzó con obras inconclusas, con las viejas promesas que ella llegó a divulgar. Esas mentiras que son su narrativa.
Pasó por La Candelaria con el vigor rimbombante de una esperanza transformadora. Atizaba los pasos con seguridad dejando el sudor que eran lágrimas sobre el olvidado territorio monaguense, el cansancio la atacaba ante el vibrante sol oriental. Sin embargo, el ánimo estaba allí latente. Ya en Maturín se colocó en la vía para esperar a María Corina Machado. Caminó hasta la avenida Raúl Leoni llegando hasta el sector La Chicharronera, allí estaban los grupos violentos del Gobierno que la conocían. Al verla con los simpatizantes de la candidata buscaron agredirla. Ella con mucha valentía tomó una bandera de Venezuela y les gritó: ¡Viva la libertad!
¡Ya sin temor se fue hasta la plaza Piar para luego atravesar la calle Pichincha Norte, donde sería el acto de María Corina Machado! Un gigantesco evento que asombró a propios y extraños. Sin transporte y con las medidas coercitivas del Gobierno pudieron vencer las dificultades y darle una verdadera felpa a la dictadura en tierra de Diosdado Cabello. Embelesada escuchó a María Corina Machado. Su corazón se deslizaba en aquellas palabras. Se le iluminaba su rostro curtido por los años. Algo de agua y el último trozo de pan con mortadela. Ya no importaba su hambre momentánea. Era la libertad en los labios de una mujer que le trasmitía verdad. Volvería a caminar mil veces para acompañarla, ahora esta humilde mujer de las entrañas de la patria, de esas que han construido nación, sin pretensiones egoístas. Se suma al inmenso caudal de María Corina.
ALEXÁNDER CAMBERO @alecambero

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